Tres aspectos de una misma sensibilidad
Frederic Mompou, dijo en una ocasi¨®n que su obra puede dividirse en tres grupos. Uno reunir¨ªa aquellas piezas donde de un modo subjetivo se describe la esencia y la atm¨®sfera del paisaje rural, generalmente de Catalu?a, en contraste con la agitada vida de la ciudad; el segundo estar¨ªa constituido por obras vinculadas directamente con el folclor catal¨¢n, y el tercero englobar¨ªa las inspiradas en el oculto misterio de la naturaleza.Estas tres variantes, sin embargo, no son fruto de distintos per¨ªodos evolutivos, sino que surgen desde un principio en la creaci¨®n de Mompou -para permanecer en ella hasta el final- como tres aspectos de una misma sensibilidad.
La sensibilidad de Mompou se fragu¨®, curiosamente, durante su infancia, cuando en la f¨¢brica de campanas de su abuelo, entre juegos, se impregnaba de resonancias arm¨®nicas hasta quedar sumido en una atm¨®sfera musical. No sorprende, por ello, que muchos a?os m¨¢s tarde, comentando su obra m¨¢s representativa, M¨²sica callada, dijera exactamente: "Esta m¨²sica, m¨¢s que una expresi¨®n da un ambiente expresivo",. Dicho ambiente -tejido arm¨®nico- era, en realidad, la red tendida por Mompou. a la misma m¨²sica para que ella tomara cuerpo, la motivara un paisaje externo o interno, tuviera como objeto la recreaci¨®n de una melod¨ªa popular o la puesta en pr¨¢ctica de un hechizo capaz de penetrar las almas.
Lo cierto es, sin embargo, que toda la m¨²sica de Mompou penetra las almas. De las obras que formar¨ªan parte del primer grupo -ateni¨¦ndonos a la divisi¨®n por ¨¦l propuesta- la atm¨®sfera de nostalgia de sus Impresiones ¨ªntimas (1911), el j¨²bilo del mundo infantil de Escenas de ni?os (1915), el correr del agua y el ta?ido de la campana de Paisajes (1942-1960) o el sentimiento de uni¨®n fusi¨®n espiritual en este caso- que un puente supone (El pont, homenaje a Pau Casais, 1976) no se encarnan en una descripci¨®n, sino que adoptan una forma que despierta un eco interior, como si de la imagen plat¨®nica se tratara.
El proceso que se produce entre la m¨²sica y el auditor, se produce a la inversa entre Mompou y la m¨²sica, cuando se trata de la recreaci¨®n de temas populares. Mompou recibe la imagen pura y aport¨¢ndole su personal soporte arm¨®nico la recrea, la enriquece, le da facetas m¨²ltiples; si bien, de hecho, se trata de facetas de algo que arraiga en lo mismo: un catalanismo esencial -y me refiero a las Canciones y danzas, de las cuales s¨®lo dos, la n¨²mero 5 y la n¨²mero 6, son originales, y una, la n¨²mero 10,- se aparta del tema catal¨¢n-. Este hecho no constituye en absoluto una limitaci¨®n. Mediante este remontarse a la ra¨ªz, Mompou hace lo que todo artista aut¨¦ntico: buscar la forma de expresi¨®n primigenia.
'La segunda raza'
El mismo Mompou, que ya en su juventud, en carta a Blancafort, escribiera que ellos eran "la segunda raza de primitivos", en sti discurso de ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Jorge observaba: "Entre mis propios signos, afirmar¨¦, en primer lugar, el caso curios¨ªsimo que desde mis primeros intentos arm¨®nicos aparece en mi m¨²sica el primitivo ¨®rganum". Y de ¨¦ste dice que cree se remonta a "los or¨ªgenes mismos de la m¨²sica".
Al conocedor de la obra y la filosof¨ªa de Mompou esto no le sorprende en absoluto, ya que ¨¦l, tambi¨¦n desde sus a?os j¨®venes, defini¨® su m¨²sica como un "recomenzar", una vuelta al origen pero con todo el bagaje que la historia ha legado.
Un recomenzar, casi con car¨¢cter de balance, son sus Preludios (1927-1944), por otra parte tan pr¨®ximos, por su lirismo, a la obra de Chopin, a la que rindi¨® homenaje en sus Variaciones sobre un tema de Chopin (1938-1957). Aquel mismo impulso le llev¨®, ya a edad avanzada, a poner m¨²sica a unos textos sobre los que hab¨ªa trabajado en sus a?os j¨®venes, cinco,poemas de Val¨¦ry, culminaci¨®n de sus lieder, entre los que cabe destacar, adem¨¢s, el ciclo Combat del somni (1942-1948), sobre poemas de Jos¨¦ Jan¨¦s.
Esta fidelidad a la vocaci¨®n musical originaria va unida en Mompoti a la fidelidad al piano. Existen, sin embargo, algunas excepciones, como La vaca cega (1978), para coro mixto y ¨®rgano; la ya mencionada El pont, para violonchelo y piano, o el oratorio Improperios, que demuestra que, de haberle interesado ese camino, Mompou hubiera dado obrasan¨¢logas.
El camino de Mompou, sin embargo, era un camino de renuncia, una renuncia a todo aquello que entorpeciera el trayecto hacia la pureza, porque esa renuncia llevaba consigo precisamente las condiciones que,permit¨ªan el nacimiento de aquella atm¨®sfera, aquel ambiente expresivo donde pudiera aflorar la m¨²sica esencial. La exigencia era, pues, de un m¨¢ximo ascetismo, y as¨ª lo expres¨® este m¨²sico, que como nadie entendiera el verso de san Juan de la Cruz, con el que dio nombre a su M¨²sica callada -que con Cants M¨¢gics (1917-1919) y Charmes (1920-1921) constituir¨ªan el tercer grupo de su clasificaci¨®n- al definirla de este modo: "Esta m¨²sica es callada porque su audici¨®n es interna. Contenci¨®n y reserva. Su emoci¨®n es secreta y solamente toma forma sonora en sus resonancias bajo la b¨®veda fr¨ªa de nuestra soledad".
Clara Jan¨¦s es bi¨®grafa de Mompou.
Babelia
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