M¨²sica para llegar a fin de a?o
Por lo menos en la sesi¨®n de tarde se invirti¨® el orden de actuaci¨®n. Comenz¨® el vibrafonista Milt Jackson, con Monty Alexander al piano, Niels Pedersen al contrabajo y Ed Thigpen a la bater¨ªa Monty Alexander ser¨¢ todo lo desigual que quieren algunos, pero es un acompa?ante perfecto, siempre oportuno y atento a rellenar huecos; a Niels le vimos la mejor actuaci¨®n de las muchas que ha tenido ¨²ltimamente por aqu¨ª, y Ed Thigpen..., bueno, es Ed Thigpen, el mejor bater¨ªa que jam¨¢s tuvo Peterson y el hombre que mejor maneja las escobillas del mundo. Pero con ser la r¨ªtmica buena, casi no nos fijamos en ella, porque Milt Jackson, Bags, el Reverendo, estuvo soberano, intratable; despu¨¦s de su versi¨®n de Wave nos pod¨ªamos haber ido todos a casa con m¨²sica suficiente para llegar por lo menos a fin de a?o.Claro, no nos fuimos por aquello de que el espect¨¢culo debe continuar. Y lo hizo con Ernestine Anderson, que cant¨® acompa?ada por Monty, Pedersen y Thigpen, como se presum¨ªa. No es Ernestine una diva, ni siquiera una gran personalidad, pero resulta muy simp¨¢tica y tiene la mejor escuela que una cantante negra puede tener, directamente emparentada con la de Dinah, Washington, mejor cuanto m¨¢s cercana al blues. Cant¨® Ernestine tres temas, y para la repetici¨®n llam¨® a escena a Milt Jackson, que sigui¨® en su l¨ªnea de esa noche y los barri¨® a todos.
Cuarteto de Milt Jackson
Ernestine Anderson. Quinteto de Jimmy Smith.Discoteca Joy Eslava. Madrid, 28 de noviembre.
Y tras el descanso, un quinteto. Bastante desequilibrado, por cierto. Jon Faddis sigue empe?ado en ser Gillespie, aunque su trompeta ya no apunta hacia arriba. Lo que s¨ª se le va a las alturas es la m¨²sica, cosa bastante lamentable, porque en los sobreagudos el hombre desafina much¨ªsimo. Encima quiso hacer la t¨ªpica pieza espa?ola como concesi¨®n al marco, y lo que hizo fue ponerse en plan mariachi. Una verdadera calamidad. Frank Foster, aunque mantuvo la dignidad y contribuy¨® al repertorio con Shiny stockings, una obra maestra, dej¨® claro que no es Stanley Turrentine, el saxo que de verdad se merec¨ªan los otros tres.
Los otros tres eran el organista Jimmy Smith, el guitarrista Kenny Burrell y el bater¨ªa Grady Tate, y cuando se quedaron solos los tres se llevaron aquello a otro mundo. All¨ª, milagrosamente reunido, estaba uno de los mejores tr¨ªos de la historia, un tr¨ªo que hac¨ªa y hace un jazz maravilloso, el jazz con el que quien esto escribe aprendi¨® a amar la m¨²sica de jazz. Cuando les dejaron hacerlo demostraron que no lo han desvirtuado lo m¨¢s m¨ªnimo. Despu¨¦s retornaron Faddis y Foster, invitados o intrusos, y todo termin¨®, propina aparte, con otro tema cl¨¢sico de Jimmy Smith: Back at the chicken shack, de vuelta al gallinero. Pues eso.
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