El luto sigue en N¨ªjar
Los novios protagonistas del suceso en el que Lorca bas¨® 'Bodas de sangre' viven todav¨ªa
Los novios, hoy ya ancianos y enfermos, no volvieron a verse nunca m¨¢s, pese a vivir a unos 25 kil¨®metros de distancia: ¨¦l, con 82 a?os, en el pueblo pesquero de San Jos¨¦, y ella, de 81, en El Hualix, los terrenos heredados de su padre.
Aunque Lorca respet¨® el esquema del drama real, del que tuvo conocimiento por los peri¨®dicos, existen algunas diferencias entre el suceso y su obra. Mientras que en Bodas de sangre la fuga se produce despu¨¦s de la boda, en la historia real faltan todav¨ªa unas horas para la ceremonia, que tendr¨ªa que celebrarse en la localidad pr¨®xima de Fern¨¢n P¨¦rez a las tres de la madrugada del d¨ªa 23 Mientras que Leonardo era un hombre casado, Francisco Montes era soltero, si bien ten¨ªa novia En la obra de Lorca, el novio y Leonardo mueren a causa de mutuos navajazos; mientras que en el crimen de N¨ªjar s¨®lo muere el primo de Paquita con tres balazos en la cabeza disparados por Francisco P¨¦rez Pino, hermano de Casimiro, casado con Carmen, hermana de la novia.
La aut¨¦ntica protagonista del drama, Francisca Ca?ada Morales, conocida como Paquita la Coja, es una mujer sobre la que se fueron acumulando reveses desde su infancia. Paquita viv¨ªa en 1928 en el cortijo de El Fraile, en el que su padre era medianero (el encargado del cultivo de la tierra -trigo, esparto-, que repart¨ªa beneficios con el propietario). La madre hab¨ªa muerto 12 a?os atr¨¢s y Paquita ten¨ªa tres hermanas y dos hermanos.
Pese a que algunas versiones afirman que la cojera de Paquita fue consecuencia de una poliomielitis, seg¨²n ha contado su hermana Consuelo al equipo que prepara el Atlas etnogr¨¢fico del Campo de N¨ªjar, financiado por la Diputaci¨®n de Almer¨ªa, la cojera de Paquita ocurri¨® "cuando siendo ni?a de cuna el padre le dio un crujido en el culo y le sac¨® el hueso de la cadera". La ni?a Paquita ten¨ªa entonces pocos meses y lloraba desconsoladamente en la cuna. El padre, para acabar con el llanto, le dio en el culo repetidas veces. La cojera, ya irreversible, se descubri¨® cuando la cr¨ªa intent¨® dar sus primeros pasos y los m¨¦dicos no pudieron recuperar la pierna de la ni?a. Paquita quedaba in¨²til para trabajar en el campo e impedida para desarrollar una vida normal.
Este hecho produjo un fuerte sentimiento de culpa en el padre, Francisco Ca?adas, conocido en la zona como el t¨ªo Frasco; m¨¢s a¨²n teniendo en cuenta que en aquellos a?os un defecto fisico supon¨ªa la inutilidad total para el que lo sufr¨ªa. Paquita, a diferencia de sus hermanas y de las otras chicas de la comarca, en lugar de dedicarse a las duras faenas del campo, aprendi¨® a bordar, a coser y a hacer encajes, actividades que entonces estaban reservadas para las mujeres de un cierto nivel econ¨®mico. El padre decidi¨® que para ella ser¨ªan las tierras de El Hualix -el cortijo en el que ahora vive con una sobrina- y que la dotar¨ªa con 3.500 pesetas.
De la novia protagonista de Bodas de sangre, el padre en la ficci¨®n tambi¨¦n destaca esas mismas cualidades manuales de su hija al hablar con la madre del novio: "Hace las migas a las tres, cuando el lucero. No habla nunca; suave como la lana, borda toda clase de bordados y puede cortar una maroma con los dientes".
Fea y coja
Sobre el aspecto f¨ªsico de Paquita, en el romance que despu¨¦s de suceso cre¨® la gente de la comar ea se dice que era una mujer fea y coja, pero parece que esa fealdad desmesurada de la que hablan los vecinos es m¨¢s producto de los malos ojos con que se vio el plant¨®n que dio a Casimiro que de su aut¨¦ntica presencia f¨ªsica. Por la descripci¨®n de la gente del lugar se sabe que Paquita, al igual que sus hermanas, era una mujer alta y delgada, morena, de facciones grandes y con los dientes grandes y un poco salidos hacia fuera.
Un vecino de El Hualix, Jos¨¦ Arrada, describe a Paquita y a su hermana Carmen como dos mujeres fe¨ªsimas, a las que ha visto pasar por el camino siempre de luto. Jos¨¦ Arrada, mientras trabaja con los abonos, sonr¨ªe cuando se refiere a la escasa gracia f¨ªsica de Paquita y su hermana. "Ya digo, parece que hubo inter¨¦s en la boda, pero que no fue una disputa por una mujer guapa".
El ¨²nico s¨ª que pronunci¨® Casimiro en la entrevista mantenida con este peri¨®dico fue para confirmar la fealdad atribuida a la que fue su novia en el romance que canta el suceso del crimen de N¨ªjar.
Fea o no, todos hablan de ella como de una mujer bastante independiente para la ¨¦poca. El hecho de no tener que trabajar hasta caer fisicamente agotada en las tareas del campo y de tener todo su tiempo para reflexionar aguja en mano tambi¨¦n tuvo que influir en un car¨¢cter considerado como demasiado liberal por aquel entonces. La t¨ªa Mar¨ªa, de 69 a?os, sobrina de la mujer con la que pasados los a?os se unir¨ªa Casimiro, cuenta ahora que Paquita, acompa?ada de una moza de la casa, se sub¨ªa en la mula y sola se iba a los bailes, "estando ya apalabr¨¢ con Casimiro y cuando ¨¦ste guardaba luto por su madre. Luego no volvi¨® a salir nunca, ni jam¨¢s dio que hablar, pero antes iba de un lado para otro".
Fuera de estas salidas a los bailes, nadie recuerda que Paquita tuviera novio a lo largo de su juventud, ni tampoco nadie se atreve a confirmar que mantuviera encuentros con su primo Francisco Montes Ca?ada fuera de las tradicionales reuniones familiares.
Boda por inter¨¦s
Las tierras que pose¨ªa el t¨ªo Frasco y que heredar¨ªa Paquita eran en aquella ¨¦poca un signo de riqueza. Aunque los hermanos de Paquita se aguantaron con que ¨¦sta fuera la beneficiaria, una de sus hermanas, Carmen, parece que no tuvo la resignaci¨®n del resto de la familia. Carmen y su marido, Francisco P¨¦rez Pino, habita ban con sus dos hijos peque?os una de las casitas del cortijo El Jabonero, hoy desaparecido, situado en la carretera de Almer¨ªa a N¨ªjar. Con ellos viv¨ªa Casimiro, un hombre al que todos describen como una gran persona, humilde y un poco inocente. Consuelo, hermana de Carmen y Paquita la Coja, dice que Carmen anim¨® a Casimiro para que se casara con su hermana Paquita, "que va a tener mucho dinero". Con la mediaci¨®n de Carmen, Casimiro y Paquita se hacen novios. Y Carmen empieza ya a hacer planes para trasladarse al cortijo de El Fraile, el m¨¢s rico de toda la comarca y en el que se iba a instalar el nuevo matrimonio.
Todos recuerdan que Paquita nunca mostr¨® el menor entusiasmo por su novio. Nadie le vio un detalle de afecto, al contrario, seg¨²n avanzaba la fecha de la boda, se la ve¨ªa cada vez m¨¢s triste y nerviosa.
Pero al margen de los planes de Carmen para participar de la herencia de su hermana, en el cortijo de Los Pipaces viv¨ªa una t¨ªa de la novia, la madre de Francisco Montes, que pens¨® que su hijo podr¨ªa hacer una buena boda cas¨¢ndose con La Coja. A diferencia de la obra de Garc¨ªa Lorca, en la que la familia de Leonardo es conocida por su violencia, la gente del Campo de N¨ªjar habla de Francisco Montes como de un muchacho noble, muy guapo, sin demasiada personalidad y muy atado a las faldas y deseos de su madre.
As¨ª las cosas, lleg¨® el d¨ªa 22 de julio, la v¨ªspera de la boda. Casi toda la gente de los cortijos de la comarca hab¨ªa sido invitada. En aquellos a?os, la celebraci¨®n de la boda duraba dos d¨ªas. Los invitados salieron de sus casas, montados en las mulas, al atardecer del d¨ªa anterior. Pese a que las distancias no son largas, el camino es muy duro, y el calor brutal de la comarca, en la que es dificil cobijarse a la sombra de un ¨¢rbol, obliga a hacer el viaje cuando el sol deja de apretar.
Desde por la ma?ana, en el cortijo de El Fraile, rodeado del paisaje casi lunar al que Lorca atribuye un papel decisivo en Bodas de sangre, comenzaron los preparativos para el festejo: se mataron chotos y se prepararon bu?uelos para los invitados.
En Los Pipaces, la anciana madre de Paco Montes, que se hab¨ªa negado a asistir a la boda de su sobrina, preparaba tambi¨¦n bu?uelos, los dulces de harina y miel con los que tradicionalmente se celebraban las bodas. Mientras, en la casa del primo, la madre hac¨ªa lo mismo. La t¨ªa Mar¨ªa recuerda que una vecina entr¨® en la casa y dijo a la madre de Paco Montes: "Chiquilla, ?qu¨¦ haces a estas horas?", "Pues mira, que me ha dado la idea de hacer estos bu?uelillos, porque no voy a estar de boda ni mucho menos, y adem¨¢s puede que esa boda se celebre aqu¨ª". A la vecina, extra?ada por la respuesta, le falt¨® tiempo para contar lo ocurrido a Carmen, la hermana de La Coja. Consuelo, la hermana de ambas, a?ade que la vieja lleg¨® a¨²n m¨¢s lejos, asegurando que su hijo se iba a llevar a la novia a su casa esa misma noche.
Las grandes estancias y patios del cortijo de El Fraile se fueron llenando de invitados a lo largo de la tarde del d¨ªa 22. Carmen, su marido y sus dos hijos, uno de pecho, decidieron hacer el viaje por la noche. Mientras, los invitados comen, beben y cantan, y, no muy tarde, deciden retirarse a dormir. La novia es de los primeros en retirarse; ella y Casimiro tendr¨¢n que madrugar para confesar antes de la boda. Casimiro cogi¨® una estera y se fue a dormir con otros invitados a uno de los corrales. A Paco Montes le vieron que entraba y sal¨ªa de los corrales a la casa, pero nadie dio muestras de pensar en nada raro.
Llegan los invitados
Avanzada la noche, llegaron al cortijo Carmen y su marido. La gente recuerda que entraron preguntando por la novia y que, despu¨¦s de beber y comer, Carmen insisti¨® en que despertaran a La Coja para que saliera de su habitaci¨®n. Ah¨ª empez¨® el desconcierto, porque nadie la encontraba por ninguna parte. No obstante, la desaz¨®n de La Coja ante una boda no querida por ella deb¨ªa ser tal que su hermana Consuelo, al no encontrarla, temi¨® que se hubiera suicidado lanz¨¢ndose a un pozo o se hubiera ahorcado. Carmen, haciendo alarde de una gran sangre fr¨ªa, lleg¨® a bromear diciendo que la buscaran en la chimenea, que "a lo mejor se ha escondido ah¨ª". Cuando comprueban que tambi¨¦n falta el primo, se da la alarma para ir a buscarlos. Ya a esas alturas, empezaron a desatarse las lenguas, y cuentan que m¨¢s de uno sugiri¨® que fueran a buscarla a la casa de su primo.
Los invitados iniciaron la b¨²squeda en medio de la noche, y cerca del cortijo, a un kil¨®metro de distancia aproximadamente, encontraron a la novia. Llevaba las ropas destrozadas y el cuello ensangrentado. Entre sollozos dijo que unos enmascarados hab¨ªan matado a tiros a su primo y que a ella hab¨ªan intentado estrangularla, que se hab¨ªa salvado haci¨¦ndose la muerta. Al primo le encontraron muerto en la Serrata, a unos 8 kil¨®metros del cortijo del que hu¨ªan, en direcci¨®n a Los Pipaces.
Como sospechosos de haber cometido el asesinato fueron detenidos Paquita y su padre, el t¨ªo Frasco. Los dos permanecieron presos en N¨ªjar durante tres d¨ªas, bebiendo agua como ¨²nico alimento. La posibilidad de que Casimiro hubiera participado estuvo siempre descartada, porque en todo momento hab¨ªa estado acompa?ado por los invitados a la frustrada boda. Paquita no lleg¨® a acusar a nadie durante los interrogatorios, pese a que, seg¨²n se narra en los diarios de la ¨¦poca, s¨ª reconoci¨® las voces de los que a poco acaban con su vida.
Los culpables no aparec¨ªan, y padre e hija segu¨ªan presos en N¨ªjar, hasta que Carmen y su marido, Francisco P¨¦rez Pino, se presentaron voluntariamente y se declararon culpables, si bien Jos¨¦ declar¨® que "¨¦l no apret¨® el gatillo del arma, pero que ten¨ªa quien lo hiciera, que ¨¦l no ten¨ªa rev¨®lver y que hab¨ªan llevado a otro del que no pod¨ªan decir el nombre, porque le matar¨ªan a ¨¦l y a su familia". P¨¦rez Pino, al que r¨¢pidamente apodaron el Criminal, pas¨® siete a?os en la c¨¢rcel, de donde sali¨® para morir poco despu¨¦s a consecuencia del tifus. Su mujer, Carmen, estuvo presa 15 meses.
Seg¨²n se dijo en las sesiones del juicio, cuando Carmen, avisada por la vecina, supo que su hermana Paquita iba a cambiar de planes, decidi¨® buscarla y sorprenderla en su huida. En la b¨²squeda, los fugitivos fueron sorprendidos escondidos tras unas de las escasas palmeras que hay en el recorrido, y all¨ª se perpetr¨® el crimen. Pese a la sentencia que conden¨® a P¨¦rez Pino y a su mujer, la gente sigui¨® hablando y especulando. Unos dijeron que fue Carmen la que dispar¨® y la misma que intent¨® estrangular a su hermana sin participaci¨®n del marido; otros, que fue un extra?o personaje que huy¨® despu¨¦s al extranjero. "La gente se hart¨® de hablar y hablar, y todav¨ªa hoy siguen cuchicheando", dice la vieja Mar¨ªa.
Tragedia familiar
El primo, Francisco Montes Ca?ada, fue enterrado en el cementerio de N¨ªjar, y durante a?os no faltaron flores junto a la sepultura. Tampoco faltaron flores en el lugar en el que cay¨® muerto, en la Ca?ada Honda, y que estuvo hasta hace poco se?alado con un mont¨®n de piedrecitas y una cruz de palo.
La tragedia marc¨® desde entonces la vida de estas familias. Paquita la Coja dej¨® el cortijo de El Fraile y se fue a vivir con una sobrina a una casita de El Hualix, las tierras heredadas de su padre y ambicionadas por todos. A escasos metros de ella vivi¨® hasta su muerte, ocurrida hace cuatro a?os, su hermana Carmen, a quien ninguno de la familia volvi¨® a dirigir la palabra casi hasta el final de su vida. La ¨²nica vez que Paquita y Carmen volvieron a verse ocurri¨® una vez que Paquita cay¨® enferma en cama. Pese a la oposici¨®n de la sobrina que la cuida, Carmen logr¨® entrar en la habitaci¨®n de la enferma y all¨ª, sobre la cama, pidi¨® perd¨®n a su hermana. ?sta respondi¨® que la perdonaba, pero que no quer¨ªa tener trato con ella.
Paquita la Coja ha hecho a lo largo de estos 57 a?os la misma vida. Encerrada en su casa, s¨®lo ha mantenido breves conversaciones, nunca referidas al suceso, con su sobrina Paquita, que es la persona que la ha cuidado durante todo este tiempo. Los vecinos del cortijo s¨®lo la han visto salir a alg¨²n funeral, al que llegaba, rezaba y se volv¨ªa a su casa. La casa en la que vive es una t¨ªpica construcci¨®n de la zona con 11 habitaciones blancas. Salvo Paquita (la sobrina), su marido y alg¨²n nieto de ¨¦stos, nadie m¨¢s ha visto ¨²ltimamente a Paquita. Para garantizar su tranquilidad, ocupa una casita pegada al edificio central, con el que se comunica por un peque?o pasillo.
Su reducido entorno siempre ha protegido su silencio, y m¨¢s ahora, que hace meses que no se mueve de la cama.
La sobrina que siempre la ha cuidado es una mujer acostumbrada a trabajar en el campo y cuyo f¨ªsico se aproxima al que dan de La Coja cuando era joven. Las mismas facciones grandes y dientes de conejo caracter¨ªsticos de la t¨ªa los tiene la sobrina, e incluso una nieta de ¨¦sta que tambi¨¦n lleva el mismo nombre.
El padre de la novia, el t¨ªo Frasco, dej¨® de vivir en el cortijo de El Fraile, y poco despu¨¦s se cas¨® con una mujer de 22 a?os, con la que tuvo dos hijos. Son muchas las versiones que aseguran que ¨¦l estaba enterado de la fuga de su hija y que incluso la ayud¨® a subir a la mula. Sin embargo, despu¨¦s del suceso tampoco mantuvo muchos contactos con Paquita.
Tristeza y soledad
A unos 25 kil¨®metros de distancia de El Hualix vive Casimiro P¨¦rez Pino, el frustrado novio que nunca volvi¨® a encontrarse con Paquita. Casimiro vive con Josefa Segura, la mujer a la que se uni¨® muchos a?os despu¨¦s de la tragedia, en una casita blanca a las afueras del pueblecito costero de San Jos¨¦, muy cerca del cabo de Gata. Casimiro y Josefa tienen dos hijos.
Casimiro cuenta en la actualidad 82 a?os. Sigui¨® trabajando en el campo, y ahora, cuando recibe a los visitantes con los que no contaba y que interrumpen su silencio, dice que est¨¢ malo, que tiene una ¨²lcera. en el est¨®mago. Est¨¢ sentado en una silla de mimbre bajo el porche de la vivienda. Lleva unas gafas negras para protegerse de la luz y sus dos brazos est¨¢n apoyados sobre una garrota de madera.
El anciano Casimiro tiene un aspecto totalmente bonach¨®n. Las arrugas que dibujan su cara son de trazo triste. A trav¨¦s de las oscuras gafas se ven unos ojos que miran hacia el infinito. Su gesto grave no se altera para nada. Solamente en un momento de la conversaci¨®n responde con un monos¨ªlabo afirmativo. El resto del tiempo, su contestaci¨®n es un reiterativo y casi inaudibe no.
No quiere hablar de lo que le ocurri¨® en El Fraile. No quiere comentar nada. "Ya est¨¢ todo dicho". Dice no conocer ni Bodas de sangre ni al poeta granadino, si bien poco despu¨¦s dice que la versi¨®n teatral es falsa. Del romance popular en el que se canta el suceso, es su mujer la que aprovecha las largas pausas de su marido para decir que una vez las compraron y que se las leyeron. Al volver a o¨ªrlas, mientras que a su mujer se le pone piel de gallina en los brazos, ¨¦l traga saliva visiblemente emocionado, hasta que en un momento dice: "?Basta! Ya he o¨ªdo bastante."
Josefa Segura, mujer dicharachera y simp¨¢tica, mira al marido con un profundo respeto y pide que no se hable m¨¢s del asunto. Casi escondi¨¦ndose de la mirada del marido, dice que ¨¦ste nunca ha querido referirse al tema, ni siquiera con ella, que se le deje seguir en silencio.
Si bien Casimiro no ha vuelto a encontrarse con Paquita, Josefa Segura ha narrado que una vez se la encontr¨® en el campo. Cuando ella iba con su hija subida en una mula, una mujer que arrastraba una pierna -ellas no se conoc¨ªan- la pidi¨® que le permitiera cargar sobre el animal un bulto que llevaba. Josefa ha contado que la mujer le miraba la ni?a como con envidia y que cruzaron pocas palabras en el trayecto.
Sin embargo, otros vecinos de la zona dicen que, de ser cierto el suceso, ocurrir¨ªa al rev¨¦s, ya que Paquita, en sus escasas salidas de El Hualix, siempre iba sobre su mula y que jam¨¢s nadie la ha visto andando por los campos". La misma t¨ªa Mar¨ªa, claramente partidaria del novio, dice que a La Coja nunca volvi¨® a v¨¦rsela ni en bailes ni en parte alguna, y que nadie tuvo que decir nada de su comportamiento.
A poca distancia de la vivienda de Casimiro, cerca de la entrada de San Jos¨¦, viven los que iban a ser los padrinos de la boda: Mar¨ªa Jim¨¦nez P¨¦rez y Juan Andr¨¦s Segura Molina. Ella es sobrina de Casimiro y quiere que sea su t¨ªo el ¨²nico que hable de lo ocurrido, "porque los huesos de los muertos ya se los han comido los gusanos y no hay que remover todo esto. Bastante da?o nos hizo a todos".
Del mismo da?o y sufrimiento habla la t¨ªa Mar¨ªa, una mujer enlutada, como la mayor parte de las viejas de la comarca, con duras huellas del trabajo del campo en el rostro y en las manos. "Perdieron todos, hasta los hijos, que nadie los quer¨ªa. Yo lo que digo es que eso pasa muchas veces. Entonces y ahora se ha plantao a hombres y a mujeres ya con los muebles de la casa. Pero ella ten¨ªa que haberlo hecho antes y no esperar hasta unas horas antes, con todos los invitados en la casa". A todos los familiares se les consider¨® como si tuvieran la peste. La ruina cay¨® sobre todos". Cincuenta y siete a?os despu¨¦s, el luto por el suceso sigue ti?endo el Campo de N¨ªjar.
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