Conversaciones sobre desarme
La base m¨¢s s¨®lida sobre la que fundar un consenso sobre pol¨ªtica exterior es el car¨¢cter americano -nuestros valores, nuestros rasgos, nuestro esp¨ªritu-. Si se revisa la pol¨ªtica exterior de la Administraci¨®n Reagan se advertir¨¢, sin duda, que refleja lo mejor de nuestro car¨¢cter americano, en especial nuestra continua b¨²squeda de una paz con libertad.La estrategia de seguridad nacional americana y la pol¨ªtica de defensa apoyan toda nuestra pol¨ªtica exterior para la salvaguarda de nuestra naci¨®n y de nuestros intereses vitales. Nuestros intereses nacionales b¨¢sicos han permanecido constantes durante el per¨ªodo de posguerra. Hablando en general, tratamos de sobrevivir como naci¨®n, de ser libres para proseguir nuestra forma de vida, para conservar y reforzar a la comunidad de naciones democr¨¢ticas y para vivir en un mundo estable y pac¨ªfico.
La represi¨®n sovi¨¦tica se ha hecho m¨¢s sofisticada, pero la vida para el pueblo ruso no ha llegado a ser, como Stalin prometi¨® una vez, "mejor y m¨¢s alegre". La ambici¨®n de los dirigentes sovi¨¦ticos de extender el dominio del marxismo-leninismo, aunque falta de un verdadero fervor ideol¨®gico, sin embargo, est¨¢ hoy apoyada por una potencia militar tremenda. La Constituci¨®n de Breznev, de 1977, reitera que es objetivo de la Rusia sovi¨¦tica y su deber indudable el extender el sistema comunista a todos los pa¨ªses del mundo. ( ... )
El presidente Reagan se ha negado a cerrar sus ojos a los frutos de un ambicioso y sostenido programa sovi¨¦tico de inversi¨®n en el campo militar. Unido a la contenci¨®n de EE UU durante los a?os setenta, este poder militar en expansi¨®n ha permitido a Mosc¨² cambiar a su favor los componentes cr¨ªticos de todo el equilibrio militar global. Al mismo tiempo que establecen su superioridad en t¨¦rminos cuantitativos, los sovi¨¦ticos est¨¢n mejorando dram¨¢ticamente la calidad de sus sistemas militares y cerrando el margen tecnol¨®gico del Oeste. Nos encontramos en el duod¨¦cimo a?o de debate sobre los misiles MX y, mientras debatimos, los sovi¨¦ticos los despliegan. Contin¨²an probando y emplazando misiles nuevos y de mayor precisi¨®n y mejorando todas sus fuerzas estrat¨¦gicas nucleares. Desde mediados de la d¨¦cada de los setenta los sovi¨¦ticos han ampliado su ventaja convencional en casi todas las categor¨ªas de fuerzas, produciendo armas a ritmo mucho mayor que el de EE UU y todos nuestros aliados.
Para aplicar su potencia militar alrededor del mundo, la URSS est¨¢ ampliando tambi¨¦n el alcance geogr¨¢fico de sus fuerzas. Hemos visto el crecimiento de su transporte a¨¦reo, la aparici¨®n de una fuerte Marina de alta mar, el desarrollo de bases de ultramar y la expansi¨®n oportunista de la presencia e influencia sovi¨¦ticas por todo el mundo. Hoy d¨ªa, los rusos tienen bases y puertos cerca de las m¨¢s importantes rutas comerciales y de recursos energ¨¦ticos, amenazando intereses de EE UU igual que los de nuestros aliados y amigos.
Los intereses de Am¨¦rica
Para complicar a¨²n m¨¢s el desarlo a la seguridad de Am¨¦rica, se produce un incremento de los disturbios pol¨ªticos y la aparici¨®n del terrorismo internacional en muchas regiones del mundo. Los sovi¨¦ticos han demostrado su habilidad y voluntad de explotar los des¨®rdenes cuando les conviene.
Mientras que los sovi¨¦ticos tienen una estrategia de orientaci¨®n ofensiva, la de Estados Unidos es una estrategia defensiva, que refleja nuestros valores nacionales. Los planes coherentes para emplear primero las fuerzas militares constituyen un lujo y una ventaja de los agresores. Es el sino de los defensores el que no podamos escoger el momento, lugar y m¨¦todo de ataque. Pertenece a los defensores la responsabilidad de estar preparados para hacer frente al amplio espectro de contingencias posibles, desde el terrorismo al conflicto mundial. Nuestra posici¨®n como naci¨®n a la defensiva significa, necesariamente, que tenemos que vivir con un elemento de incertidumbre en nuestra estrategia militar.
Como no buscamos ganancias territoriales por medio del empleo de la potencia inilitar, mantenemos nuestras fuerzas en una postura reactiva. ( ... ) Nosotros tratamos de reducir las causas de conflicto -pol¨ªtico, econ¨®mico, social- antes de que conduzcan al enfrentamiento armado. Nuestra meta es disuadir, no combatir. Pero si la disuasi¨®n fracasa, todav¨ªa tenemos que estar dispuestos y ser capaces de defendernos nosotros y a nuestros aliados.
( ... ) Nuestra potencia militar debe disuadir, haciendo tan inciertos y peligrosos los c¨¢lculos de un agresor potencial sobre el resultado de la guerra que elimine cualquier incentivo para el ataque. Un agresor potencial se enfrentar¨ªa y sabr¨ªa que se enfrenta a la posibilidad de tres clases o tipos de respuesta, que son indisociables.
Primero, defensa. Si tenemos una potente capacidad militar para defendernos de. la agresi¨®n, entonces un agresor potencial se dar¨ªa cuenta de que su agresi¨®n fracasar¨ªa en sus rnismos t¨¦rminos. Al enfrentarse con tal veros¨ªmil defensa, ser¨ªa disuadido.
Segundo, respuesta adecuada. Un adversario debe saber que incluso si su agresi¨®n tuviera ¨¦xito sobre su objetivo inmediato, un ataque a nuestros intereses vitales, no ser¨ªa aceptada sin respuesta, la que podr¨ªa incluir la escalada. El agresor conocer¨¢ que, aunque gane la batalla, debe enfrentarse con la posibilidad de perder la guerra.
Tercero, represalia. Si cualquier adversario se enfrenta a una amenaza veros¨ªmil de que su agresi¨®n disparar¨¢ una respuesta que le inflija p¨¦rdidas mayores que cualquier posible ganancia, debe entonces entender que no puede ganar nada con su ataque.
De estas tres formas de disuasi¨®n, la preferible y de mayor confianza es la primera, la defensa, porque es la m¨¢s veros¨ªmil y porque facilita la protecci¨®n cuando la disuasi¨®n falla.
La disuasi¨®n cre¨ªble y prudente requiere una fuerte capacidad militar. Las simples amenazas no son suficientes. Por ejemplo, cuando el presidente Carter declar¨® ser vital para los intereses de Estados Unidos el acceso ininterrumpido al petr¨®leo del golfo P¨¦rsico, nuestra capacidad para disuadir en esta zona, claramente del m¨¢ximo inter¨¦s para el Oeste, era d¨¦bil. Estados Unidos no ten¨ªa la capacidad ni de defender los campos petrol¨ªferos de Oriente Pr¨®ximo en el punto de ataque ni de amenazar con respuestas adecuadas en ese teatro. Por tanto, un objetivo primordial de la Administraci¨®n Reagan ha sido reforzar nuestra capacidad disuasoria. ( ... )
Es indispensable un fuerte sistema de alianzas y cooperaci¨®n regional para ayudar a Am¨¦rica y a sus aliados y amigos a mantener la paz y la libertad. Las naciones que cooperan comparten los comunes desaf¨ªos a la seguridad y consiguen una divisi¨®n del trabajo aprovechando la potencia relativa de cada Estado. La Administraci¨®n Reagan est¨¢ determinada a mantener fuertes nuestras alianzas y a animar a todos los asociados a cargar con una parte equitativa del peso de la seguridad.
La estrategia americana obtiene tambi¨¦n grandes beneficios de nuestros programas de ayuda y venta de armarnento. Estos programas, eficaces y de relativamente bajo coste, ayudan a los pa¨ªses amigos a hacer un mejor empleo de sus, a menudo, limitados recursos y competir con las amenazas a la seguridad dentro o en las proximidades de sus fronteras. Las ayudas de seguridad reducen tambi¨¦n la probabilidad de que las fuerzas de EE UU tengan que ser llamadas para intervenir en defensa de una rtaci¨®n que de otro modo no ser¨ªa capaz de cuidar de su defensa. ( ... )
Reducciones de armamento
El car¨¢cter americano ha dependicio siempre de la fuerza de nuestros ideales, no del empleo de la fuerza, de extender nuestra visi¨®n de un mundo mejor. Con este esp¨ªritu, Estados Unidos, desde el amanecer de la era nuclear, ha trabajado por el control de estas terribles armas. Desgraciadamente, a¨²n no hemos tenido ¨¦xito. ( ... )
Debido a que los acuerdos sobre armamento pueden aumentar nuestra seguridad, el presidente Reagan ha empe?ado a esta Administraci¨®n en la consecuci¨®n de reducciones de armas nucleares duraderas, equitativas y verificables. ( ... ) Para alcanzar estos objetivos debemos proceder con firmeza y paciencia, con el pleno conocimiento de que los dirigentes sovi¨¦ticos no comparten los valores de nuestro car¨¢cter americano. ( ... )
Vamos a Ginebra con mejores perspectivas para una reducci¨®n de armarnento aut¨¦ntica. Mas, para alcanzar el ¨¦xito, debemos continuar nuestro programa de modernizaci¨®n estrat¨¦gica y demostrar nuestra determinaci¨®n de seguir siendo fuertes. En realidad, ha sido esta determinaci¨®n la que ha vuelto a traer a los sovi¨¦ticos a la mesa de negociaciones y ahora nos facilita una oportuilidad cr¨ªtica de alcanzar aquellas metas de reducci¨®n de armas que han sido esquivas a la humanidad por tan largo tiempo. Por ello, debo decir francamente que la cancelaci¨®n de programas clave, tales como el MX, prolongar¨¢n las negociaciones, no las facilitar¨¢n, y reducir¨¢n nuestra capacidad para promover el desarme.
En un discurso al p¨²blico americano en marzo de 1983, el presidente Reagan introdujo su visi¨®n de un mundo libre del terror a los misiles bal¨ªsticos nucleares. Desde entonces hemos estud ado tanto la posibilidad tecnol¨®gica como las implicaciones estrat¨¦gicas de proceder a la defensa estrat¨¦gica, llegando a la conclusi¨®n de que debemos embarcamos en un programa que apoye una defensa totalmente fiable contra los misiles bal¨ªsticos nucleares. La defensa estrat¨¦gica puede fortalecer tanto la disuasi¨®n como mejorar nuestras oportunidades para la reducci¨®n de armas. Incrementando la incertidumbre del ¨¦xito de un primer ataque sovi¨¦tico, la defensa estrat¨¦gica mejorar¨¢ la disuasi¨®n.
Si los dirigentes sovi¨¦ticos contemplaron alguina vez iniciar un ataque nuclear, su finalidad ser¨ªa destruir a las fuerzas de EE UU y aliadas que fueran capaces de oponerse a la agresi¨®n. Las defensas eficaces que pudieran impedir a los misiles sovi¨¦ticos llegar a los objetivos militares de su ataque o frustrar la confianza de los sovi¨¦ticos en la consecuci¨®n de esos objetivos les desanimar¨ªa a considerar seriamente tal intento. Pero, a diferencia de nuestro enfoque actual de la disuasi¨®n basado en la represalia, esas defensas pueden permitirnos disuadir de la guerra destruyendo armas y no gente.
Nuestra iniciativa de defensa estrat¨¦gica favorece tambi¨¦n nuestros esfuerzos de reducci¨®n de armas. Es un programa de investigaci¨®n totalmente consecuente con el tratado ABM. ?Qu¨¦ mejor forma de alentar reducciones en¨¦rgicas de misiles bal¨ªsticos nucleares que devaluar su utilidad militar? De este modo, adem¨¢s de mejorar la disuasi¨®n y la estabilidad, la SDI (Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica) puede aumentar nuestras posibilidades de conseguir un mundo m¨¢s seguro a trav¨¦s de reducciones aut¨¦nticas de armas. Poca gente ha comprendido m¨¢s claramente la necesidad de un fuerte brazo militar dentro del mundo de la diplomacia que el presidente Reagan. Pero esta Administraci¨®n se gu¨ªa por el pirincipio de que el poder militar debe emplearse como ¨²ltimo recurso. ( ... )
Estados Unidos se ha equivocado en el pasado al no querer emplear la fuerza suficiente para alcanzar sus objetivos, adhiri¨¦ndose a nociones err¨®neas como la aplicaci¨®n gradual de fuerza. Cuando se toma una decisi¨®n de ¨²ltimo recurso, emplear la fuerza, debido a que es vital para nuestros intereses nacionales, es necesario emplear la fuerza suficiente para vencer y alcanzar un objetivo bien definido lo m¨¢s r¨¢pido posible.
Si alguna vez decidimos empe?ar nuestras fuerzas en combate, debemos apoyarlas con la m¨¢s completa extensi¨®n de la voluntad nacional por tanto tiempo como sea necesario para vencer. Esto significa que debemos mantener la fuerza necesaria, para alcanzar un objetivo diplom¨¢tico claramente definido, esto es, necesario para nuestros ¨ªntereses vitales y que no pueden ser conseguidos sin el empleo de la fuerza militar. ( ... )
Y significa que antes de que Estados Unidos empe?e sus fuerzas de combate en el exterior, debe haber una razona.ble seguridad de que tendremos el apoyo del p¨²blico americano y sus representantes elegidos en el Congreso.
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