Por qu¨¦, vot¨¦ el ingreso de Espa?a en la OTAN y otras cosas m¨¢s / y 3
Con frecuencia se dice y se repite que el Gobierno de 1981 no dio razones convincentes para entrar. Las razones fueron las que yo acabo de dar, porque no hay otras. Pero, en cualquier caso, tambi¨¦n conviene preguntarse qu¨¦ razones dio el partido socialista para oponerse a entrar. Por de pronto, las explicaciones del Gobierno fueron suficientes para sectores de las C¨¢maras nada despreciables: Converg¨¦ncia i Uni¨®, PNV y AP votaron, sin reticencia alguna, con el Gobierno; votaron en contra socialistas y comunistas. Y, en esencia, aunque con mucho ¨¦nfasis y alharaca, los socialistas en el debate parlamentario en ning¨²n momento afirmaron la opci¨®n neutralista; expresaban reticencias frente a la OTAN, dec¨ªan que hab¨ªa que sacar compensaciones pol¨ªticas y econ¨®micas y buscaban, m¨¢s que un rechazo definitivo, un comp¨¢s de espera. Porque en aquel debate el partido socialista no se coloc¨® en la no alineaci¨®n, en el neutralismo.M¨¢s a¨²n, defendi¨® el tratado bilateral con Estados Unidos y, por tanto, las bases norteamericanas en Espa?a. Como hizo con posterioridad: en la presente legislatura, el tratado bilateral que autoriza bases norteamericanas ha sido aprobado por unanimidad de la C¨¢mara (voto en contra de los cuatro diputados comunistas y el de alg¨²n otro y algunas abstenciones), lo que no se recuerda en ning¨²n otro pa¨ªs europeo. Con esa conducta mal podr¨ªan dar serias razones de fondo para no entrar. Pero es que yo nunca he podido quitarme de la cabeza algo tan sencillo como que apoyar con eficacia un¨¢nime el tratado bilateral que asegura las bases norteamericanas y oponerse con tanto ¨¦nfasis a la entrada en la OTAN, con argumentos de oportunidad, era y es una incongruencia. Nunca he podido entender, en ese contexto, la virulencia de la reacci¨®n, primero en los debates parlamentarios y despu¨¦s en las campa?as organizadas, en las que todo ha valido, pero no contra la oportunidad, sino contra la alineaci¨®n de Espa?a en el mundo occidental. Porque yo comprendo al pacifista que quiere para Espa?a una neutralidad desarmada, comprendo al neutralista que cree que as¨ª coloca a Espa?a en la pura asepsia nuclear b¨¦lica, incluso convencional, aunque no comparta su optimismo. Lo que no comprendo es que se est¨¦ hablando de todos esos argumentos confusa, difusa y subliminalmente mientras se aprueba como un solo hombre la permanencia de bases norteamericanas en Espa?a.
Cuando se plante¨® el asunto en 1981, y ahora en 1984, se ha producido el mismo fen¨®meno: algunos parecen pensar que con el tratado bilateral y la margarita de la OTAN deshoj¨¢ndose se puede jugar por, ah¨ª fuera a neutralista y equidistante. Hay gente que nunca se consolar¨¢ de no haber sido el mariscal Tito o el pandit Nehru o, al menos, Olof Palme. Pero las circunstancias condicionan a los hombres y a los pueblos. Y derramar una furtiva l¨¢grima en el altar de la neutralidad improbable y de la paz absoluta es algo que hace bien. Y no s¨®lo por la mentalidad electoral que pueda proporcionar, sino por la satisfacci¨®n de la propia conciencia. Todos, o al menos muchos, queremos la paz y pretendemos evitar el horror nuclear y nos resistimos a que la utop¨ªa no pueda ser realidad.
El pol¨ªtico que tiene que tomar decisiones con frecuencia puede experimentar cierta repugnancia o nostalgia. Pero tendr¨¢ que decidir; de eso no lo libera m¨¢s que la huida, que no recomiendo ni espero ni deseo. Con frecuencia hay que distanciarse de la propia propaganda para no cre¨¦rsela. Los que optaron por la entrada de Espa?a en la OTAN no eran unos monstruos agresivos, y los que mantienen la doctrina segura de que no podemos salir, tampoco. Pero, por favor, ?no ser¨¢ posible que tomen la decisi¨®n por su propio sentido de la responsabilidad, por la propia convicci¨®n, sin necesidad de ampararse en la supuesta imbecilidad ajena, lo que, de ser cierto, supondr¨ªa un bien menguado apoyo?
Las compensaciones
Y no se tiene eso de que el Gobierno de 1981 dio mucho a cambio de nada; el asunto de las compensaciones. Las ventajas que puede tener para Espa?a estar dentro de la OTAN (mejora de posici¨®n en relaci¨®n con el ingreso en la CEE, un nuevo cuadro de relaciones para abordar el asunto de Gibraltar, cooperaci¨®n m¨¢s eficaz en la lucha antiterrorista, mayor comprensi¨®n para los intereses espa?oles en relaci¨®n con el Magreb, por ejemplo) se obtienen como consecuencia del hecho de estar dentro y no tanto como una condici¨®n para ingresar. Espa?a puede recibir, siendo miembro de la OTAN, ventajas adicionales a las derivadas del mero hecho de pertenecer. Pero ?puede decirse qui¨¦n ten¨ªa inter¨¦s, entre los pa¨ªses europeos, en que Espa?a entrara, hasta el punto de hacer, digamos, concesiones extras con objeto de conseguirlo? Si Espa?a estaba ligada al sistema occidental por el tratado bilateral, ?qu¨¦ urgencia ten¨ªa el Reino Unido para el ingreso de Espa?a en la OTAN hasta el punto de verse impulsada, con car¨¢cter previo, a ceder en el asunto de Gibraltar? ?Y qu¨¦ inter¨¦s ten¨ªan los pa¨ªses europeos de la CEE en que Espa?a entrara en la OTAN hasta el punto de acceder, con car¨¢cter previo, al ingreso de Espa?a en la Comunidad, si hubiera motivos para oponerse a ese ingreso? Y en la lucha antiterrorista, ?iba Francia a tener m¨¢s inter¨¦s en colaborar, como contrapartida previa del ingreso de Espa?a en la OTAN, porque este ingreso supone para ella un gran alivio? Lo l¨®gico es m¨¢s bien lo contrario; a Espa?a le interesaba entrar en la OTAN, eliminada la opci¨®n neutralista, porque desde dentro podr¨ªa encontrar con m¨¢s facilidad un camino para el logro de ciertas aspiraciones. Y as¨ª est¨¢ sucediendo ya.
Entrar en un club comporta las ventajas de ser miembro de ese club; pero Espa?a, bien vista en el club, no constitu¨ªa un bocado tan imprescindible como para poner como condiciones lo que habr¨ªan de ser consecuencias l¨®gicas del paso que se daba. Seg¨²n mis noticias, ning¨²n pa¨ªs puso como condici¨®n para apoyar la entrada de Espa?a en la CEE el ingreso en la OTAN; solamente el canciller Helmut Schmidt sugiri¨®, para acelerar el proceso de entrada en la CEE y eliminar posibles dificultades, el ingreso en la OTAN, pero no como condici¨®n, sino como consejo de amigo, ya que la postura de la Rep¨²blica Federal de Alemania estuvo siempre, de modo inequ¨ªvoco, no s¨®lo por el ingreso de Espa?a en la Comunidad sino por allanar las dificultades que otros, como se est¨¢ viendo, pudieran poner. Lo que s¨ª se puede afirmar ahora es que la situaci¨®n de Espa?a para el ingreso en la CEE, para encontrar asistencia internacional en la lucha antiterrorista y para otras aspiraciones de nuestra pol¨ªtica exterior es mejor despu¨¦s que antes del ingreso.
Tambi¨¦n se dijo entonces, y se ha continuado diciendo despu¨¦s, que lo de la OTAN no hab¨ªa sido precedido "de un gran debate nacional". Casi ninguna decisi¨®n importante ha sido precedida en Espa?a de un gran debate nacional. En el a?o 1978 se hizo en Espa?a una Constituci¨®n. ?Qu¨¦ gran debate nacional precedi¨® a las m¨¢s importantes soluciones constitucionales? Ninguno. Ha habido cuestiones de las que se ha venido hablando m¨¢s o menos tiempo, pero sin incidencia apenas en las preocupaciones populares. Y se han decidido y aplicado. Por ejemplo, la reforma fiscal. Por ejemplo, la reforma militar. Por ejemplo, la transformaci¨®n en independiente de la organizaci¨®n judicial. Por ejemplo, la reforma de la Polic¨ªa Armada. Y tantas y tantas otras. De algunas de cierta trascendencia ni se habl¨® apenas: ?hubo un gran debate nacional sobre la opci¨®n monarqu¨ªa-rep¨²blica? En todo caso, en el asunto de la OTAN el Gobierno ten¨ªa que explicar por qu¨¦ tomaba una decisi¨®n, por lo dem¨¢s tan poco sorprendente dados los antecedentes pol¨ªticos antes se?alados. Pero si los dem¨¢s no debatieron bastante, ¨¦se es su problema; que lo hubieran debatido. ?Alguien se lo prohibi¨®? Y tuvieron tiempo. Meses, si no a?os. Que los temas de pol¨ªtica exterior espa?ola no cautiven tanto el inter¨¦s de los espa?oles no es un problema de aqu¨¦l ni de ning¨²n Gobierno.
Yo tengo toda la impresi¨®n de que la actitud de los responsables socialistas en el tema de la OTAN, desde que se anunci¨® el prop¨®sito firme del Gobierno de llevar a cabo el ingreso, ha sido una huida hacia adelante. Quiz¨¢ tambi¨¦n por problemas internos del partido. (S¨¦ bastante de huidas hacia adelante, por triste experiencia. Y s¨¦ que la huida hacia adelante es, a la larga, la peor de las soluciones posibles.) Porque, qui¨¦n lo hubiera dicho, en aquel PSOE que parec¨ªa tan firme, seguro y un¨¢nime en sus invectivas contra el Gobierno hab¨ªa, seg¨²n hemos sabido ahora, bastantes y significativos atlantistas de toda la vida. Y aquello de "lo mismo que hemos entrado por mayor¨ªa simple, saldremos por mayor¨ªa simple de la C¨¢mara", se transform¨® luego en una soluci¨®n mediante refer¨¦ndum, y luego en posiciones de comprensi¨®n creciente. A m¨ª, en alg¨²n momento de los debates y del empecinamiento y campa?as posteriores, me dio incluso la impresi¨®n de que el enfado se produc¨ªa porque se hab¨ªa tomado una decisi¨®n que ellos ya no podr¨ªan tomar: la de entrar. En cualquier caso, hubo una evidente desproporci¨®n entre los argumentos en contra utilizados (argumentos de oportunidad, no argumentos de fondo en favor de la opci¨®n neutralista) y el tono de las intervenciones y la extensi¨®n e intensidad de las campa?as organizadas.
Sin refer¨¦ndum
Quiz¨¢ sea ya hora de terminar de una vez. Pero, desde luego, sin refer¨¦ndum. Y no tanto porque sea peligroso para quienes, como yo, no queremos que Espa?a abandone la OTAN, sino porque es una incongruencia. Es el partido socialista el que ha estimulado un ambiente anti OTAN por no explicar bien las cosas y no controlar a m¨²ltiples colaboradores dirigidos o espont¨¢neos creando por distintos medios y mensajes m¨¢s o menos expl¨ªcitos esa conexi¨®n mental OTAN-riesgo nuclear, mientras se apoya a la vez el tratado bilateral con Estados Unidos y se silencia la desnuclearizaci¨®n conseguida mediante el tratado bilateral y la declaraci¨®n parlamentaria. No parece l¨®gico que ahora haya que recurrir a un refer¨¦ndum para resolver ese problema. El partido socialista y el Gobierno pueden arreglarlo con facilidad dada la abrumadora mayor¨ªa con que cuentan en ambas C¨¢maras. Porque, adem¨¢s, ese refer¨¦ndum dif¨ªcilmente podr¨¢ dejar de ser enga?oso. Y no me refiero ya al recelo que quienes no han votado al PSOE pueden experimentar ante una consulta que tiene el riesgo inevitable de transformarse de hecho en un plebiscito, de lo que en Espa?a hay brillantes antecedentes hist¨®ricos, sino por algo m¨¢s hondo, m¨¢s serio, menos oportunista; porque la verdadera cuesti¨®n es neutralismo o alineaci¨®n.
Si se me permite, que ¨¦sta se produzca a trav¨¦s de la OTAN o del tratado bilateral es un tema relativamente menor. Pero ?c¨®mo se consigue la pregunta que deje clara la posici¨®n del pueblo espa?ol en ambas cuestiones? M¨¢s a¨²n; est¨¢ el asunto de la mayor o menor integraci¨®n militar en la organizaci¨®n del tratado. Y si apuramos las cosas, el de la desnuclearizaci¨®n. ?C¨®mo cabe todo eso en un refer¨¦ndum, que por esencia es un mecanismo simplificador?
Pero al final hay otra cuesti¨®n. ?Por qu¨¦ permanecer en la OTAN por refer¨¦ndum? El pueblo espa?ol ser¨ªa el ¨²nico que por refer¨¦ndum se hubiera comprometido en la OTAN, el ¨²nico entre todos los pa¨ªses signatarios. Tampoco esa singularidad es conveniente. ?Tendr¨ªamos que hacer un refer¨¦ndum para salir si alguna vez nos conviniera salir?
Y por ¨²ltimo, hay otro aspecto que no debe ser olvidado. La entrada de Espa?a en la OTAN tuvo una moderada trascendencia internacional. La salida por decisi¨®n del Gobierno y las Cortes tendr¨ªa una significaci¨®n importante en el ¨¢mbito de los pa¨ªses de la OTAN. Pero la permanencia o salida por refer¨¦ndum tendr¨ªa una trascendencia pol¨ªtica internacional incalculable. Supondr¨ªa un pronunciamiento concreto del pueblo espa?ol que contribuir¨ªa eficazmente, en cualquier caso, a aumentar la tensi¨®n internacional y podr¨ªa ser interpretado no ya como un plebiscito en favor o en contra del Gobierno, peligro que engloba siempre cualquier refer¨¦ndum, sino como un plebiscito del pueblo espa?ol en favor o en contra de los actuales Gobiernos de las dos grandes potencias antagonistas; porque ¨¦se es el peligro adicional de este refer¨¦ndum. Yo creo que no debe ser as¨ª.
Sobre todo si Espa?a no va a elegir una v¨ªa claramente neutralista con todas sus consecuencias, es un absurdo que sea as¨ª. ?Hay que hacer un refer¨¦ndum para que Espa?a, en cualquier caso y cualquiera que sea su resultado, quede ligada al sistema occidental de defensa? Tiene sentido hacer un refer¨¦ndum para que Espa?a, sea como sea, contin¨²e como un pa¨ªs alineado con Estados Unidos y los pa¨ªses de Europa occidental, corriendo el riesgo de producir unos efectos pol¨ªticos desproporcionados y con toda seguridad perjudiciales? Son el Gobierno y su mayor¨ªa parlamentaria los que tienen que decidir. Y aceptar las consecuencias de su decisi¨®n.
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