Las palabras y los hechos
Las palabras no matan, pero ciertas palabras, en determinadas condiciones, cargan las pistolas. La irrupci¨®n de ETApm-VIII Asamblea en lo que era un debate verbal entre el diputado Bandr¨¦s y el l¨ªder del PNV, Xabier Arzallus, ha venido a recordar, con la carga dram¨¢tica de amenazas de muerte a personas concretas, que si es relativamente f¨¢cil calentar una situaci¨®n, no siempre, y menos en las condiciones actuales de Euskadi, es posible enfriarla despu¨¦s a voluntad. Es m¨¢s f¨¢cil convertir el vino en vinagre que lo contrario.El sistema parlamentario se basa en la hip¨®tesis de que es posible reconducir los inevitables conflictos sociales al terreno de la confrontaci¨®n verbal. En el l¨ªmite, que siempre es preferible el insulto al garrotazo. Sin embargo, hay ocasiones en las que el insulto es s¨®lo el pr¨®logo de la acci¨®n. La madurez de una sociedad se medir¨ªa, en ese sentido, por la sagacidad de los ciudadanos, y en particular de los pol¨ªticos, para ser capaces de discernir cu¨¢ndo sus palabras van a agotar su funci¨®n en la comunicaci¨®n de un mensaje verbal y cu¨¢ndo van a servir para atizar el fuego de la violencia; es decir, el mecanismo de la venganza permanentemente reproducida.
Algunos de los m¨¢s l¨²cidos testigos de la guerra de 1936 han escrito p¨¢ginas llenas de buen sentido sobre la decisiva influencia que en los hechos sangrientos, que se avecinaban tuvo el clima de odio civil sembrado por personas irresponsables en el uso de su funci¨®n verbal. La absurda escala de insultos y descalificaciones personales que calent¨® hasta extremos ins¨®litos la campa?a previa a las ¨²ltimas elecciones auton¨®micas vascas, que culminar¨ªan con el asesinato del senador Enrique Casas, es otra referencia hist¨®rica, m¨¢s pr¨®xima, nada desde?able.
Las precisiones o revelaciones anunciadas por Arzallus y algunos antiguos polimilis para los pr¨®ximos d¨ªas dificilmente permitir¨¢n contener una versi¨®n inequ¨ªvoca de lo ocurrido en la reuni¨®n que ha dado origen a la actual pol¨¦mica. Y ello porque, a falta de pruebas materiales, siempre ser¨¢ el dilema entre la palabra de unos y la de otros lo que se plantear¨¢ ante los asombrados espectadores de esta batalla verbal. De lo hasta el momento conocido parece deducirse, en todo caso, que el efecto objetivo de los juicios y opiniones vertidos en aquella ocasi¨®n por el ex presidente del PNV fue el de alentar las expectativas del sector que acabar¨ªa rompiendo la tregua decretada poco antes por ETApm protagonizando acciones tan odiosas como el asesinato del capit¨¢n de Farmacia Mart¨ªn Barrios.
Desgraciada experiencia
Tal constataci¨®n no implica, en s¨ª misma, una descalificaci¨®n de la persona de Arzallus, pues nadie es responsable de la estupidez o ignorancia de sus interlocutores. Sin embargo, esa desgraciada experiencia s¨ª permite obtener algunas conclusiones pol¨ªticas m¨¢s generales en torno a la situaci¨®n actual de Euskadi, y en particular al mecanismo que pone en relaci¨®n determinadas actitudes del nacionalismo democr¨¢tico con las del radicalismo abertzale violento.
Cualesquiera que fueran las palabras de Arzallus en San Juan de Luz, es lo cierto que mucho de los mensajes transmitidos por el PNV en los ¨²ltimos a?os, desde su apenas matizada afirmaci¨®n de que "el pueblo vasco rechaz¨® la Constituci¨®n espa?ola" hasta su aceptaci¨®n del argumento abertzale seg¨²n el cual la ¨²nica divergencia con ETA hace referencia a los m¨¦todos, nunca a los fines -como si en ETA pudieran separarse los unos de los otros-, han sido utilizados por los practicantes de la violencia como argumento, o pretexto, para legitimar su recurso al lenguaje de la muerte.
El dramatismo casi ag¨®nico con que el PNV ha identificado determinadas divergencias (transferencias, secretarios de ayuntamiento, LOAPA, etc¨¦tera) con apocal¨ªpticos males para el pueblo vasco (vaciar de contenido el estatuto, mera descentralizaci¨®n administrativa, agudizaci¨®n del centralismo, peor que nunca, etc¨¦tera) ha servido con frecuencia para avivar fogatas mortecinas -como la de los polimilis en un determinado momento- sobre la base de reencontradas razones de peso.
Es cierto que en los ¨²ltimos meses, y pese a los peri¨®dicos sobresaltos ocasionados por declaraciones del actual presidente del partido, Jes¨²s Insausti, tanto el PNV como, en particular, el Gobierno de Ardanza han dado muestras de una mayor mesura en juicios y actitudes, bajando el pist¨®n del dramatismo verbal y neg¨¢ndose a entrar en celadas -guerra de las banderas, por ejemplo- tendidas por el abertzalismo radical.
Pero el propio origen de la actual pol¨¦mica indica que persisten los m¨¢s desalentadores s¨ªntomas respecto al escaso uso que algunos pol¨ªticos hacen de sus oportunidades de callar tambi¨¦n. Arzallus, como si de un expendidor de certificados se tratara, tom¨® pie en unos juicios pol¨ªticos de Bandr¨¦s, desfavorables para el PNV, para pedir p¨²blicamente cuentas al diputado sobre su decisi¨®n de enviar a sus hijos al Liceo franc¨¦s. Bandr¨¦s se sinti¨® en la obligaci¨®n de justificar, como si de un delito se tratara, esa decisi¨®n personal.
Aprovechando otra desfortunada menci¨®n de Arzallus al pasado pol¨ªtico de Bandr¨¦s, avanz¨® ¨¦ste ¨²ltimo un nuevo pelda?o en la escalada, haciendo poco menos que inevitable la comparecencia en escena de personajes inicialmente no invitados: nada menos que los octavos, siempre dispuestos a terciar con sus amenazas (verbales por el momento, pero apoyadas en una escalofriante estad¨ªstica) en cuanta trifulca sacuda el tablero.
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