Algo sobrevive
Enrique Jardiel Poncela fue un autor dificil. Ten¨ªa brillant¨ªsimas intuiciones, un sentido de la ruptura del teatro de rutina y una noci¨®n del absurdo que apenas hab¨ªa apuntado todav¨ªa en el mundo; y la larga herencia de siglos de teatro c¨®mico espa?ol, con sus figurones, sus graciosos, la simetr¨ªa burlona entre los personajes idealistas y los grotescos, y la acumulaci¨®n del cine que entonces, casi reci¨¦n llegado, fascinaba y abr¨ªa maneras nuevas de narrar. Ten¨ªa, tambi¨¦n, una obsesi¨®n t¨¦cnica y de perfeccionismo que se lo fue comiendo vivo: necesitaba justificar, cuadrar, terminar los arduos problemas que se planteaba a s¨ª mismo. Viv¨ªa, por su ¨¦poca, una contradicci¨®n entre disparate y realismo.En Los ladrones somos gente honrada (1941) hay algunas de esas intuiciones, como la de los personajes toscos que contemplan toda la acci¨®n, representando en parte a los espectadores; o la forma de los relatos de antecedentes con un verbo entonces nuevo; o la acumulaci¨®n de peque?os misterios para crear un clima de enigma; o los cambios repentinos de identidad de los personajes. Lo que ha envejecido es la t¨¦cnica. En casi medio siglo el p¨²blico ha recibido un alud de signos y de informaci¨®n que ha cambiado la manera de narrar. Jardiel reiteraba hasta lo infinito las se?ales -dialogadas o de situaci¨®n- para que un p¨²blico acostumbrado a otro teatro entendiese el enigma, lo fuera siguiendo paso a paso y hallase una satisfacci¨®n en que no hab¨ªa un cabo suelto. Hoy todo esto no hace falta, y tira en el sentido inverso -hacia atr¨¢s, continuamente hacia el comienzo, m¨¢s que hacia el desenlace- de la obra. Esto hace que en la representaci¨®n actual de Los ladrones somos gente honrada haya una desigualdad considerable entre los momentos brillantes, francamente c¨®micos, incluso bien explotados por sus int¨¦rpretes m¨¢s brillantes -Garisa, naturalmente, y Jos¨¦ Luis S¨¢nchez, y Gracita Morales-, y las largas y aburridas escenas que hoy parecen de relleno o de excesiva angustia del autor; y que incluso la explicaci¨®n de la sucesi¨®n de enigmas no importe nada. Hoy se ve el argumento -en este tipo de obras sin profundidad- como un pretexto para el lenguaje y el estilo y no como una necesidad de narraci¨®n.
Los ladrones somos gente honrada
De Enrique Jardiel Poncela (1941). Int¨¦rpretes: Vicente Parra, Juli¨¢n Navarro, Antonio Garisa, Jos¨¦ Luis Saiz, Mar¨ªa Garral¨®n, Charo Soriano, Luis Manuel Guerrero, Tino Mart¨ªn Villa, Pedro Pablo Su¨¢rez, Gracita Morales, Enrique Ciurana, Pepa Ferrer, Jos¨¦ Cerro, Antonio Duque, Mar¨ªa Bego?a, Jos¨¦ Nodar, Luis Manuel Guerrero, Amparo Gimeno, Carlos Soldevilla, Pedro Pablo Juare, Mercedes Borque. Escenograf¨ªa y figurines de Alfonso Barajas. Direcci¨®n: ?ngel F. Montesinos.Teatro del Centro Cultural de la Villa de Madrid, 19 de septiembre.
Pod¨ªa haber sido suplido todo ello quiz¨¢ por una amorosa y cuidada mano que lo evitase y lo acelerase, por un ritmo muy r¨¢pido en la representaci¨®n, por un fuego de artificios que no dejase lugar al apoltronamiento del espectador. No ha sucedido as¨ª. Jardiel dirig¨ªa ¨¦l mismo sus obras -en este caso, con Manuel Gonz¨¢lez, gran actor- y ayudaba a desentra?arlas, y daba el apremio necesario. Montesinos, que dirige esta versi¨®n, est¨¢ dominado por la letra del texto, por el af¨¢n de la reconstrucci¨®n y por la dificultad de mover 18 personajes, ejercicio ¨¦ste para el que ya hay poca costumbre porque el teatro, por razones econ¨®micas -que han servido tambi¨¦n para inventar otras formas de lenguaje-, se ha reducido y se ha simplificado. Le ayuda, eso s¨ª, la amplitud del escenario, muy bien aprovechado por Alfonso Barajas, que ha sabido hacer hospitalario y con buena est¨¦tica el trabajoso espacio del Centro Cultural.
El p¨²blico del Centro Cultural ri¨® escenas sueltas, frases, situaciones; aplaudi¨® los decorados y a la compa?¨ªa y la direcci¨®n. Gran parte de ese p¨²blico era de supervivientes y admiradores de Jardiel, pero, de todas formas, la vigencia de gran parte de la obra y la muestra de sus posibilidades qued¨® clara.
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