La tarde feliz
El d¨ªa del santo obsequi¨® a los isidros con una buena tarde de toros la mejor de la feria, y pasaron una tarde feliz. No s¨®lo fue por divina providencia. Los isidros se las ingeniaron para divertirse a tope, all¨¢ cuidados si los toros resultaban bravos o mansos, si las suertes sal¨ªan ortodoxas o al desgaire.
Todo lo daban por bueno, lo mismo cuando Galloso corr¨ªa la mano que cuando aliviaba el natural con el estoque; lo mismo si e toro recargaba en el puyazo, que s brincaba la barrera. Particular mente lo del brinco les divirti¨® horrores.
Los isidros, que abarrotaron la plaza, cuando la abandoban iban jurando que volver¨ªan, por ¨¦stas que volver¨ªan, naturalmente en San Isidro del a?o que viene, que es su fecha. Los taurinos tambi¨¦n estaban que iban a reventar de gozo: "Esa plaza no era plaza. As¨ª debe ser, y as¨ª el p¨²blico, siempre siempre". Despu¨¦s de la corrida, los taurinos, l¨¢grimas como garbanzos en los ojos, estaban emocionad¨ªsimos y llenaban hasta la bandera los hoteles que frecuentan (el bar), dale al g¨¹isqui, que es su medicina, para celebrar lo sucedido. Lo curioso es que, hasta ahora, no quer¨ªan esa plaza ni ese publico alborotado y ruidoso, sino "los silencios de la Maestranza". Bueno, es cuesti¨®n balad¨ª. Dos g¨¹squis m¨¢s, y se habr¨¢n puesto de acuerdo.
Pablo Romero / Galloso, Manili, M
de MaracayCinco toros de Pablo Romero, con trap¨ªo, mansurrones, manejables; 4? de Pe?ajara grande, manso y noble. Jos¨¦ Luis Galloso: tres pinchazos y media baj¨ªsima (protestas); pinchazo y estocada baja en la suerte de recibir (oreja y dos vueltas al ruedo). Manili: pinchazo, estocada y un aviso con retraso (vuelta); pinchazo hondo y descabello (ovaci¨®n y salida a los medios). Morenito de Maracay: pinchazo y estocada (oreja); estocada ca¨ªda (aplausos). Plaza de Las Ventas, 15 de mayo. Sexta corrida de feria.
No falt¨® de nada en la corrida. Orejas, vueltas al ruedo, un soberano par al quiebro, faenas valientes, faenas prudentes, toreo caro y del otro, un toro que salt¨® al callej¨®n. Y, para colmo de la maravilla, bronca al presidente, que es el placer supremo del p¨²blico en una plaza, de toros.
La bronca fue porque no hab¨ªa devuelto al corral al quinto toro, que estaba inv¨¢lido. La verdad es que el pobre inv¨¢lido result¨® ser un torito de bien, atemperado, su miso, un poco bobalic¨®n y se sospecha que tambi¨¦n falto de casta.
La ganader¨ªa de Pablo Romero, si ahora es como ayer, est¨¢ en una fase de bondad que puede abocarla a un inquietante futuro. Hace a?os, los Pablo Romero se ca¨ªan y parece ser que el ganadero meti¨® sabios en su finca para que averiguaran las causas de la invalidez del ganado. En una etapa posterior,ya no se ca¨ªan pero sacaban peligrosa bronquedad. Ahora se vuelven a caer, aunque no tanto tienen nobleza y la amalgaman con reacciones de manso. Lo de tirarse de cabeza al callej¨®n, una de ellas.
Galloso no acababa de creerse la bondad de los Pablo Romero. A fin de cuentas le correspondi¨® el primero, y no dispon¨ªa de suficiente casu¨ªstica para analizar a fondo el estado de la cuesti¨®n. Por si acaso, se, ayudaba con el estoque en los naturales, met¨ªa el pico en los derechazos y no aguantaba las embestidas.
El segundo sali¨® peor, porque carec¨ªa de codicia, met¨ªa la cabezada incierto y se quedaba en la suerte. La faena de Manili, interesant¨ªsima y de niticho m¨¦rito transcurri¨® con exhibici¨®n de un valor y una torer¨ªa crecientes por parte del matador. Aguant¨® parones y tarascadas, porfi¨® y consinti¨®, y acab¨® encelando al Pablo Romero que, en las postrimer¨ªas de la faena, ya se arrancaba en los medios de largo, fijo en el enga?o. Entonces, Manili le administr¨® dos estupendas series de redondos -quieto, relajado, baja la mano-, que levantaron clamores.
Un par al quiebro
Morenito de Maracay le quebr¨® un extraordinario par de banderillas al tercero. No fue una sorpresa, pues uno de los mejores quiebros que se hayan visto en esta plaza lo hizo Morenito hace unos a?os. La categor¨ªa y espectacularidad del par puso al publico exultante y triunfalista, ya para toda la tarde. De manera que si el Pablo Romero era noble y reclamaba un .toreo exquisito, no import¨® que el fen¨®meno de Maracay (Venezuela) se lo hiciera rudimentario, superficial, proclive al circular, alterado de revueltas y todito por la derecha.
El cuarto no era Pablo Romero sino Pe?ajara, grand¨®n, manso y clamorosamente pastue?o. Parec¨ªa evidente, pero Galloso reivindic¨® garant¨ªas plenas, para lo cual aliviaba los naturales ayud¨¢ndose con el estoque, met¨ªa el pico, y amontonaba las suertes como consecuencia de la vertiginosa rapidez con que las produc¨ªa.
Cien pases y dos lunas m¨¢s tarde la boyant¨ªa del toro ya estaba garantizada, el torero tuvo una subida de ilispiraci¨®n, y corri¨® la mano en una ligada serie de derechazos, que pusieron al p¨²blico en pie. Continu¨® por naturales. No los dibujaba curvos, seg¨²n son, sino rectil¨ªneos, pero qu¨¦ m¨¢s daba; la isidrada del tendido no estaba dispuesta a someter la cuesti¨®n a especulaciones metaf¨ªsicas: en el d¨ªa del santo no trabaja, para nada. Y pues su triunfalismo era insaciable, pidi¨® la vuelta al ruedo para el manso, por aut¨¦ntica aclamaci¨®n.
Manili tore¨® con sorprendente finura al quinto, el inv¨¢lido bobalic¨®n. El sexto salt¨® al callej¨®n y manse¨® en varas, pero se fue arriba en banderillas. Morenito le gan¨® la cara con decisi¨®n, aunque tambi¨¦n pas¨® apuros para sortear aquel vendaval de toro, que acomet¨ªa veloz a, todo lo que se moviera en el ruedo. Entre Morenito y el manso -un c¨¢rdeno cuajado, serio, bajo de agujas- surgieron ciertas desavenencias y en toda la faena, larga, deslavazada y reiterativa, no consiguieron llegar a un consenso.
La isidrada, un gent¨ªo ilusionado, proclamaba, calle Alcal¨¢ arriba, que ninguna corrida de la feria ha sido ni ser¨¢ tan buena como ¨¦sta, e ironizaba: "Los entendidos, ja, ja, dec¨ªan que ser¨ªa la peor". No es el caso de don Mariano, que tiene larga experiencia y suele sentenciar: "El toro es como el mel¨®n; nadie sabe qu¨¦ lleva dentro, hasta que lo raja". Se refiere tambi¨¦n a los picadores, claro; sobre todo a aqu¨¦l que agujere¨® al segundo toro por las cercan¨ªas de la culata y, de paso, los desmig¨® e hiz¨® escabeche para empanadillas.
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