Los tres v¨¦rtices del tri¨¢ngulo socialista
Michel Rocard y Laurent Fabius est¨¢n unidos por su ambici¨®n de llegar al El¨ªseo, y Lionel Jospin s¨®lo aspira a mantener un PS s¨®lido y de izquierda
ENVIADA ESPECIALMichel Rocard tiene claro desde hace m¨¢s de 10 a?os cu¨¢l es su gran ambici¨®n: llegar a ser presidente de la Rep¨²blica Francesa. Virtudes para ello no le faltan: es el pol¨ªtico m¨¢s popular de la izquierda, posee una s¨®lida formaci¨®n intelectual, es un buen economista y tiene una personalidad fuerte y atractiva. Pero, seg¨²n sus enemigos, nunca conseguir¨¢ instalarse en el El¨ªseo porque le falta el don de la paciencia y le pierde la prisa. El congreso de Toulouse es su gran oportunidad para demostrar que ha aprendido a morder el freno y para conseguir algo que siempre le ha fallado, el apoyo de su propio partido, el PS.
Rocard tiene 55 a?os, est¨¢ casado, con dos hijos, y es peque?o, delgado y nervioso. Todo el mundo, incluida la derecha, reconoce que es un hombre con ideas -pro cede de la famosa ENA y es inspector de finanzas- y un intelectual agudo. Ya cuando era boy scout, sus compa?eros de campamento le apodaban el h¨¢mster erudito. Su carrera pol¨ªtica, sin embargo, est¨¢ m¨¢s marcada por errores y ausencias que por grandes operaciones estrat¨¦gicas. Su gran equivocaci¨®n fue intentar controlar el PSU, cuando la historia, como dicen los franceses, se estaba haciendo en el congreso de Epinay (1971), en el que se reestructur¨® el PS y se lanz¨® la figura de Fran?ois Mitterrand. La vieja guardia socialista nunca se lo ha perdonado, como tampoco el que se lanzara a la carrera presidencial en 1980 sin esperar a saber si Mitterrand iba a ser candidato, un paso en falso que. tuvo que rectificar apresuradamente, pero que todav¨ªa pesa sobre su imagen.
"Michel se ha equivocado en ocasiones", admiten sus seguidores, "pero tambi¨¦n es el hombre que ha conseguido permanecer en los niveles m¨¢s altos de popularidad y convertirse en un elemento clave de la vida pol¨ªtica francesa, alguien con quien hay que contar". Su popularidad, reafirmada una y otra vez en los sondeos, se basa en su imagen de hombre moderno y en su discurso no dogmatico. Rocard es el s¨ªmbolo, para los franceses, de una socialdemocracia europea, de un socialismo a" la alemana o a la espa?ola, contrario a las nacionalizaciones y part¨ªdario de un Estado que anime a la empresa privada y no pretenda ser protagonista econ¨®mico, sino ¨¢rbitro.
Michel Rocard cree que, esta vez s¨ª, ha llegado su hora. Con las manos libres -dimiti¨® la primavera pasada como ministro de Agricultura-, se prepara para lo que considera el asalto definitivo al El¨ªseo. "Esta vez pretende ir paso a paso",. prosigue un portavoz de su corriente, "y lo primero es lograr que el partido le acepte como el mejor candidato posible a la presidencia, por delante de su m¨¢s directo competidor, el primer ministro Fabius". Para ello, Rocard, que ha llegado a Toulouse reforzado por el 28,6% de los votos de los delegados, se esfuerza en no irritar al congreso y en negociar con el primer secretario, Lionel Jospin -aunque sea renunciando moment¨¢neamnte a la brillantez-, una s¨ªntesis lo suficientemente ambigua como para que no haya vencedores ni vencidos. "El PS tiene ahora qu¨¦ tragarle", a?ade uno de sus amigos; "ya no somos una corriente marginal. Poco a poco, y desde la direcci¨®n colegiada, iremos imprimiendo las reformas necesarias". Seg¨²n sus c¨¢lculos, la campa?a electoral reforzar¨¢ la popularidad de su jefe y le colocar¨¢ en una posici¨®n privilegiada para lograr en 1988 la investidura del partido como candidato a las presidenciales. "Rocard quiere ser un candidato apoyado por un gran partido, y no un personaje independiente y solitario". A menos que una. vez m¨¢s se haya vuelto a equivocar y se encuentre entonces con que Fran?ois Mitterrand se presenta a un nuevo mandato o pone todo su peso en la balanza para apoyar a Laurent Fabius.
Un adversario temible
Fabius es un aut¨¦ntico fen¨®meno en el mundo de los partidos pol¨ªticos franceses, un mundo en el que hay que luchar durante a?os para hacerse con un lugar en ¨¦l sol y armarse de paciencia para recorrer el sinuoso camino que lleva al poder. En menos de un a?o y medio, es decir, desde que Fran?ois Mitterrand lo nombr¨® primer ministro, este abogado de 39 a?os, de aspecto fr¨¢gil y ojos tristes, ha lo,grado convertirse en un peso pesado, un hombre popular a derecha y a izquierda, que, salvo cat¨¢strofes, ser¨¢ un temible adversario para cualquiera que aspire a suceder a Mitterrand en 1988.
"Fabius es una pompa de jab¨®n. Reventar¨¢ en cuanto el presidente de la Rep¨²blica le retire su apoyo", dicen sus detractores en los partidos de oposici¨®n. Fabius no es en absoluto el militante cl¨¢sico, el hombre surgido de sus filas escal¨®n a escal¨®n, sino un meteoro que pronuncia pocas veces la palabra socialista y menos a¨²n acepta definirse como izquierda. "Su aut¨¦ntico peso", explican los miembros del aparato del partido socialista, "se sabr¨¢ el d¨ªa de las legislativas, cuando contabilicemos votos y sepamos exactamente cu¨¢ntos hemos perdido".
Laurent Fabius no cuenta con una corriente propia en el Partido Socialista franc¨¦s, al contrario que Rocard o que Ch¨¦venement, pero dispone de un buen capital: su imagen moderada y pragm¨¢tica y su formidable capacidad de conectar con la opini¨®n p¨²blica francesa, que lo considera junto con el liberal Raymond Barre y el propio Rocard como uno de los mejores candidatos posibles a la presidencia.
Desactivada, al menos de momento, la bomba de asunto de Greenpeace, el primer ministro, el jefe de Gobierno m¨¢s joven de Europa occidental, se dispone a dar la batalla a Michel Rocard por el apoyo del partido como futuro candidato al El¨ªseo. Pero antes tiene que acabar sin fallos su recorrido en la campa?a electoral.
El ¨²nico sin aspiraciones
El ¨²nico de los protagonistas del congreso de Toulouse que no parece tener la ambici¨®n de ocupar un d¨ªa el El¨ªseo es Lioriel Jospin, de 48 a?os. Su obsesi¨®n es conseguir que el Partido Socialista, aunque pierda las elecciones le-
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gislativas dentro de cinco meses, siga siendo el primer partido del pa¨ªs y el s¨ªmbolo de la izquierda francesa.Jospin tiene aspecto f¨ªsico de vedette, alto y atl¨¦tico, pero es una antiestrella. "Si no se prestara precisamente ahora a equ¨ªvocos tontos", afirma un delegado rocardiano, "yo comparar¨ªa a Rocard con Dustin Hoffman y a ¨¦l con Rock Hudson, con el Hudson de Gigante. Fue un buen actor y un hombre honrado, pero nunca consigui¨® ser una aut¨¦ntica estrella. Lionel, tampoco".
Lionel Jospin no ha sido nunca, en efecto, una estrella, tal vez por voluntad propia. Jospin es militante socialista desde mucho antes que Rocard y Fabius y casi siempre ocup¨® puestos de responsabilidad que no quiso utilizar como trampol¨ªn personal. Cuando sucedi¨® al presidente Fran?ois Mitterrand como primer secretario del partido socialista, en 1981, su principal preocupaci¨®n fue mantener el partido unido, trabajar en el interior y dejar que todos los focos se dirigieran al presidente de la Rep¨²blica, su ¨ªdolo, y a los sucesivos primeros ministros.
"Soy un negociador, alguien que busca el compromiso y no el estallido", reconoce ¨¦l mismo. Su forma de enfocar la pelea con Fabius hace cuatro meses y su actitud frente a Michel Rocard avalan su juicio. Jospin busc¨® un reparto de papeles con el primer ministro -participaron juntos en el primer mitin de la campa?a- e intenta ahora, en Toulouse, encontrar un justo t¨¦rmino entre su propia moci¨®n y la de Rocard. Eso s¨ª, respetando lo que ¨¦l considera la esencia del PS: "Podemos ser un partido socialdem¨®crata, pero no un partiducho de centro-izquierda", dijo textualmente ante los 1.500 delegados del congreso.
Jospin sabe que Rocard necesita la s¨ªntesis, el acuerdo -explica uno de sus leales- y le ha hecho tragar algunas p¨ªldoras, pero a la hora de la verdad ha dejado abiertas las puertas para que el ex ministro de Agricultura crea que puede participar, en buenas condiciones, en la carrera para la nominaci¨®n del PS en 1988. En lo ¨²nico que se ha mostrado intransigente", prosigue su amigo, es en la pol¨ªtica de alianzas tras las legislativas: coalici¨®n s¨ª, siempre que el PS sea la fuerza, mayoritaria y la que imponga sus principios.
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