La epidermis de lo hondo
El amor brujo
Director: Carlos Saura. Gui¨®n: Saura y Antonio Gades. Coreograf¨ªa: Saura y Gades. Fotograf¨ªa: Teo Escamilla. M¨²sica: Manuel de Falla, interpretada por la Orquesta Nacional de Espa?a dirigida por Jes¨²s L¨®pez Cobos. Canciones interpretadas por Roc¨ªo Jurado. Montaje: Pedro del Rey. Decorados y vestuario: Gerardo Vera. Sonido: Daniel Goldstein. Producci¨®n: Emiliano Piedra. Espa?ola, 1986. Int¨¦rpretes: Antonio Gades, Cristina Hoyos, Laura del Sol, Juan Antonio Jim¨¦nez, Emma Penella, La Polaca. Estreno en Madrid: cines Palacio de la M¨²sica y Cid Campeador.
El amor brujo, tal como la ha concebido, elaborado y representado Carlos Saura en forma de cine, es un brillante ejercicio de divulgaci¨®n cultural, que puede y debe convocar a muchos espectadores dentro de Espa?a y probablemente m¨¢s fuera. Unas cuantas pel¨ªculas como esta ser¨ªan agua de mayo para la vieja b¨²squeda del cine espa?ol de mercados ajenos.
El amor brujo es una esmerad¨ªsima producci¨®n. Considerada como mercanc¨ªa cinematogr¨¢fica es excelente. Todo es impecable en ella y no hace falta poner ahora un rosario de nombres, oficios y, tras de cada uno de ellos, una loa: todos los que contiene la ficha que encabeza esta cr¨®nica podr¨ªan entrar en ese rosario, cada uno de ellos pone all¨ª su parte en el todo y estas partes son ajustadas en ese todo sin que ning¨²n engarce chirr¨ªe.
M¨²sica, cante, baile, c¨¢mara, luz, decorado, movimientos de actores y el continuo de todo ello est¨¢n en su sitio. La maquinaria y el oficio est¨¢n perfectamente engrasados. Pero, como ocurre frecuentemente en la industria del cine -sobre todo en la norteamericana- El amor brujo significa mucho m¨¢s como producto industrial que como obra de imaginaci¨®n. Esta buen¨ªsima mercanc¨ªa cinematogr¨¢fica, considerada como cine en sentido estricto, pierde much¨ªsimos quilates.
He aludido antes a los componentes del todo como dignos de alabanza. Pero he omitido uno, nada loable a mi juicio: el gui¨®n, que considero mediocre, hilvanado, p¨¦simamente dialogado y contradictorio con el meollo de lo que quiere representar. Pese a que la mucha habilidad realizadora de Saura. encubre a veces esta insalvable median¨ªa del gui¨®n, hay veces no obstante en que ¨¦sta se abre paso y deja ver que en el fondo del filme hay una muy grave vaciedad dram¨¢tica.
Del rito al documento
El amor brujo es la representaci¨®n -en forma de m¨²sica y de apoyaturas r¨ªtmicas para un ceremonial de amor y muerte- de una forma de tragedia primordial: el exorcismo, el rito tr¨¢gico tribal por excelencia. Pero esta forma de representaci¨®n ritual y su vibraci¨®n tr¨¢gica est¨¢n en el filme s¨®lo cuando de sus sonoridades surge el genio de Falla y este encandila a los bailarines y a quienes, tr¨¢s de la c¨¢mara, con m¨¢s oficio que talento, capturan sus movimientos.
S¨®lo entonces y muy escasas veces en el resto del metraje -como mucho, en la mitad restante de la pel¨ªcula, se pueden contar un par de escenas a la altura del modelo: la boda y Gades y Hoyos observ¨¢ndose bajo la lluvia- hay sabor a la cantera del poema tr¨¢gico. El filme es hondo cuando la hondura de Falla lo inunda y es superficial cuando director y guionistas intentan prolongar esta hondura en escenas de su propio cu?o, disparatadamente inferiores al meollo de las escenas matrices.
Saura y Gades rellenan -para alcanzar, por razones industriales y no art¨ªsticas, la duraci¨®n convencional de un largometraje- con escenas suyas a ese meollo. En estos rellenos hacen documento y, como mucho, un flojo apunte amateur de drama naturalista de arrabal. Documento y drama naturalista son formas nobles del arte de la representaci¨®n. Pero en este arte hay -algunas de ellas, como esta, f¨¦rreas- jerarqu¨ªas y en la c¨²spide de tales jerarqu¨ªas est¨¢, indestronable, la forma ritual de la tragedia genuina.
El amor brujo de Falla es una tragedia genuina, una de las escasas de este siglo. Pero El amor brujo de Saura y Gades, al alimentarse, en la parte inventada por ellos, de materiales formales enormemente inferiores, degradan la materia nutricia que manejan. ?C¨®mo, en ese ¨¢mbito y ese tiempo embrujado creado por la m¨²sica de Falla, se pueden oir conversaciones entre los oficiantes del misterioso rito como las que siguen?
Dice Luc¨ªa: "Siempre ella, la mosquita muerta. ?Qu¨¦ le v¨¦is los hombres a Candelas? Vamos a ver, ?qu¨¦ tiene ella que no tenga yo?". O la misma Luc¨ªa, cuando es invitada por Carmelo a ver el esp¨ªritu de Jos¨¦: "Yo no creo en esas cosas, pero no pierdo nada por ir contigo". Hay muchos penosos coloquios como este en el filme. Pero ?c¨®mo representar un misterio po¨¦tico con evidencias verbales de encuesta suburbana de telediario?.
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