El clima fant¨¢stico de 'Legend' y el lirismo de 'Los paraisos perdidos' inauguran la Mostra veneciana
La 42? Mostra de Venecia se inaugur¨® ayer con la proyecci¨®n de dos pel¨ªculas, la espa?ola Los para¨ªsos perdidos, de Basilio Mart¨ªn Patino, y Legend, del brit¨¢nico Ridley Scott. Aparte de estas dos, que entran en competici¨®n por el Le¨®n de Oro, se exhibieron ayer una veintena de pel¨ªculas m¨¢s, en una jornada que vaticina el agitado ritmo que tendr¨¢ este festival hasta su conclusi¨®n el 6 de septiembre. En el Lido, la playa de Venecia donde se desarrolla el festival, se presentar¨¢n este a?o 140 pel¨ªculas, 24 de ellas en competici¨®n. La selecci¨®n espa?ola consta de cuatro. Ma?ana se proyectar¨¢ R¨¦quiem por un campesino espa?ol, de Francesc Betriu.
ENVIADO ESPECIALUna modesta pel¨ªcula espa?ola, Los para¨ªsos perdidos, y un filme brit¨¢nico de gran presupuesto han ocupado la jornada inaugural de la Mostra veneciana. Y si diferencias hay en cuanto a producci¨®n, a¨²n son mayores en lo que se refiere a planteamientos, pues, mientras la cinta de Mart¨ªn Patino es un trabajo que retorna una manera de hacer cine muy de los a?os 60, Legend, de Ridley Scott, es una muestra de lo que podr¨ªamos llamar cine del futuro, un espect¨¢culo que no teme desplegar toda la parafernalia de efectos especiales y de la narrativa cl¨¢sica, pero la filtra a trav¨¦s de la iron¨ªa.
Los para¨ªsos perdidos quiere ser un filme para adultos, un retrato de una madurez hecha de desenga?os y lucidez, pero todo acaba por resultar esquem¨¢tico, directamente ideol¨®gico, atrapado el relato en personajes que s¨®lo existen en tanto que portadores de ideas. Legend es un aparente cuento para ni?os en el que se reflexiona adultamente sobre una serie de cuestiones, que van desde la naturaleza misma del deseo como motor de un cierto tipo de historia hasta una consideraci¨®n sobre en qu¨¦ radica la magia del cine.
Los para¨ªsos perdidos es una versi¨®n actualizada, casi una revisi¨®n, de Nueve cartas a Berta, un t¨ªtulo m¨ªtico que revel¨® a Mart¨ªn Patino como una de las pocas esperanzas fundadas de lo que se bautiz¨® como nuevo cine espa?ol. Posteriormente, cintas como Canciones para despu¨¦s de una guerra o Caudillo confirmaron su talento en otra esfera, en la del filme de montaje. Los para¨ªsos perdidos participa de la fragmentaci¨®n narrativa, del gusto por el documental y de la utilizaci¨®n de la voz en off con un cierto regusto literario que caracterizaba aquella pel¨ªcula.
Sue?os y reflexiones
Pero aqu¨ª Patino no habla directamente, sino que interpone a H?lderlin y citas de su Hyperion para formular expl¨ªcitamente sus reflexiones sobre una realidad decepcionante, que nada tiene que ver con aquellos para¨ªsos que las ideas, el entusiasmo juvenil y la no confrontaci¨®n con la vida permitieron construir en un mundo imaginario, un futuro que nunca ha de llegar. "El hombre es un dios cuando sue?a, un mendigo cuando reflexiona".
Y Patino convierte los sue?os del poeta en reflexiones que se apropia, aplica unas palabras de un alcance muy vasto a un caso muy concreto. El error puede que est¨¦, aunque parezca contradictorio, en la falta de definici¨®n de los personajes. Sabemos poco de ellos, de las relaciones que les unen y separan. Eso hace que la voz de H?lderlin sea siempre la tabla de salvaci¨®n a la que agarrarse cuando algo no queda claro. Y as¨ª, de la misma manera que Rabal aparece para encarnar a un estereotipo, el gran poeta alem¨¢n se convierte en un fastidioso discurseador.
Es una l¨¢stima, porque, cuando Patino se preocupa m¨¢s de los personajes y menos de las explicaciones, todo funciona mejor y aparece un lirismo de verdad -por ejemplo, cuando Charo L¨®pez ve c¨®mo su hija marcha hacia Alemania, dej¨¢ndola a¨²n m¨¢s sola- o las anotaciones cr¨ªticas son m¨¢s punzantes y divertidas -un peque?o chiste sobre el pasado de un locutor como Luis del Olmo o sobre el presente ministerial de un alter ego de Javier Solana, etc¨¦tera-. En Legend coinciden grandes nombres y se utiliza constantemente un cierto background cultural -en la cinta se dan la mano Andersen y Shakespeare, Peter Pan y Gustavo Dor¨¦, Blancanieves y La bella y la bestia-, pero las citas nunca adquieren el tono de argumento indiscutible. Es m¨¢s, gran parte del encanto de Legend descansa en la forma perversa en que se utiliza toda esa tradici¨®n.
Mago de la luz
Por ejemplo, la princesa que es s¨ªmbolo de pureza ser¨¢ la encargada de dar rostro -en una secuencia musical memorable- al deseo de la bestia, de la misma manera que su fascinaci¨®n por el unicornio que preside la frente de los caballos inmortales deja de ser inocente.
De Ridley Scott sab¨ªamos, gracias a Los duelistas, Alien o Blade runner, que era un maestro en la creaci¨®n de atm¨®sferas y utilizaci¨®n de decorados, que su experiencia como publicista le ha proporcionado una gran seguridad ala hora de decidir tipos de iluminaci¨®n. Eso en Legend vuelve a quedar claro. Es un virtuoso en la materia, pero, adem¨¢s, lo gra hacer de esa discusi¨®n sobre c¨®mo servirse de la luz -y el cine es, b¨¢sicamente, luz- el eje de la pel¨ªcula. El enfrentamiento es entre los personajes que s¨®lo pueden vivir gracias al sol y los que necesitan de las tinieblas para vencer. Al final, si ganan los partidarios del sol no se debe a su pureza o bondad -¨¦sa ser¨ªa una lectura infantil del filme-, sino gracias a que ellos aprenden a dominar la luz, a llevarla donde quieren. Los protagonistas, como unos directores de cine o de fotograf¨ªa cualesquiera, logran dirigir unos rayos solares a trav¨¦s de un sistema de espejos montado con la vajilla gigantesca del genio del mal.
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