Una exposici¨®n recuerda la historia del cinemat¨®grafo en Madrid
El cin¨¦filo que quiera sentir en sus espaldas la dureza de los bancos de aquellos barracones donde se exhib¨ªan pel¨ªculas a principios de siglo no tiene m¨¢s que subir a la segunda planta del Museo Municipal, en el n¨²mero 78 de la calle de Fuencarral, y entrar al recoleto sal¨®n Bohemia. All¨ª podr¨¢ admirar retazos de la historia del cine espa?ol en sesiones de v¨ªdeo que aderezan un recorrido por las aparatosas c¨¢maras de rodaje, las salas de proyecciones que marcaron ¨¦poca, los fotogramas olvidados y los carteles policromos con sabor a rancio. La muestra El cinemat¨®grafo en Madrid: 1896-1960 permanecer¨¢ abierta hasta finales de abril.
Tres viejas sepulturas que parecen estar esperando una r¨¢faga de aire nocturno, una celda desnuda que aguarda al prisionero que adopte una posici¨®n taciturna sobre el catre... La reproducci¨®n de dos de los escenarios de estudio de la pel¨ªcula El clavo, de Rafael Gil, ponen una nota de realismo en un rinc¨®n de los 600 metros cuadrados que ocupa la exposici¨®n.Una claqueta con la tiza a¨²n reciente y un camerino con el coqueto espejo flanqueado por estampas de la Virgen acercan a¨²n m¨¢s al espectador profano a los bastidores de aquel cine que s¨®lo conoce por referencias.
Carteles de otra ¨¦poca
Aunque lo que m¨¢s familiarle resulta, sin lugar a dudas, es esa colecci¨®n de carteles llamativos inundados de t¨®picos: la pareja de perfil que no acaba de besarse, el rostro sonriente de la tonadillera, el h¨¦roe que parece reci¨¦n salido de las p¨¢ginas de un comic, la familia feliz, los novios formales... Figurines, decorados y fotogramas componen una sucesi¨®n de im¨¢genes que vagamente sugieren otras ¨¦pocas.El cr¨ªtico de cine Augusto Mart¨ªnez Torres recuerda los primeros pasos del cinemat¨®grafo en uno de los folletos editados con motivo de la exposici¨®n. Mart¨ªnez Torres atribuye a un t¨¦cnico de los hermanos Lumi¨¨re que respond¨ªa al pomposo nombre de Promio la paternidad del invento en la capital de Espa?a.
Promio aprovech¨® la festividad de San Isidro de 1896 para dejar at¨®nitos a los madrile?os, que llegaron a temer que aquel inmenso tren que trepidaba por la pantalla acabara tomando cuerpo y arramblara con la concurrida audiencia.
Era la ¨¦poca en que el cine se explotaba como un art¨ªculo de feria y las proyecciones se contemplaban desde butacones de madera al abrigo de improvisados barracones como el del sal¨®n Bohemia, reproducci¨®n fidedigna de un cine de 1908.
Despu¨¦s vendr¨ªan los pabellones de proyecciones, con una decoraci¨®n menos espartana que recordaba a los teatros de variedades y caf¨¦s cantantes. Entre 1906 y 1915 se construyeron ya las primeras salas de proyecci¨®n propiamente dichas, contagiadas del modernismo predominante en la arquitectura. El cine Dor¨¦, inaugurado en 1912, y conocido posteriormente corno palacio de las pipas, pas¨® por uno de los m¨¢s elegantes del momento.
Los ¨¢rboles del Retiro o los puestos del Rastro fueron los protagonistas mudos de las primeras pel¨ªculas madrile?as, entre las que destaca la labor de Benito Perejo. Historias populacheras y versiones adaptadas de los sainetes se llevaron a la pantalla en los a?os veinte, coincidiendo con la inauguraci¨®n de salas como el Real Cinema, obra del arquitecto Teodoro Anasagasti. El cine Monumental, tambi¨¦n de Anasagasti, y el Palacio de la M¨²sica, de Secundino Zuazo, marcaron un hito en la historia de las salas de proyecciones de Madrid.
La influencia de la generaci¨®n de 1898 y de 1927, algunos de cuyos intelectuales fueron cr¨ªticos con el cine y no se dieron cuenta de la influencia que tendr¨ªa en el mundo de la cultura; los problemas para la introducci¨®n del cine sonoro -que los empresarios cinematogr¨¢ficos ve¨ªan como "una moda pasajera"-, o las innumerables versiones de la historia de Luis Candelas y de La verbena de la Paloma, son algunas pinceladas del cine anterior a la guerra civil.
Este per¨ªodo ha sido excluido de la muestra, ya que el Museo Municipal tiene previsto realizar una exposici¨®n monogr¨¢fica sobre el conflicto b¨¦lico en un futuro, debido a la cantidad de material cinematogr¨¢fico, sobre todo documentales, que la guerra produjo, y a lo interesante que resulta confrontar lo producido desde los dos bandos con una perspectiva actual, a los cincuenta a?os de su inicio.
Nuevos cineastas
Despu¨¦s de una etapa difusa, la creaci¨®n del Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematogr¨¢ficas (IIEC), en 1947, abri¨® relativamente las puertas a los nuevos cineastas, amordazados por la f¨¦rrea censura.Aun as¨ª, Luis Garc¨ªa Berlanga (Bienvenido mister Marshall), Juan Antonio Bardem (Muerte de un ciclista), Fernando Fern¨¢n-G¨®mez (El extra?o viaje) o Marco Ferreri (El cochecito), lograron estrenar filmes que combinan el costumbrismo con cierto humor negro que a veces es una rabiosa cr¨ªtica social disimulada en los aspectos cotidianos, con el fin de despistar a esos censores siempre dispuestos a evitar cualquier tipo de cr¨ªtica social.
La otra vertiente, la de la comedia f¨¢cil, est¨¢ tambi¨¦n representada en la exposici¨®n por pel¨ªculas como Las chicas de la Cruz Roja, de Rafael J. Salvia, o Vuelve San Valent¨ªn, de Fernando Palacios. No faltan los carteles de pel¨ªculas que fueron enormemente populares, como Marcelino pan y vino.
La nueva generaci¨®n procedente de la Escuela de Cine o las pretenciosas producciones de Samuel Bronston (55 d¨ªas en Pek¨ªn, El Cid, La ca¨ªda del Imperio Romano), que invadieron durante largos meses los estudios madrile?os e hicieron que por la capital se paseasen actores y actrices m¨ªticos como Sof¨ªa Loren o Ava Gardner, son algunos de los exponentes que cierran una muestra que no entra, quiz¨¢ por la complejidad, a estudiar los ¨²ltimos 25 a?os del cine espa?ol que llevan la impronta de Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.