La ceremonia de la confusi¨®n

Lo que o¨ªmos en estos debates del Ateneo refleja la confusi¨®n existente en torno a lo flamenco. Es explicable, si se quiere, esa confusi¨®n un p¨²blico m¨¢s o menos profano -que, por otra parte, demostr¨® su inter¨¦s hacia el tema llenando, la sala-, pero me parece menos disculpable que esa confusi¨®n alcanzara a algunos de los ponentes o coloquiantes.La presencia de varias de estas personas en la mesa tampoco se entiende muy bien, pues ellos mismos declararon abiertamente no estar preparados para entrar en el tema. El cantaor Luis Agujeta, por ejemplo, quien todo lo que dijo fue que ¨¦l s¨®lo sab¨ªa cantar, y mal; o el aficionado Paco Lira, quien yo pienso tendr¨ªa mucho que decir y sin embargo no lo hizo; o el soci¨®logo Ib¨¢?ez, quien afirm¨® sin rodeos que ¨¦l estaba all¨ª "como un cerdo en una cacharrer¨ªa" y que incluirlo hab¨ªa sido un rasgo de humor negro, pese a lo cual nos deleit¨® con frases llenas de ingenio sobre flamenc¨®logos y flamenc¨®filos que hacen de lo flamenco un recinto sagrado. Es deseable, por supuesto, que otras disciplinas se aproximen al tema flamenco, pero tambi¨¦n es deseable que quien lo haga p¨²blicamente tenga algo que decir.

Faltaron a la cita, en cambio, tres personalidades relevantes como Alberti, Caro Baroja y V¨¢zquez Montalb¨¢n. Almaz¨¢n condujo los debates con autoridad, aunque pienso que a veces se equivoc¨® con observaciones personales a los criterios de los dem¨¢s -lo que, evidentemente, rebasa la funci¨®n del moderador-, observaciones que en una ocasi¨®n merecieron el calificativo de rapapolvo por parte de otro miembro de la mesa.