Uno m¨¢s contra la expulsi¨®n de los saharauis
Deseo que mi voz se sume a las muchas que estos d¨ªas se levantan ante la medida tomada por el Gobierno contra los hombres que, teni¨¦ndose por representantes de un pueblo saharaui, recib¨ªan en este pa¨ªs albergue y consentimiento para sus tentativas de mantener la independencia de aquellas gentes frente a los Estados moros de los contornos.Que la tal medida ha sido un aprovechamiento de ocasi¨®n, m¨¢s descarado de lo habitual en los manejos pol¨ªticos, parece que ha quedado ya bien a la vista: los ataques a unos barcos pesqueros fueron confesadamente resultado del error y la torpeza; y bien triste es que esos incidentes hayan costado vidas (la tristeza de que se pongan armas, autom¨¢ticas encima, en manos que naturalmente se dejen mover por. ellas; y eso no es ni mucho menos exclusiva d-, los militantes del Frente Polisario), pero bien claro se ha expuesto ya que en otros casos similares, en que los agresores eran de Estados serios, no se han tomado medidas similares; y a¨²n a?adir¨ªa por mi cuenta que, cuando una gran empresa, de fabricaci¨®n o de construcci¨®n o de transportes o de lo que sea, ocasiona, como sucede cada d¨ªa, muertes de trabajadores o de autos o de reclutas o de simples ciudadanos, no se procede a expulsar a la empresa de las buenas gracias del Gobierno, que tolera tales cosas como gajes del oficio.
Pero es que en este caso la ocasi¨®n se ha aprovechado para librarse de un compromiso, tomado un tiempo generosamente, que se hab¨ªa venido haciendo algo molesto y que amenazaba con empa?ar el lustre de la amistad espa?ola con los jeques moros, respetables tiranos de sus pueblos.
No se les ocurrir¨¢ pensar a los lectores que tenga yo especial empe?o en la constituci¨®n de un nuevo estat¨ªculo africano, montado sobre los bravos pobladores de la costa saharaui y las l¨ªneas delimitadoras del antigua S¨¢hara espa?ol: si las patrias eran malas, los Estados son peores; aunque ciertamente, como opinaba el arcipreste injustamente de las mujeres, cuanto m¨¢s peque?os, menos mal. Pero es que ¨¦ste de los saharauis tiene la gracia de que no est¨¢ constituido todav¨ªa, mientras que otros, como el de Marruecos, est¨¢n constituidos, aunque sea en la mezcla m¨¢s revulsiva de la tiran¨ªa arcaica con la pedanter¨ªa progresada, y llevan decenios sometiendo a las gentes de sus tierras a la miseria que resulta de la combinaci¨®n de ambos ideales de dominio. Y puesto que ese pu?ado de hombres de las costas del S¨¢hara hab¨ªa tenido el buen gusto de no querer dejarse incorporar a semejante modelo de se?or¨ªo estatificado, parece que un resto de pol¨ªtica nobleza y delicadeza aconsejaba ayudarles, siquiera fuese discretamente, en su contienda por no conformarse a tales planes de imperios y miserias (de que imperio y miseria son cosas bien avenidas tenemos ac¨¢ en Espa?a una larga historia para hacer la demostraci¨®n); y aunque no fuera m¨¢s que por un pol¨ªtico remordimiento de conciencia, por tratarse de las resultas de una ocupaci¨®n o posesi¨®n espa?ola en aquella costa, tambi¨¦n a ese remordimiento hab¨ªa que hacerle justicia: pues en tanto que Espa?a siga siendo Espa?a, justo es que las nuevas Espa?as apenquen con los pecados de las anteriores. Pido, pues, con otros muchos, que vuelva el Gobierno a dar hospitalidad y apoyo a los saharauis que lo requieran, y sobre todo, que se deje de adular y bailarles el agua a los jeques moros bajo los que padecen pueblos que tambi¨¦n antes padecieron la posesi¨®n o protectorado de Estados europeos.
Ay, es verdad que en este mundo, quienes m¨¢s, quienes menos, todos cargamos con la lacra, imbuida en los resortes de las almas y dura de desenconar, de haber sufrido durante siglos el dominio de una religi¨®n sublime y salvadora, sea el islam o el catolicismo o la reforma puritana. Pero se dir¨ªa que al Estado espa?ol ya le basta con tener que hab¨¦rselas con los resabios de nuestra propia fe imperial que por ah¨ª queden, para tener adem¨¢s que hincar, por un lado, la rodilla ante la gigantoide empresa estatal desarrollada en Norteam¨¦rica por el evangelio del trabajo, el ¨¦xito y el dinero, y encima, por el otro lado, hacer zalemas a los agriados residuos de las hordas imperiales del islam.
?O es que el Estado espa?ol no se siente todav¨ªa lo bastante fuerte para amparar a los desvalidos y hacer frente a los estultos, por lo menos a los de menor calibre?
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