Los partidos marxistas y el movimiento por la paz
En el n¨²mero 22 de Mientras Tanto se public¨® un art¨ªculo titulado El fundamentalismo y los movimientos por la paz. El asunto de ese art¨ªculo -destinado a un libro de autores varios editado por E. P. Thompson en ingl¨¦s y del que se espera introducir ejemplares en los pa¨ªses del centro y el este de Europa- era discutir lo que consideraba "dificultad principal" en el di¨¢logo entre los movimientos por la paz de la Europa occidental y los movimientos de la Europa central y oriental por las libertades pol¨ªticas.El mismo art¨ªculo enumeraba otras dificultades importantes de esa discusi¨®n con el Este; por ejemplo, las diferentes valoraciones de la historia europea antigua y reciente por parte de unos y otros, la diferencia dimanante en el sentimiento de s¨ª mismo desde el punto de vista pol¨ªtico, las diferencias en la estimaci¨®n de los riesgos a que se enfrenta hoy la especie, etc¨¦tera.
Pero antes de discutir esas cuestiones, que tienen que ver con la relaci¨®n entre los movimientos por la paz y movimientos disidentes de la Europa central y oriental, me interesa discutir brevemente aspectos de las relaciones entre aquellos movimientos por la paz y las organizaciones revolucionarias cl¨¢sicas del Oeste. Conviene decir brevemente de qu¨¦ organizaciones o corrientes se trata entre nosotros: se trata, ante todo, de las situadas a la izquierda del PCE y del PSUC, am¨¦n de algunos militantes de estos dos partidos, de Izquierda Socialista, de UGT y de CC OO (con la CNT no parece nada problem¨¢tica la relaci¨®n del movimiento por la paz, ni si quiera del m¨¢s radical o gandhiano).
El pasado doctrinal de estas organizaciones (lo que con ingenua petulancia llam¨¢bamos la teor¨ªa) no las predispone para una lucha radical por la paz, ni siquiera para el antimilitarismo.
?sta es la primera constataci¨®n que hay que hacer, y no vale la pena remacharla con muchos ejemplos o citas, que el lector conocer¨¢ y de los que estar¨¢ tal vez hastiado. El hecho es que, par tiendo de la frase de Marx acerca de la condici¨®n de partera de la historia que tiene la violencia, se ha traspasado la idea, en una extrapolaci¨®n discutible, al plano institucional, y precisamente militar, desde poco despu¨¦s de la Revoluci¨®n de Octubre y, sobre todo, desde la consolidaci¨®n del despotismo burocr¨¢tico estalinista.
El desencadenante del proceso fue, como es obvio, el cerco militar y econ¨®mico (exterior e interior) a que se encuentra sometida toda revoluci¨®n de verdad que no sea una transici¨®n democr¨¢tica preparada y escenificada por las clases dominantes, sino que apunte claramente a destruir o disminuir apreciablemente el poder de ¨¦stas.
Desde las comunidades, castellanas y las german¨ªas valencianas, pasando por los campesinos y los anabaptistas alemanes, por la Revoluci¨®n Francesa, la Comuna y la Revoluci¨®n Rusa hasta llegar a la mexicana, ese mecanismo casi autom¨¢tico es tan conocido que no vale la pena detenerse m¨¢s en ¨¦l.
La mediaci¨®n entre la idea de Marx (que no se refiere a violencia institucional ni rebasa el ¨¢mbito de una sociedad dada) y el nuevo belicismo doctrinal de las Internacionales III y IV (la II practic¨® desde muy pronto el viejo belicismo, capitalista: desde que vot¨® los cr¨¦ditos de guera de 1914) fue, una vez superada la guerra civil rusa, la pol¨ªtica internacional.
En ella se recuper¨® el ej¨¦rcito nacional permanente. La versi¨®n ideol¨®gica fue defensiva, y bastante sinceramente: en el ¨¢mbito estalinista se trat¨® de "la defensa de la patria del socialismo", y en el trotsquista de "la defensa del primer Estado obrero de la historia", por burocr¨¢tico que fuese; tambi¨¦n la idea de "lucha de clases a escala mundial" cumpli¨® su funci¨®n en el nuevo militarismo, no, desde luego, porque fuera falsa, porque careciera de cosa que designar, sino por el modo como se concret¨® pol¨ªticamente: por ejemplo, Werner Hoffmann, el ministro de Defensa de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, antiguo combatiente de las Brigadas Internacionales en la guerra de Espa?a, lleg¨® a decir que la bomba at¨®mica es un arma de la lucha de clases (se supone que "a escala mundial"); y no har¨¢ falta recordar la siniestra inepcia de Mao Zedong, que presentaba. la guerra nuclear como antesala del socialismo.
Como se dec¨ªa en la Carta de la redacci¨®n aparecida en el n¨²mero 22 de Mientras Tanto, los partidos comunistas han tenido una concepci¨®n instrumental de las guerras como medios de defender o alcanzar el socialismo. De este modo se recuperaba la doctrina tradicional de la escol¨¢stica cat¨®lica, la doctrina de la guerra justa.
El modo espec¨ªficamente marxista de hacerlo prolongaba el fatalismo que se puede desprender de la filosof¨ªa de Hegel, tal como se recoge y prolonga en la Miseria de la filosof¨ªa, de Marx: la guerra justa revolucionaria quedaba cubierta por la tesis hegeliano-marxista de que la historia avanza siempre por su lado peor o malo.
La oposici¨®n a la OTAN
No menos evidente que todo eso es el hecho de que las organizaciones marxistas radicales est¨¢n peleando en¨¦rgicamente, m¨¢s y mejor que nadie (al menos en este pa¨ªs), por la causa de la paz. En algunos casos su pelea lo es s¨®lo oblicua o secundariamente por la paz, pues tal vez no estar¨ªan siempre dispuestas a proseguirla m¨¢s all¨¢ de la lucha contra el ingreso (o la permanencia) de Espa?a en la OTAN.
Pero eso tiene por el momento poca importancia, porque la oposici¨®n a la OTAN es la forma real y viva en que se presenta hoy entre nosotros la lucha por la paz. Eso se puede ver muy bien con un argumento. a contrario: si alguien pretendiera hoy en Espa?a -como lo pretenden los ni-siquiera-socialde-m¨®cratas del actual Gobierno- estar por la paz y no estar contra nuestra presencia en la OTAN, dir¨ªamos que es un cobarde servil, un mentecato o un hip¨®crita. La situaci¨®n de los partidos marxistas radicales se parece un poco a la de las confesiones cristianas en este punto, sobre todo a la de la Iglesia cat¨®lica.
Tambi¨¦n los cat¨®licos que luchan por la paz se encuentran ante el escollo de la doctrina de la guerra justa, que inventaron sus propios padres, y tambi¨¦n en la Iglesia se han producido, muy naturalmente, tensiones parecidas a las que se detectan en el campo revolucionario de siempre.
Como es s¨®lo una perogrullada (y por lo tanto no deber¨ªa leerse como vanidad), quiz¨¢ se pueda decir que la v¨ªa adecuada para mejorar esa situaci¨®n consiste en revisar la doctrina para ponerla de acuerdo con una pr¨¢ctica que todos esos movimientos consideran m¨¢s esencial para ellos que algunas formulaciones de su pasado doctrinal. Y tienen raz¨®n: los marxistas radicales, porque lo esencial para ellos ha de ser la voluntad emancipatoria, nada compatible con lo que hoy ser¨ªa una guerra mundial; los cristianos por el socialismo (no s¨®lo los que hoy militen en CPS), porque en su lectura del Evangelio destaca presumiblemente m¨¢s el "No matar¨¢s" (e incluso otras m¨¢ximas m¨¢s positivas y efusivas) que el "Yo no he venido a traer la paz" tan usado y abusado por los seudodem¨®cratas belicistas del centro y el este de Europa, cegados por su explicable inquina contra sus dominadores.
'Desencanto' y cinismo
Es muy importante, particularmente en la confusa situaci¨®n ideol¨®gica de nuestros d¨ªas de desencanto y cinismo, que las organizaciones marxistas radicales se mantengan dentro del frente por la paz, sin protagonismo que ahuyente a buenos luchadores, pero sin disimular la dignidad de su pasado de luchas por la libertad de los oprimidos ni su capacidad de enlazar la lucha por la paz con la emancipaci¨®n social, fundament¨¢ndolas rec¨ªprocamente la una por la otra.
Esas organizaciones est¨¢n llamadas a mantener, a trav¨¦s de una conceptuaci¨®n marxista la perspectiva emancipatoria. Por esa importancia que tiene su presencia, el fundamentalismo en que caen a veces y sus reticencias son mucho m¨¢s fecundas y mucho menos peligrosas que las paralelas manifestaciones entre los disidentes fundamentalistas del centro y del este de Europa.
No es que carezcan de verdad y de importancia muchas de las reivindicaciones de esas personas del ¨¢rea de influencia rusa. Es sobre todo verdad su afirmaci¨®n de que no se puede fundar una paz duradera, m¨¢s arraigada que la imprescindible, pero insegura, no guerra, si no es consiguiendo la reunificaci¨®n de Alemania y la libertad pol¨ªtica para los pueblos del centro y el este de Europa. (Como las voces que llegan no son alemanas, ni polacas, ni b¨¢lticas, sino principalmeente checas y eslovacas, no a?aden algunos requisitos obvios de una paz s¨®lida en Europa, rel¨¢tivos a otras naciones.)
Pero con s¨®lo eso (y en ello se agota la doctrina de los disidentes fundamentalistas del este y el centro de Europa) no basta (puestos a ser fundamentales): pues esa soluci¨®n nos retrotrae simplemente al mapa de Estados belicosos de la Europa de entreguerras.
La perspectiva de los inovimientos marxistas cl¨¢sicos, incluso cuando peca ella tambi¨¦n de fundamentalista, es menos peligrosa porque no procede sobre la base de una provocaci¨®n premeditada del Ej¨¦rcito sovi¨¦tico, como lo hacen algunos disidentes del centro y del este de Europa, declaradamente partidarios de acciones militares contra la URSS; y es m¨¢s fecunda porque no se contenta con volver al status quo ante que tuvo consecuencias tan siniestras.
Probablemente lo que haya que desear sea que esos rnovimientos superen la escisi¨®n o desarmon¨ªa que hay entre su doctrina de la guerra y la pr¨¢ctica que hoy llevan a cabo, asimilando en alg¨²n grado el motivo pacifista y el motivo antimilitarista.
Este art¨ªculo de
Babelia
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