?Por qu¨¦ la libre elecci¨®n de m¨¦dico?
Hace unos d¨ªas, hablando de la conveniencia de la libre elecci¨®n de m¨¦dico, afirm¨¦ que su ausencia hac¨ªa comparable la medicina humana a la medicina veterinaria. Comet¨ª un doble error: sin pretenderi¨® ofend¨ª al presidente del Colegio de Veterin¨¹ios de Madrid, a quien ya he pedido disculpas y se las pido de nuevo p¨²blicamente, y adem¨¢s parece que no expres¨¦ claramente lo que quer¨ªa decir. Por fortuna, el colegio veterinario, en su carta de protesta, ha expresado muy bien lo que yo pretend¨ªa. "Es obvio", dice el se?or Le¨®n, 'que una mula, en su calidad de animal irracional, no est¨¢ sujeta a las libertades y derechos que amparan la ley, pero toda mula tiene un due?o y ¨¦ste puede elegir, en todo momento, el veterinario que le convenga". Exactamente eso es lo que los m¨¦dicos no queremos que ocurra con los enfermos. No queremos que el Estado act¨²e como due?o de los ciudadanos, tomando por ellos las mismas decisiones que el amo de la mula.Se han lanzado algunas voces, lamentablemente no s¨®lo de personas pr¨®ximas al Gobierno, acusando a la OMC de ut¨®pica e intransigente en su af¨¢n de dejar consagrada la libre elecci¨®n de m¨¦dico y el centro hospitalario en un texto legal de la trascendencia de la ley general de Sanidad, que pretende ser -que debe ser- la reforma sanitaria que necesita nuestro pa¨ªs desde hace decenas de a?os.
Resulta verdaderamente sorprendente que no hayan sabido ver en esta postura de los m¨¦dicos espa?oles la absoluta generosidad en que se asienta.
Sin m¨¢s demora quisiera dejar claro que la libre elecci¨®n no conlleva necesariamente aumento de gasto. Exige simplemente aumento de esfuerzo: esfuerzo organizativo por parte de los responsables de la gerencia sanitaria y esfuerzo de los m¨¦dicos por superarse, d¨ªa a d¨ªa, en su mejor ejercicio profesional. En la propuesta hecha por la OMC se han considerado los presupuestos sanitarios de 1983, y a ellos nos hemos ce?ido, para que fuera en todo momento una propuesta realista.
Pero ?por qu¨¦ ese empecinamiento por la libre elecci¨®n? Lo responderemos r¨¢pidamente: porque s¨®lo en ella est¨¢ el factor desencadenante, en un proceso largo, pero inexorable, de la aut¨¦ntica reforma sanitaria. Y soy bien consciente de que escribo el adverbio s¨®lo.
Toda estructura que no cuente, como factor de progresiva perfecci¨®n, con el contraste permanente de los agentes que intervienen en ella est¨¢ Ramada a languidecer y morir.
En, el mundo sanitario esos agentes son, ni m¨¢s ni menos, personas, e intervienen, pa . ra cohno, en momentos de quebranto de su salud. Y seamos realistas: ?c¨®mo hoy y c¨®mo ma?ana, cuando sea norma vigente la ley que propugna el Gobierno, se defender¨¢ el ciudadano de un mal m¨¦dico, o de un mal hospital?. La respuesta es obvia, porque tenemos muchos a?os de experiencia: de ninguna farma.
Si acaso, de cuando en cuando, con un exabrupto p¨²blico, que resulta injusto por su generalizaci¨®n. O sea, el derecho al pataleo; la ant¨ªtesis de una respuesta civilizada. Pero que se convierte en la ¨²nica v¨ªa de protesta que se ha dejado al ciudadano frente a una estructura sanitaria planificada por terceras personas -no siempre bien capacitadas- que se muestra monol¨ªtica y distante. "?sta es la sanidad que os damos" podr¨ªa ser un buen resumen del esp¨ªritu con que parecen haber afrontado sus redactores el anteproyecto de ley general de Sanidad.
La m¨¢s efectiva, la m¨¢s civilizada, la m¨¢s libre forma de defenderse es poder elegir. S¨®lo entonces se pondr¨¢ en marcha un inexorable proceso de perfecci¨®n del acto sanitario, porque s¨®lo entonces el ciudadano se convierte en epicentro, en protagonista de la sanidad.
Elegir sin trabas burocr¨¢ticas; elegir sin trucos administrativos; elegir sin amenazas ni coacciones. Simplemente darle al ciudadano el elemental derecho a la opci¨®n entre varias alternativas. Acaso no elegir¨¢ la mejor -qu¨¦ es lo mejor-, sino la que m¨¢s confianza le merezca, y tendr¨¢ incluso el derecho a equivocarse... y a poder rectificar.
Queremos que la futura ley general de Sanidad sea una ley duradera y estable, que trascienda Gobiernos y prevea evoluciones. En ella, por tanto, debe estar previsto todo el proceso que finalmente conduzca a la libre elecci¨®n plena. Nunca la OMC ha pretendido que esto fuera una realidad de la noche a la ma?ana.
Nuestra propuesta incluye que el ciudadano pueda elegir, primero, entre los tres sistemas que actualmente operan en nuestro pa¨ªs: el de la Seguridad Social, el del seguro libre y el ejercicio privado.
Elegir entre los tres, para que no se d¨¦ esa sangrante cifra de m¨¢s de siete millones de espa?oles que pagan dos o m¨¢s sistemas a la vez. Quedarse con uno u otro, y cualquiera de los tres, pagando con cargo a los presupuestos de la Seguridad Social o del Estado.
En el ejercicio privado, con el obligado billete moderador que rige en todos los pa¨ªses para que no se produzca sobreutilizaci¨®n de la medicina, un servicio cada d¨ªa m¨¢s caro a causa de la explosi¨®n del progreso tecnol¨®gico aplicado a los proces los diagn¨®sticos, terap¨¦uticos y quir¨²rgicos, y no precisamente de la remuneraci¨®n salarial de los m¨¦dicos, cuyo poder adquisitivo ha disminuido -y recientemente. as¨ª lo ha reconocido el propio ministro de Sanidad m¨¢s del 30% en los ¨²ltimos 10 a?os.
Elegir entre tres sistemas
As¨ª pues, la libre elecci¨®n que propugna la OMC, y que algunos tratan de calificar de distante de la realidad, comienza por el profundo pragmat¨ªsmo de reconocer con valent¨ªa los tres sistemas que realmente operan en nuestro pa¨ªs. El ciudadano elegir¨¢ entre los tres sin la coacci¨®n de ser una elecci¨®n vitalicia e irreversible. Prev¨¦ nuestro borrador la posibilidad de cambio de sistema si el ciudadano as¨ª lo prefiere a la vista de su propia experiencia. Esto ir¨ªa, en un proceso de cinco a 10 a?os, asentando la realid¨¢d de las preferencias popul¨¢res tras un consciente y libre refrendo.
Ya tenemos el reconocimiento de la realidad, sin coacciones. ?Hay algo m¨¢s pragm¨¢tico? Ahora se trata de continuar el ejercicio de la libertad. Hacer lo que siempre se hizo: ir al m¨¦dico que uno quiere; que el m¨¦dico sepa que.tal o cual persona le ha elegido libremente. Y de igual forma optar por especialistas y cirujanos y, por tanto, por un hospital. El anteproyecto del Gobierno prev¨¦ la absurda situaci¨®n de que unos padres puedan, a trancas y barrancas, elegir un m¨¦dico para que cure una gripe a su hijo, mientras no pueden decidir qui¨¦n le interviene una enfermedad pulmonar o cerebral.
La planificaci¨®n prima siempre la ineficacia y la mala gesti¨®n: iguala capacitaciones y entregas, y por ello mismo, se convierte en injusta. El hombre siempre reivindicar¨¢ el derecho a que se le reconozcan sus esfuerzos y sacrificios, como factor de una permanente superaci¨®n de la que la sociedad toda sale beneficiada.
El argumento contra la libre elecci¨®n s¨®lo puede centrarse en uno: miedo. Es el gran argumento final para todos aquellos que han teorizado y practicado la coacci¨®n de libertad. En Espa?a tenemos reciente memoria, y ?d¨®nde han quedado los argumentos de ayer contra la libertad?
Los razonamientos confesables de quienes no quieren traer tan elemental libertad al mundo sanitario se contestan por s¨ª solos de tan tra¨ªdos por los pelos. Dicen: "No ser¨¢ para todos los espa?oles igual porque el mundo rural tiene menos capacidad de opci¨®n". ?Menuda raz¨®n! Dec¨ªa Keysserling que algunos gobernantes, en vez de razones para hacer lo que tienen que hacer, buscan disculpas. Si se hubiera detenido el proceso hasta que todos pudieran ser beneficiarios de ¨¦l, estar¨ªamos todav¨ªa en las cuevas de Altamira.
El aumento del gasto
Otro argumento caro a los planificadores es el aumento del gasto en la sanidad. Primero, no es necesariamente as¨ª; nuestra propuesta lo demuestra. Pero, en todo caso, ?alguien ha preguntado a los espa?oles su voluntad de aumentar un punto del PIB para destinar al mejor cuidado debuestra salud? Yo, naturalmente, como m¨¦dico habr¨ªa de pedir ese aumento de los recursos para la sanidad, aunque como responsable de la OMC no lo haya hecho. Pero hay m¨¢s: cuando se dice, con datos de ministerio -que, por cierto, no son los nuestros-, que el Reino Unido dedica el 5,2% a la sanidad, mientras que Alemania, con libre elecci¨®n, dispone el 8%, se pretende ocultar que actualmente ese 2,8% de diferencia lo suplen, y con creces, los bolsillos privados de los brit¨¢nicos, que han propiciado el m¨¢s alto incremento hacia la medicina privada y la libre elecci¨®n que se recuerda, para desesperaci¨®n de los planificadores.
Hay todav¨ªa alg¨²n argumento m¨¢s que no merece la pena comentar: que en libertad puede haber m¨¦dicos ego¨ªstas y malos -con la Seguridad Social no es que los haya, es que los hace- o ese tan obvio de que la salud es algo m¨¢s que curar la enfermedad.
Nadie, en fin, crea que la libre elecci¨®n es un empecinamiento balad¨ª. Nadie crea que tras esta pretensi¨®n se esconde otra realidad que el deseo de una mejor salud para los espa?oles. La libre elecci¨®n es, simplemente, la piedra angular de toda estructura sanitaria avanzada y eficaz, generadora de satisfacciones para m¨¦dicos y enfermos y ¨²nica v¨ªa de escape de una experiencia sanitaria que se ha agotado en s¨ª misma: la burocr¨¢tica. En ella, m¨¦dicos y enfermos pierden su dimensi¨®n humana para ser piezas irresponsables y autom¨¢ticas de una,tremenda f¨¢brica de angustias.
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