Una pel¨ªcula como las de antes
A la p¨¢lida luz de la luna es una comedia cuya acci¨®n transcurre ahora, pero nos es contada desde el futuro, recurso de extra?amiento que permite centrarse directamente en lo que hay de m¨¢s parad¨®jico en la realidad descrita vista desde una l¨®gica que se pretende superior, m¨¢s racional. Lo cierto es que este distanciamiento temporal s¨®lo se nota -porque hay voluntad de explicitarlo- en las secuencias iniciales, cuando una voz en off convierte en pasado lo que vamos a ver y solicita de los espectadores una cierta complicidad, advirti¨¦ndoles de la conveniencia de re¨ªrse de s¨ª mismos.Este segundo largometraje de Gonz¨¢lez Sinde -el primero, ?V¨ªva la clase media!, choc¨® con un error de oportunidad- es heredero de un cine espa?ol asesinado, m¨¢s o menos esperp¨¦ntico, que durante los a?os cincuenta y sesenta proporcion¨® a la cinematograf¨ªa del pa¨ªs algunos de sus mejores t¨ªtulos. Son filmes corales, poblados de p¨ªcaros a los que se permite existir porque son simp¨¢ticos, sin darse cuenta de que su sola presencia destruye la modernidad de la superficie y muestra cu¨¢les son las bases reales de una sociedad en la que son contempor¨¢neos los centros de inform¨¢tica con uno de los ¨ªndices de lectura m¨¢s bajos de Europa.
A la p¨¢lida luz de la luna
Director: Jos¨¦ Mar¨ªa Gonz¨¢lez Sinde. Int¨¦rpretes: Jos¨¦ Sacrist¨¢n, Fiorella Faltoyano, Emilio Gut¨ª¨¦rrez Caba, Mar¨ªa Luisa San Jos¨¦, Agust¨ªn Gonz¨¢lez, Esperanza Roy, Luis Escobar, Rafael Alonso, H¨¦ctor Alter¨ªo, Luis Garc¨ªa Berlanga, Violeta Cela y Miguel Rell¨¢n. Gui¨®n: Jos¨¦ Luis Diblidos y Jos¨¦ Mar¨ªa Gonz¨¢lez Sinde. Fotograf¨ªa: Hans Burman. Estreno en Madrid, cine Coliseum.
En A la p¨¢lida luz de la luna, Jos¨¦ Sacrist¨¢n es un personaje escapado de alguna pel¨ªcula de Berlanga, un eterno so?ador que nunca ve cumplidos sus sue?os de riqueza y acaba por implicar en sus trapisondas a gentes que ya hab¨ªan conseguido abandonar la Espa?a castiza.
Comedia amable
Es una comedia amable en la que hay buenos gags -el de la tuna o el de Agust¨ªn Gonz¨¢lez de romero casero, por ejemplo-, y cuyo entramado de historias paralelas que se entrecruzan funciona satisfactoriamente. Los actores est¨¢n elegidos en funci¨®n de la imagen que tenemos de ellos, es decir, utilizados en su pr¨¢ctica totalidad como actores de car¨¢cter, lo que es un acierto porque favorece la credibil¨ªdad del g¨¦nero. La realizaci¨®n procura ser invisible, utilizando el lenguaje como una gram¨¢tica neutra, objetivo que s¨®lo logra a medias, tanto porque hoy el clasicismo narrativo tiene tras de s¨ª a?os de cuestionamiento y un inevitable deslizamiento hac¨ªa el manierismo como porque algunos de los elementos utilizados -actores no profesionales, exteriores simplificados...- no est¨¢n a la altura de las necesidades de la comedia.Pero la mejor demostraci¨®n de que Sinde busca rodar una comedia como las de antes nos la proporciona su manera de filmar Madrid. Esos planos generales que punt¨²an la acci¨®n son, a un tiempo, id¨¦nticos y lo contrario de los captados por Garci para sus dos entregas de El crack. Si Garci filma Madrid como si fuese Nueva York y consigue que parezca Albacete, Gonz¨¢lez Sinde busca convertir el mismo paisaje urbano en una capital para Rinconetes modernos y logra que sea Madrid, con lo cual la pel¨ªcula se adecua mucho mejor, al que era su destino de cr¨®nica de costumbres, en la l¨ªnea tradicional de Jos¨¦ Luis Dibildos, cuyas producciones han logrado constituirse en una mirada coherente sobre la Espa?a de los ¨²ltimos 30 a?os, al mismo tiempo que los propios filmes son un fiel reflejo de un gusto medio, r¨¦plica educada y cuidadosa de una empresa de la que Ozores es la cara grosera.
Los l¨ªmites del proyecto Dibildos son bien conocidos, pero eso no impide que A la p¨¢lida luz de la luna est¨¦ entre los pocos logros de la esforzada pol¨ªtica cinematogr¨¢fica estatal.
Babelia
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