Ni me callo ni otorgo
El tranquilo verano se ha visto perturbado por la llamada pol¨¦mica Arzallus-Bandr¨¦s. He permanecido en silencio voluntario esta ¨²ltima semana, y parece llegado el momento de explicar p¨²blicamente mi conducta.Es importante recordar el origen de la discusi¨®n. El pretexto es mi respuesta a una periodista sobre la posibilidad hipot¨¦tica de mi pertenencia al PNV. Contest¨¦ que en ese partido no cre¨ªa que me fuera posible respirar. Puedo asegurar que, como es natural, dir¨ªa lo mismo de cualquier otro partido pol¨ªtico distinto del m¨ªo propio.
En un estilo abrupto, Arzallus replica con una agresividad y una virulencia evidentemente desproporcionadas. Es como un navajazo dial¨¦ctico. Un pu?etazo inesperado en plena mand¨ªbula. Creo que sus palabras son conocidas. En transcripci¨®n libre, podr¨ªan ser las siguientes: "Usted, aqu¨ª, en Euskadi, no tiene aire para respiar. Como usted no es PNV ni VIB , no es nacionalista. Hasta se ha atrevido a mandar a sus hijos al Liceo Franc¨¦s. Usted solamente es marxista y eurocomunista, y hasta hace poco ha convivido a gusto con la violencia".
Quienes conocen el que hacer pol¨ªtico de Arzallus me han asegurado que Maquiavelo fue un ni?o de coro comparado con ¨¦l. Seguro que exageran. Si es as¨ª, yo retiro mi comparaci¨®n con el c¨¦lebre florentino, y todos en paz. No quiero nuevas pol¨¦micas.
Pero lo cierto es que Arzallus -cuya inteligencia reconozco debi¨® de darse cuenta de que con sus palabras her¨ªa profunda e innecesariamente los dos objetivos a los que he dedicado fundamentalmente mi vida y han orientado toda mi actividad pol¨ªtica y hasta profesional: la paz entre los vascos y el autogobierno de Euskadi.
Es entonces cuando yo hice p¨²blica mi verdad. Verdad que se refiere a tiempos ya felizmente pasados, porque lo cierto es que, fueran como fueran las cosas, todos los polimilis de s¨¦ptima est¨¢n tranquilamente en sus casas -honrosamente, sin delaciones, sin claudicaciones, sin ninguna clase de humillaci¨®n-, y los octavos, o est¨¢n en libertad o esperan en la c¨¢rcel el indulto que vendr¨¢ a anunciarles cualquier d¨ªa un senador del PNV.
Yo sab¨ªa que mi verdad iba a doler. Y, lo que es peor, que iba a ser aprovechada por quienes menos derecho tienen a ello, los eternos pescadores de aguas revueltas, los que, sin problemas morales, se instalaron o connivieron en o con el franquismo y que ahora, erigidos en ¨¢ngeles guardianes, no tienen inconveniente en abrirnos y cerramos a su gusto -a los Arzallus y a los Bandr¨¦s- las puertas del para¨ªso democr¨¢tico. A ¨¦stos es preciso recordarles que su actitud antidemocr¨¢tica de anta?o les impide mediar en esta pol¨¦mica.
Pero prefer¨ª los inconvenientes de la verdad -de mi verdad- al silencio que supon¨ªa la admisi¨®n de la vergonzosa sentencia que me negaba el aire puro en mi propia patria.
El nacionalismoY es que Arzallus y quienes piensan como ¨¦l tienen que comprender que nosotros, en materia de abertzalismo, no admitimos ni prop¨®sitos ni definidores generales.
En este pa¨ªs existe una tendencia irrefrenable a entender el nacionalismo en clave teol¨®gica.
Por un lado, la iglesia institucional y jer¨¢rquica, fuera de la cual no existe salvaci¨®n. Se tratar¨ªa del PNV de Arzallus.
Por otro, los cristianos d¨ªscolos, los pecadores. No cumplen bien los mandamientos, pero vuelven y son absueltos de sus pecados de juventud. !Ellos tambi¨¦n perdonan a su madre, la iglesia, su excesivo conservadurismo, su rigidez y su intransigencia. Porque, al fin y al cabo, es la madre. Pueden ir juntos a muchos sitios. Desde luego, a misa, y tambi¨¦n a los ayuntamientos. Ser¨ªan los de HB.
Luego, los heterodoxos. Los protestantes. Los reformadores, aunque algunos les llamen reformistas. No reconocen la jerarqu¨ªa. No se confiesan. Son socialistas, est¨¢n condenados- sin remedio. No tienen salvaci¨®n. Ser¨ªamos nosotros, los de EE.
Naturalmente todos los dem¨¢s -PSOE, CP, PC, etc¨¦tera- ser¨ªan simplemente infieles- No pertenecen a la cristiandad. Ni siquiera se comprende qu¨¦ hacen aqu¨ª. Su verdadero sitio estar¨ªa m¨¢s all¨¢ del Ebro.
Este sentido de la abertzaleidad (tan parecido al concepto de hispanidad difundido tambi¨¦n por un vasco) no puede ser admitido por nosotros. Y se comprende muy bien que Arzallus nos niegue el pan y la sal del nacionalismo precisamente porque hemos definido nuestro abertzalismo en t¨¦rminos de modernidad que nada tienen que ver con imprecisos derechos hist¨®ricos y s¨ª con la voluntad actual de la gran mayor¨ªa de un pueblo. Por eso estamos satisfechos de ser heterodoxos, porque luchamos por un nacionalismo democr¨¢tico, integrador, respetuoso, abierto y solidario que hace realidad la afirmaci¨®n de que es vasco quien vive en Euskadi y que este postulado, sinceramente sentido y practicado, deja de ser una f¨®rmula de ciertos manuales para campa?as electorales.
Adem¨¢s habr¨¢ que recordar a los flojos de memoria que mi partido, y yo en su nombre, en el de bate constitucional, defendimos la autodeterminaci¨®n y votamos a favor de ella, mientras Arzallus, con la derecha e izquierda espa?ola, votaba en contra de este derecho inalienable e imprescriptible de todos los pueblos, sin excluir el nuestro.
En cuanto a las ikastolas, no valen maliciosas generalizaciones. Yo estuve hace 15 a?os con tra un modelo de escuela parroquial que reflejaba una sociedad vasca capaz de excluir cultural mente a un Gabriel Aresti, del que ahora todos presumimos. Mi partido sabe muy bien lo que quiere: una ikastola que sea es cuela p¨²blica, euskalduna, laica, gratuita, plural e integradora.
Respecto a la violencia y a la lucha armada, es notorio que muchos militantes de EE pertenecieron a ETA durante la lucha contra la dictadura. Considero hoy un honor tenerles como compa?eros de partido como consider¨¦ ayer un honor defenderles ante los tribunales especiales en aquellos tiempos.
Jam¨¢s me ha consultado nadie sobre si deb¨ªa disparar o no. Si me lo hubieran preguntado, hubiera contestado, entonces y ahora, que no. He dicho y repito que existen muchas razones por las que estar¨ªa dispuesto a morir, pero ninguna por la que pudiera matar. Mis ¨²nicas armas han sido mi toga y los c¨®digos. Mis manos, puedo decirlo muy alto, no est¨¢n ensombrecidas por la muerte, y s¨ª, en cambio, enriquecidas por las vidas a cuya salvaci¨®n contribu¨ª con mi trabajo pol¨ªtico y profesional.
La violencia
Pero comprend¨ª entonces y comprendo ahora que el recurso a la violencia es leg¨ªtimo cuando a una comunidad (clase social, pueblo o minor¨ªa de cualquier signo) se le niegan sistem¨¢ticamente los derechos que son las se?as de identidad de su condici¨®n humana. Por eso EE encontr¨® justificaci¨®n pol¨ªtica a la lucha de ETA hasta el d¨ªa en que a Euskadi lleg¨® la democracia, que no fue el 15 de junio de 1977 ni el 6 de diciembre de 1978, como en el resto del Estado, sino el 25 de octubre de 1979, cuando el pueblo vasco acept¨® mayoritariamente, en refer¨¦ndum, el Estatuto de Guernica y concret¨® el grado de autogobierno deseado y posible en tal momento hist¨®rico.
Hoy, el PNV y EE mantienen una gran coincidencia sobre la naturaleza perjudicial de la violencia en Euskadi -lucha armada, actividades incontroladas y torturas- y sobre los medios para superarla: respeto escrupuloso a los derechos humanos, desarrollo generoso y amplio del estatuto, negociaci¨®n y di¨¢logo. Hay mucho camino que recorrer todav¨ªa, y EE quiere contribuir a la construcci¨®n de esa Euskadi que tanto amamos. Pero se nos debe aceptar tal como somos. Con nuestra claridad, con nuestra franqueza, diciendo las mismas cosas aqu¨ª y en Madrid, diciendo las mismas cosas en p¨²blico y en privado, con nuestra verdad, a veces amarga. Como somos.
El resto de los infundios que han rodeado la pol¨¦mica no merecen m¨¢s que nuestro desprecio, lo que ser¨ªa mejor, nuestra invitaci¨®n a formular la correspondiente denuncia ante el juzgado, lo que agradecer¨ªamos hiciera Joseba Azc¨¢rraga o cualquiera de quienes vienen repitiendo sus insinuaciones, y as¨ª no tendr¨ªan necesidad de reproducirlas cada vez que se acerca una nueva campa?a electoral.
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