La guerra perdida del general Rosas
El despliegue militar y los medios electr¨®nicos no pueden frenar el imparable itinerario de la droga de M¨¦xico a EE UU
El Ej¨¦rcito mexicano dedica 25.000 soldados a combatir cultivos de amapola y marihuana, pero no consigue impedir que su pa¨ªs suministre la tercera parte de la hero¨ªna consumida en Estados Unidos, seg¨²n datos del embajador norteamericano John Gavin. Como en toda guerra, hay muertos de ambos lados. El agente norteamericano Enrique Camarena, miembro de la Drug Enforcement Administration (DEA), el organismo federal que combate el tr¨¢fico de drogas, ha sido el caso m¨¢s sonado, b¨¢sicamente por la bulla que organiz¨® Washington.El mismo d¨ªa que se descubri¨® el cad¨¢ver de Camarena en una bolsa de pl¨¢stico, seis agentes mexicanos de la polic¨ªa judicial fueron acribillados a tiros en Reynosa cuando trataban de detener un cami¨®n cargado de marihuana. Entre los detenidos a consecuencia de la matanza figura un piloto de la Procuradur¨ªa, lo que viene a hacer buena, una vez m¨¢s, la eterna historia de los agentes dobles.
El Gobierno norteamericano sospecha que M¨¦xico no hace todo lo posible para frenar el tr¨¢fico de estupefacientes. Esto explica las recientes represalias en la frontera: inspecci¨®n de celo sobre todos los coches y cierre posterior de seis pasos aduaneros. El propio secretario de Estado, George Shultz, ha corregido en parte estas acusaciones nada veladas al reconocer que el gran culpable del narcotr¨¢fico es el propio mercado estadounidense, que act¨²a como un sif¨®n sobre todo el mundo. En un esfuerzo por desagraviar a M¨¦xico, elogi¨® la colaboraci¨®n prestada por el presidente Miguel de la Madrid.
A t¨ªtulo de autodisculpa, el Ej¨¦rcito mexicano, que comparte con la polic¨ªa judicial la responsabilidad en esta guerra contra los estupefacientes, ha expuesto sus propias cifras. Durante la actual Administraci¨®n (27 meses) se han destruido 9.000 toneladas de marihuana y 121.000 kilos de goma, primer producto de la amapola, cuya destilaci¨®n produce la morfina y la hero¨ªna. A pie de campo esto representa un valor de 1.800 millones de d¨®lares, que se hubiera multiplicado por 10 en el mercado minorista estadounidense.
M¨¢s de 10.000 personas fueron detenidas y se incautaron 14 aviones y 7.742 armas de fuego, en su mayor¨ªa rifles y pistolas de fabricaci¨®n norteamericana. Con el laconismo de un parte de guerra, el Ej¨¦rcito exhibe sus victorias, pero todo el mundo sabe que reflejan s¨®lo la punta del iceberg, el inevitable cap¨ªtulo de p¨¦rdidas que los grandes productores de droga tienen perfectamente calculado en su contabilidad anual.El coste en vidas humanas asciende a 26 durante los ¨²ltimos 10 a?os entre el personal militar, pero suman cientos los agentes judiciales que han muerto en tiroteos con las bandas del narcotr¨¢fico. Esta diferencia se explica porque los militares combaten los cultivos, mientras la polic¨ªa persigue el transporte de productos ya terminados. Los plantadores prefieren huir cuando se presenta, el Ej¨¦rcito, mientras los traficantes acostumbran defender a tiros una mercanc¨ªa por lo general voluminosa y de un valor siempre millonario en d¨®lares.
La hero¨ªna que se inyecta el yonqui de San Francisco o Nueva York proced¨ªa hist¨®ricamente de los campos de amapola de Indochina (el famoso tri¨¢ngulo de oro), Afganist¨¢n y Turqu¨ªa. M¨¦xico era un proveedor residual, con sus peque?as plantaciones instaladas en la sierra Madre occidental, principalmente en los Estados de Sinaloa, Durango y Chihuahua. De 20 a?os, a esta parte la situaci¨®n cambi¨® hasta el punto de convertir a M¨¦xico en el primer suministrador. La cercan¨ªa del mercado ha hecho olvidar la calidad algo inferior del producto.
Sobrevolando en helic¨®ptero la sierra de Sinaloa, un paisaje casi infinito de monta?as cubiertas de bosque bajo, quebradas inaccesibles, sin caminos ni pueblos, uno se da cuenta de que ni siquiera todo el Ej¨¦rcito mexicano, dedicado por completo a esta tarea, podr¨ªa ganar la guerra contra la droga.
El general Rosas Pedrote, comandante militar de la zona, muestra desde el aire peque?as manchas de color ceniza perdidas en el bosque interminable. "Son plant¨ªos de amapola. Nuestros helic¨®pteros los descubren, pero los soldados tardan hasta 17 horas en llegar por tierra. Para entonces se han ido ya todos los cultivadores".
En la demostraci¨®n ante la Prensa extranjera participan 10 helic¨®pteros, pero las fuerzas militares de Sinaloa s¨®lo tienen dos permanentes para reconocer el terreno y otros tantos para fumigar. La historia se repite a lo largo de toda la costa mexicana del Pac¨ªfico, desde Sinaola hasta Oaxaca. Corrupciones aparte, dif¨ªciles de combatir incluso en la Administraci¨®n norteamericana cuando se manejan miles de millones de d¨®lares, no hay medios suficientes para combatir el gran negocio del narcotr¨¢fico.
"Necesitar¨ªamos decenas de miles de soldados para peinar la sierra", dice el general Rosas. "Aun as¨ª, tendr¨ªamos que repetir la operaci¨®n cada dos meses, porque la amapola necesita s¨®lo 45 d¨ªas para producir el bulbo del que se extrae la goma". Una hect¨¢rea de amapola produce 10 kilos de esta sustancia pegajosa y blanquecina de la que un laboratorio obtiene un kilo de hero¨ªna, con un valor que a pie de plantaci¨®n alcanza los 600.000 d¨®lares, seg¨²n datos del Ej¨¦rcito.
"La secretar¨ªa de Educaci¨®n organiza campa?as en las escuelas. Nosotros mismos, los militares, tratamos de explicar a los campesinos los perjuicios que ocasionan estas plantas, pero nos cuesta convencerles cuando se han acostumbrado al dinero f¨¢cil". Con una hect¨¢rea de ma¨ªz, una familia de campesinos sobrevive a duras penas. La misma superficie de amapola hace ricos a sus nietos. "Qu¨¦ vamos a hacer, si esto da m¨¢s", suelen decir. Muchos ni siquiera saben para qu¨¦ sirve el cultivo, aunque por las ganancias que obtienen sospechan que es algo ilegal.
A medida que se ha intensificado la lucha por parte del Ej¨¦rcito, los cultivadores se han internado cada vez m¨¢s profundamente en la sierra. Se siembra con preferencia junto a los arroyos, porque la amapola necesita agua abundante, pero en su af¨¢n de ocultar los plant¨ªos han terminado por sembrar en las m¨¢s inaccesibles escarpaduras, donde han construido costosos sistemas de riego con motores de gasolina y kil¨®metros de tuber¨ªas. Reatas de mulas transportan los pertrechos mec¨¢nicos y v¨ªveres que los campesinos de la zona nunca tuvieron oportunidad de comprar. El dinero no es aqu¨ª problema. Lo importante es escapar de los ojos del Ej¨¦rcito.
Agujas en pajares
Un vuelo casi rasante del helic¨®ptero y la experta mirada del general me permiten ir descubriendo aqu¨ª y all¨¢, como en un tablero de ajedrez, manchas de amapola. "Pero en aquella otra ca?ada hay con toda seguridad otras plantaciones, y en la siguiente, y en la de m¨¢s all¨¢. As¨ª hasta el final del horizonte". Miles de quebradas esconden una planta cuya caracter¨ªstica flor roja ha sido cortada muchas veces a mano para dificultar su localizaci¨®n desde el aire.
Las t¨¢cticas de ocultamiento mejoran cada d¨ªa: siembras mixtas con ma¨ªz o ca?a, cultivo en bolsas de pl¨¢stico, etc¨¦tera. La ¨²nica ventaja del Ej¨¦rcito es que la planta necesita mucho sol, y por tanto casi siempre es localizable desde el cielo, aunque a menudo sea necesario volar sobre las mismas copas de los ¨¢rboles. Algunas quebradas son, por otra parte, tan estrechas que el helic¨®ptero no puede penetrar en ellas. Las fuertes turbulencias cooperan tambi¨¦n con los cultivadores.
Para rastrear este inmenso mar verde que es la sierra Madre occidental, el general Rosas Pedrote tiene apenas 800 soldados y cuatro helic¨®pteros. Tardar¨ªan meses en peinar estas monta?as, con la seguridad de que a los pocos d¨ªas de pasar ellos estar¨ªan sembrando de nuevo en los campos reci¨¦n devastados. "Nosotros aplicamos t¨¢cticas de guerra irregular. No es necesario un adiestramiento espec¨ªfico", asegura el general Rosas Pedrote. A ¨¦l le sucede lo mismo que al Ej¨¦rcito de El Salvador en su lucha contra la guerrilla. Cuando ocupa un campamento, el enemigo se interna en la monta?a y se confunde con el paisaje. Apenas se retira el Ej¨¦rcito, regresa a su zona de operaciones.
Estados Unidos, con sus formidables medios electr¨®nicos, est¨¢ perdiendo la guerra contra la droga. As¨ª lo reconocen sus portavoces m¨¢s cualificados. Poco puede hacer el Ej¨¦rcito mexicano, escaso en hombres y medios, en medio de un inmenso paisaje en el que todo favorece a los cultivadores de amapola, incluido, por supuesto, el dinero. De tarde en tarde pasan unos pocos soldados cargados de buenos consejos. Los narcotraficantes est¨¢n por todas partes con fajos de d¨®lares y s¨®lo una petici¨®n: "si¨¦mbreme esto".
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