El Viejo Continente se enfrenta al reto de superar su desfase tecnol¨®gico
Los jefes de Estado y de Gobierno de los pa¨ªses l¨ªderes de Europa occidental, reunidos esta semana en Bonn con sus hom¨®logos estadounidense, japon¨¦s y canadiense, hacen frente a uno de los desaf¨ªos m¨¢s importantes desde la II Guerra Mundial: c¨®mo evitar que el desfase tecnol¨®gico de? Viejo Continente se convierta en los pr¨®ximos a?os, y, gracias a la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica, en algo absolutamente insuperable. La guerra de las galaxias es un fabuloso programa de investigaci¨®n, cuyo objetivo final es militar, pero que tendr¨¢ enormes repercusiones civiles, especialmente en el campo de la electr¨®nica.
Miles de investigadores, con un presupuesto extraordinario de 26.000 millones de d¨®lares (cuatro billones y medio de pesetas), van a intentar en los pr¨®ximos a?os fabricar nuevos materiales que sustituyan al acero y al aluminio, fibras ¨®pticas que hagan olvidar las corrientes el¨¦ctricas, ordenadores capaces de hacer mil millones de operaciones en un segundo o lenguajes que funcionen como inteligencia artificial.Los europeos saben que de la respuesta que den a Washington depender¨¢ su crecimiento econ¨®mico y, m¨¢s a¨²n, la posibilidad de contar un d¨ªa con una defensa propia. Dentro de 20 a?os las fuerzas nucleares de Francia y del Reino Unido quiz¨¢ hayan dejado de ser cre¨ªbles y pueden haber desaparecido las ¨²ltimas esperanzas de hacer o¨ªr la voz de Europa en defensa o en econom¨ªa.
El Viejo Continente est¨¢ retrasado, pero todav¨ªa es una potencia industrial y comercial. Sin embargo, todas las previsiones indican que su papel ir¨¢ disminuyendo si no es capaz de ponerse al d¨ªa en el campo de la inform¨¢tica, elemento esencial del futuro. Las actuales dificultades econ¨®micas de Europa se explican en gran medida por su insuficiencia en ese campo.
EE UU y Jap¨®n pueden reaccionar con mayor rapidez que Francia o que la Rep¨²blica Federal de Alemania ante cualquier crisis porque no han perdido el tren: la electr¨®nica tiene repercusiones en el 80% de la producci¨®n industrial de cualquier pa¨ªs avanzado. Los europeos son conscientes de ello, pero, en la pr¨¢ctica, no han logrado poner remedio. En 1984, la balanza comercial de la, CEE en el sector electr¨®nico presentaba un d¨¦ficit de 9.000 millones de d¨®lares (un bill¨®n y medio de pesetas).
La vertiginosa veloc?dad con la que cambian los modelos (la vida media de un producto microelectr¨®nico no pasa de tres a?os, cuando en 1970 era de 10) hace que los fabricantes de EE UU o Jap¨®n no quieran conceder licencias de producci¨®n: hay que recuperar inmediatarnente la inversi¨®n. La ¨²nica posibilidad para los franceses, alemanes o italianos es comprar directamente el producal precio a que se lo venden.
Los Gobiernos de los pa¨ªses aliados se encuentran en el mismo disparadero que sus empresas: cualquier presupuesto de un ministerio de Defensa europeo contienen hoy entre un 10% y un 30% de gastos de compra de elementos electr¨®nicos. Como las empresas europeas no controlan m¨¢s que un 35% de sus propios mercados nacionales (la sociedad norteamericana IBM vende m¨¢s en Europa que las nueve primeras empresas mundiales juntas), es evidente que el Viejo Continente est¨¢ en una espiral: financia la investigaci¨®n norteamericana para seguir compr¨¢ndole nuevos productos.
Los pa¨ªses de la CEE, sin embargo, emplean tanto dinero como sus competidores en investigaci¨®n. La diferencia es que el esfuerzo es disperso, cada Gobierno por su lado. El ¨²nico intento de aunar fuerzas ha sido, hasta ahora, el proyecto Esprit, aprobado en 1984 con un presupuesto quinquenal de unos mil millones, de d¨®lares. El programa es insuficiente si se quiere abarcar tamb¨ª¨¦n el problema de los grandes ordenadores, la quinta generaci¨®n, en la que los estadounidenses son los l¨ªderes, seguidos de cerca por los japoneses.
Una vez m¨¢s ha sido Francia quien ha dado la se?al de alarma con un proyecto que se llama Isis, para el que todav¨ªa no ha conseguido cooperaci¨®n europea.
Seg¨²n los expertos, la guerra de las galaxias ser¨¢ el detonador que haga avanzar el mundo de la electr¨®nica varios pasos. Si los europeos recelan realmente de la participaci¨®n que les ofrece Estados Unidos, la ¨²nica respuesta posible ser¨ªa la adopci¨®n del plan Eureka, propuesto por Par¨ªs.
Si algunos pa¨ªses europeos se comprometen ya con Washington, el proyecto de Fran?ois Mitterrand fracasar¨¢. La dependencia tecnol¨®gica aumentar¨¢ -afirma Par¨ªs-, y no s¨®lo en el campo de la inform¨¢tica, tambi¨¦n en el de las comunicaciones y la investigaci¨®n espacial, iniciada con buen pie, pero que tropezar¨¢ con un muro infranqueable si no dispone de apoyo electr¨®nico.
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