El Buitre contra 'Charro' S¨¢nchez: el ingenio contra la precisi¨®n
Esta tarde, los hijos de S¨¢nchez, de Hugo S¨¢nchez, cruzar¨¢n el r¨ªo para combatir con sus enemigos del Norte al otro lado de la frontera redonda de la Cibeles. Es injusto reducir un partido de f¨²tbol, que es la suma de los trabajos de m¨¢s de 20 hombres, a un pulso entre dos. Pero tambi¨¦n es cierto que muchos aficionados ir¨¢n al estadio movidos por el encanto del duelo entre Hugo y Emilio, por la charme de la confrontaci¨®n individual, no por la pasi¨®n de descubrir cu¨¢l es el equipo m¨¢s fuerte, sino qui¨¦n es el jugador m¨¢s certero. En la calle verde de Chamart¨ªn, a partir de las seis, el espect¨¢culo consistir¨¢ en saber si Charro S¨¢nchez puede ganar a El Buitre.Cuando alguien est¨¢ a punto de marcar un gol inolvidable, el bal¨®n suele viajar despacio. Quiz¨¢ para crear una cierta expectativa de solemnidad traza casi siempre par¨¢bolas amplias, o tambi¨¦n l¨ªneas quebradas que prodigiosamente coinciden con el cardiograma del espectador y terminan en un vuelco y un grito. En el gol de Pel¨¦ a Suecia, en la final de Estocolmo, describi¨® tres arcos sucesivos; en el gol detac¨®n de Di St¨¦fano al Valladolid dio un extra?o giro de bumer¨¢n en el centro de Chus Herrera y luego estall¨® en un rel¨¢mpago seco. Casi todos los goles inolvidables suelen ir precedidos de un cierto ¨¦nfasis, de una voz interior que dice "apunten", o "se abre la sesi¨®n", o "visto para sentencia".
Alguien dice "?atenci¨®n!" en los o¨ªdos de todos cuando el bal¨®n vuela hacia Hugo. Sin embargo, ¨¦l no parece aturdirse. Mientras lo ve llegar a la vertical del ¨¢rea, toma tres decisiones consecutivas: se desliza sobre el c¨¦sped midiendo muy bien los pasos para tener en cada movimiento un apoyo seguro, mira a su alrededor para seleccionar el pase o el tiro y finalmente salta en su busca. Y hay un momento en el que logra liberarse de su peso y ser el due?o absoluto de s¨ª mismo. Es entonces cuando se convierte en puma. Hace una pirueta, dispara de chilena y mete el bal¨®n por la escuadra.
El caso de Emilio Butrague?o es distinto. El Buitre es un ser que juega en otra dimensi¨®n o en otro estado de conciencia. Acaso un d¨ªa llegue a descubrirse que sale al campo en trance sonamb¨²lico, o que lleva un ordenador personal en la el¨¢stica de la mu?eca, o que su verdadera vocaci¨®n es la de cantor de jazz. Nadie desconoce el futuro de sus jugadas tanto como ¨¦l mismo. Siempre que se enfrenta a una situaci¨®n lo hace con la mente en blanco, tal como algunos pintores superrealistas se enfrentaban al lienzo. La ventaja es que en su cabeza el tiempo se detiene; deja vagar su imaginaci¨®n, y, por lo visto, su imaginaci¨®n vaga a la velocidad de la luz. A veces toma la salida tres segundos antes que sus compa?eros y que los defensas que le rodean, a veces inventa una nueva finta desconocida, a veces decide que sobra espacio para tirar a puerta y entonces le hace un t¨²nel al portero de Pa¨ªs de Gales. A veces el bal¨®n no le entiende. Entonces se concentra en Carl Lewis, Magic Johrison, John McEnroe y en algunas otras estampas que a¨²n conserva en su dormitorio, y murmura, confuso como un ni?o: "Qu¨¦ diablos pasa aqu¨ª". "Tranquilo, Tint¨ªn", dice Michel.
En esta ¨¦poca en la que la res ponsabilidad de conservar el empleo ha reducido a los entrenadores a un solo proyecto, el de no perder, y a los jugadores a una ¨²nica misi¨®n, la de no arriesgar, el espect¨¢culo s¨®lo puede salvarse con la colaboraci¨®n de jugadores capaces de discurrir sin inhibiciones. Como Hugo y como Emilio.
Ellos no est¨¢n limitados a las cuatro f¨®rmulas aceptadas por la mayor¨ªa; prefieren confiar en s¨ª mismos, y, entre tanto, van recreando el f¨²tbol y recre¨¢ndose. A sus 26 a?os, el patrimonio de Hugo es la precisi¨®n; a sus 21 a?os, el patrimonio de El Buitre es el ingenio. Habr¨ªa que subvencionarlos para que jugaran juntos; habr¨ªa que valorar un poco m¨¢s a todos los que, como ellos, trabajan durante d¨ªas, durante semanas y durante meses para jug¨¢rselo todo en un solo instante, en un solo movimiento.
Por si acaso todo fuese un sue?o, Hugo ha hecho sobre la marcha la especialidad de Odontolog¨ªa, y Emilio sigue haciendo Ciencias Empresariales. Y esta tarde, en mitad de la calle verde, el buen Salguero, que es muy puntual, tendr¨¢ la sensaci¨®n de estar en el sill¨®n del dentista, y el buen Arteche, que es un poco Sancho Panza, pensar¨¢ que, "cuando El Buitre vuela bajo, hace un viento del carajo".
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