Leve imitaci¨®n de Renoir
Un domingo en el campo.
Director: Bertrand Taverni . er.
Gui¨®n: Bertrand y Colo Tavernier, seg¨²n la novela de Pierre Bost. Fotograf¨ªa: Bruno de Keyzer. M¨²sica: Gabriel Faure. Int¨¦rpretes: Louis Ducreux, Sabine Azema, Michel Aumont, Genevieve Mnich y Monique Chaumette. Comedia dram¨¢tica. Francia, 1984.
Local de estreno: Alphaville.
Con claras referencias al Renoir de Un d¨ªa de campo y La comida sobre la hierba, el director franc¨¦s Bertrand Tavernier narra en Un domingo en el campo la breve an¨¦cdota de un pintor anciano que recibe la visita dominguera de sus mediocres familiares. Aislado en una id¨ªlica casa de campo y pintando repetidas veces el jard¨ªn que diariamente contempla, ve c¨®mo sus d¨ªas se acaban y c¨®mo las viejas ilusiones, los recuerdos que entra?ablemente conserva, se han convertido en sus ¨²nicos aliados.Sus hijos y nietos, su nuera, su criada, son seres que viven a¨²n la esperanza de un futuro y que, por tanto, rechazan la idea de la muerte que el viejo les recuerda. Abandonado a su soledad, el anciano trata de participar en la vida ajena: en la de esa hija hist¨¦rica que, de continuo, llama por tel¨¦fono en busca del hombre que ama; en la de esa nieta que todos saben que morir¨¢ muy joven; en la de ese hijo vulgar al que le cambia el nombre como juego o como venganza, y hasta en la de esa abuela que se aparece con frecuencia recitando nost¨¢lgicas sentencias... Sus cuadros tan simples, su admiraci¨®n por Degas, su contemplaci¨®n de esas ni?as que saltan a la comba, son , sin embargo, todo lo que le queda.
Un domingo en el campo quiere desarrollar un tono po¨¦tico a lo largo de sus im¨¢genes. Desde la ¨¦poca elegida, 1912; con sus trajes y artefactos, hasta la m¨²sica y el color remarcan la placidez de la narrativa. M¨¢s que una historia, Tavernier quiere plasmar un poema, que a juicio del jurado del ¨²ltimo festival de Cannes, tiene sus aciertos, ya que se le otorg¨® el premio a la mejor puesta en escena.
Pero lo cierto es que no todos aplaudieron la distinci¨®n. Cuando la pel¨ªcula apaga sus im¨¢genes, se hace m¨¢s claro que no ha superado la consistencia de una bella pompa de jab¨®n. La impronta po¨¦tica de aquel Renoir al que se remite no queda recordada m¨¢s que en la superficie.
Los personajes han transcurrido por la pantalla sin dejar huella en la emoci¨®n o el pensamiento. Sus leves avatares son como notas de una pieza musical que quedan prendidas en el ambiente sin concretarse en partitura: frases, tiempos, exteriores naturales y alg¨²n que otro chiste, que se amontonan, apuntando un camino que el filme no acaba de recorrer.
Esa frustraci¨®n aumenta si se relaciona con otros t¨ªtulos de Tavernier (El juez y el asesino, La muerte en directo y esa Coup de torchon cuyo estreno en Espa?a se anunci¨® como Borr¨®n y cuenta nueva, sin que hasta ahora se haya producido) que le configuraron como uno de los m¨¢s importantes realizadores del cine franc¨¦s m¨¢s joven.
Babelia
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