Zubin Mehta asombra con la Filarm¨®nica de Nueva York
Orquesta Filarm¨®nica de Nueva York. Director. Zubin Mehta.Obras de Bach, Mozart y Strauss.
Teatro Real d¨¦ Madrid. 21 de junio de 1985.
ENRIQUE FRANCO,
Nueva jornada de triunfo clamoroso en el Teatro Real, como clausura del cielo de grandes orquestas organizado por Iber M¨²sica y patrocinado por el Ministerio de Cultura y el Ayuntamiento de Madrid as¨ª como por el Citibank.
Actu¨® la Orquesta Filarm¨®nica de Nueva York dirigida por Zubin Mehta y el asombro fue tan general como el entusiasmo desbordado. Parece imposible que pueda alcanzarse una perfecci¨®n individual y colectiva como la que luce el gran conjunto neoyorquino. Comenz¨® el programa con la ense?anza de c¨®mo la calidad sol¨ªstica de sus m¨²sicos puede servir para una orquesta barroca de bolsillo. El concierto de Brandenburgo, n¨²mero tres, de Juan Sebastian Bach habr¨ªa complacido tanto a un Toscanini como a un Pablo Casals. Quiero decir que para los m¨²sicos neoyorquinos y su director la lectura "al pie de la letra" se concilia con la fantas¨ªa creada desde la misma calidad del sonido y evidenciada a trav¨¦s de una textura firme, ¨¢gil y transparente.
Despu¨¦s, Mozart, el dif¨ªcil, el incre¨ªble Mozart en una de sus m¨¢s altas consecuciones: la Sinfon¨ªa concertante en mi bemol con oboe, clarinete, fagot y trompa solistas. Si el conjunto se produjo con una cohesi¨®n e identificaci¨®n que semejaba el m¨¢s ideal cuarteto, los cuatro solistas de la orquesta hicieron maravillas: el oboe Robinson, el clarinete Drucker, la fagot Leclaire y el trompa Myers tocan con tal naturalidad de emisi¨®n y un refinamiento sonoro tan estilizado que a veces el clarinete parec¨ªa otro oboe, en tanto el fagot cantaba con gran impulso y la trompa jugaba libremente.
La Sinfon¨ªa concertante es una de las obras m¨¢s hermosas del compositor, creada bajo la influencia de la Escuela de Manheim y concebida para los solistas de la c¨¦lebre orquesta. Si se caracteriz¨® por los primores de la ejecuci¨®n en el plano din¨¢mico, Mozart supo explotarlos al m¨¢ximo y ponerlos al servicio de un expresivismo human¨ªstico capaz de superar cualquier idea rococ¨® o galante.
La Sinfon¨ªa Dom¨¦stica nos da, junto con una Vida de H¨¦roe, la m¨¢s puntual autobiograf¨ªa de su autor, Ricardo Strauss, que si en todo momento sinti¨® la tentaci¨®n de protagonizar los h¨¦roes de sus obras, fuera Don Juan o Don Quijote, en esos dos extensos poemas Strauss habla en primera persona. El amplio cuadro l¨ªrico de La dom¨¦stica se alza como una de las m¨¢s altas exaltaciones de la vida burguesa en sus sentimientos, sus h¨¢bitos y su ideolog¨ªa.
El sentido dram¨¢tico-teatral de Strauss vierte por los pent¨¢gramas de la sinfon¨ªa los rasgos de los caracteres, de modo que los personajes aparecen desde el primer momento en la invisible escena: el padre, o sea Strauss; su compa?era y el hijo. Hay un momento id¨ªlico -que recuerda el idilio de Sigfredo de Wagner- con el tintinear del reloj acompasando la ternura amorosa. Horas de paz sobre las que, de improviso, descarga "la feliz disputa", que para el compositor se desarrolla a modo de una espl¨¦ndida doble fuga.
Si en la intenci¨®n del autor anidaron no pocas minucias, la suma de todas ellas se convierte en mero asunto de artesan¨ªa para dar paso a una imponente partitura v¨¢lida por si misma en su consideraci¨®n objetiva y puramente musical. La compleja orquestaci¨®n, la cambiante construcci¨®n dial¨¦ctica aparecen clarificadas en una versi¨®n como la de Zubin Mehta y la Filarm¨®nica de Nueva York.
El maestro posee un especial temperamento para estas grandes creaciones del postromanticismo, desde las de Brahms a las de Strauss pasando por Br¨¹ckner y Mahler. Su figura cuenta entre las pocas verdaderamente se?eras de la direcci¨®n orquestal contempor¨¢nea, lo que, por lo menos, podr¨ªa afirmarse de la orquesta neoyorquina de una calidad indefinible por uno o por mil adjetivos. Cuando la perfecci¨®n llega a su l¨ªmite s¨®lo queda un t¨¦rmino a usar: el que Ravel aplicaba a la Sinfon¨ªa pastoral de Beethoven: milagro. Lo es en la medida que resulta evidente e inexplicable.
A las ovaciones que en oleadas atronaron el Real correspondieron Mehta y la Orquesta con dos propinas: la Octava danza de Dvorak y el Capricho espa?ol de Rimsky Korsakov transmitido directamente por Eurovisi¨®n en el d¨ªa de la gran fiesta de la m¨²sica.
Babelia
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