Las revelaciones de "Rumboso"
Ante la renovada pol¨¦mica sobre los caballos de picar, dimos ayer una vuelta por la plaza de Las Ventas para cambiar impresiones con Rumboso, un amigo que pertenece a la cuadra de la plaza. Rumboso, un buen mozo de 650 kilos, lleva seis a?os en esto, y en ocasiones nos ha proporcionado datos interesantes sobre los entresijos de la fiesta; a pesar de su dura profesi¨®n suele ser optimista, en ocasiones hasta alegre, y es un gran aficionado. Pero ayer est¨¢ba triste: le hab¨ªan decepcionado los ¨²ltimos hechos producidos entre sus compa?eros de oficio, y consideraba seriamente la posibilidad de pedir la baja. Nos apartamos a un rinc¨®n del establo, y Rumboso, cont¨® sus penas."Lo de la novillada del viernes fue triste", nos dijo. "Al amigo Bolero un toro le peg¨® una cornada de caballo, despu¨¦s le cosieron con una aguja en el patio de arrastre, tumbado en el suelo mientras los monosabios le sujetaban las patas con cuerdas, y se puso alrededor un mont¨®n de humanos mirones, con perd¨®n. La tarde result¨® fatal: los caballos salieron con los ojos menos tapados que de costumbre, y al ver al toro, algunos recularon, dieron la espant¨¢. Y encima, no nos dieron chocolate para merendar, y eso influy¨®".
.?Quieres decir que a los caballos os drogan?".
"A m¨ª personalmente, no, pero a algunos compa?eros s¨ª, para que no se asusten. Lo tienes que denunciar en los peri¨®dicos". Cuando le hicimos saber lo dif¨ªcil que ser¨ªa publicar eso sin una adecuada documentaci¨®n, nos contest¨® que de documentaci¨®n no hab¨ªa nada, que no van a pinchar a un caballo delante de testigos, pero que todo el mundo sabe que se droga a los caballos.
Cambiamos de, tercio, pero no hab¨ªa manera de animarle: Rumboso dijo que est¨¢ decepcionado con la profesi¨®n, con la fiesta, con todo. "Mira", nos dijo mientras compart¨ªamos una manzana, "al contrario de la mayor¨ªa de mis compa?eros, yo me met¨ª en esto por afici¨®n. Nac¨ª en Asturias e iba para el matadero, para carne, pero quise ver las corridas de cerca. Y esto a pesar de mis limitaciones f¨ªsicas: esta enorme cabeza m¨ªa y este cuello r¨ªgido que me impide sentir el mando, y mi forma torpe de trotar, y estas piernas que a veces no me responden. Con este peso servimos para tirar carros pero no para picar; vamos, somos percherones. Y nadie me ense?¨® la doma. Por eso doy tantas vueltas para colocarme en suerte. ?Qu¨¦ se puede esperar de m¨ª?".
El pol¨¦mico peto
"Vosotros tambi¨¦n ten¨¦is el problema del peto", le dijimos, m¨¢s bien para consolarle, pero tuvo el efecto contrario: al nombrarse el peto, Rumboso casi se echa a llorar. "?Ay, mi madre, el peto! Mira, yo quiero salir al ruedo protegido, desde luego, pero ese peto casi es perjudicial para nosotros; limita m¨¢s a¨²n nuestros movimientos. ?C¨®mo me voy a lucir as¨ª? Los primeros petos -me lo dijo un monosabio viejo que es amiguete- proteg¨ªan a los caballos pero les permit¨ªan maniobrar. La suerte de varas era muy lucida y no mor¨ªan los caballos. Lo que pasa es que con el tiempo se fue aumentando el tama?o del peto y ahora es "a muralla. Y claro, la suerte se convierte en una parodia". Rumboso culp¨® de esto. a los picadores, que quieren trabajar con impunidad sobre esta mole, y al contratista, que ahorra dinero porque el caballo dura a?os.
.?Os cuesta trabajo salir al ruedo todos los d¨ªas?", le preguntamos a nuestro amigo.
"Hombre, al cabo del tiempo acabas algo resentido. Sabes que el toro te va a chocar y te cuesta ir adelante. Por eso nos meten los truenos de papel en los o¨ªdos: no s¨®lo no vemos al toro, sino que no lo o¨ªmos. Esto no puede seguir as¨ª, pero nadie hace cumplir el reglamento. ?Qu¨¦ pa¨ªs!".
Cuando preguntamos a Rumboso sobre posibles soluciones, nos habl¨¦ de una reciente conferencia en Madrid del veterinario Antonio S¨¢nchez Belda, especia lista en el tema, y con un poder de concisi¨®n realmente admirable en un equino, explic¨® algunas de las principales conclusiones del doctor: que en 1985 hab¨ªa en Espa?a unos 78.000 caballos de silla, de raza espa?ola o andaluza o sus derivados, mucho m¨¢s peque?os que los percherones y, por tanto, m¨¢s manejables, pero de suficiente tama?o para picar; que estos animales tienen las mejores aptitudes para la suerte de varas; que incluso cuestan menos dinero que el actual caballo gigante. Y que, por tanto, esto de que no existen caballos adecuados es un cuento chino.
En ese momento apareci¨® El Pimpi, el contratista de caballos, y Rumboso se call¨®. Pimpi ten¨ªa cara de pocos amigos, y el periodista se apart¨® de Rumboso, no sea que Pimpi se enfade y le mande a picar a los temibles Victorinos de esta tarde. Preguntamos a Pimpi sobre caballos, pero lo neg¨® todo; dijo que no hay otros animales, y afirm¨® que a los de su cuadra tan s¨®lo se les administra . un tranquilizante", de compra, sin receta en farmacias.
Cuando se alej¨® El Pimpi, le preguntamos a Rumboso qu¨¦ va a hacer si se retira de picar. Contest¨® con una sonrisa, la primera del d¨ªa: "Ya tengo encargado un abono para la pr¨®xima feria. Ahora, con este l¨ªo de la reventa, cualquiera sabe si me lo dan".
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