Nunca el toreo fue tan bello
El toreo era el arte de dominar al toro, hasta que Rafael de Paula lo convirti¨® en sinfon¨ªa; ayer, en Madrid. Ahora vuelve el toreo a ser el arte de dominar al toro, porque lo de Rafael de Paula, ayer en Madrid, es irrepetible. Las ver¨®nicas aleteando el capotillo precioso de vueltas azules -de g¨¹erta-jasule-, la media ver¨®nica citando de frente, la brega al cuarto toro-torazo sin permitir que nadie interviniera en la lidia, fueron el preludio de la manifestaci¨®n m¨¢s sublime del arte de torear. Nunca el toreo fue tan bello. Jam¨¢s el toreo, en las d¨¦cadas ¨²ltimas que se recuerdan, alcanz¨® la grandeza a donde lo llev¨® Rafael de Paula con su faena de muleta al toro-torazo, cornal¨®n y astifino, que sali¨®, sobrero, en cuarto lugar.Los ayudados por alto, los redondos, las trincheras, los naturales... S¨ª, el toreo ya inventado, las suertes cl¨¢sicas. Pero en la interpretaci¨®n genial del diestro gitano no surg¨ªan de los propios c¨¢nones de la tauromaquia sino de otro orden, desconocido, que las convert¨ªa en nuevas, y cada pase que desgranaba era una creaci¨®n exclusiva del arte de torear. Qu¨¦ decir del p¨²blico, mientras tanto. El p¨²blico ya se hab¨ªa puesto en pi¨¦ a los primeros compases, aplaud¨ªa, braceaba, gritaba, y cuando parec¨ªa que hab¨ªa agotado su capacidad de asombro, el torero le sorprend¨ªa con nuevas creaciones, que escalibaban las ascuas de aquella obra ardiente.
Buend¨ªa / Paula, Manzanares, Ortega Cano
Cuatro toros de Joaqu¨ªn Buend¨ªa, 1? con cuajo, 2? impresentable, resto terciados, manejables; 4? de Mart¨ªnez Benavides, con trap¨ªo, cornal¨®n astifino y noble; 52 sobrero de Paloma Eulate, inv¨¢lido. Rafael de Paula: cuatro pinchazos y 11 descabellos (bronca); pinchazo, media baja -primer aviso, con retraso-, ocho descabeflos -segundo aviso con retraso- y otro descabeflo (clamorosa vuelta al ruedo y gritos de "?torero!"). Jos¨¦ Mari Manzanares: media (divisi¨®n y sale a saludar), dos pinchazos y dos descabeflos (silencio). Ortega Cano: pinchazo y bajonazo (silencio); pinchazo y bajonazo descarado (pitos). Plaza de Las Ventas, 28 de septiembre. Cuarta y ¨²ltima corrida de feria.
Y la faena segu¨ªa. A la majeza de los naturales hondos suced¨ªan tandas de frente, "tray¨¦ndoselo toreado", "rematando detr¨¢s de la cadera", "ech¨¢ndose el toro por delante en los pases de pecho", que s¨ª, que es cierto; y, si¨¦ndolo, daba lo mismo esa u otra t¨¦cnica, pues la resultante era una explosi¨®n est¨¦tica imposible de medir. Una conmoci¨®n hab¨ªa invadido al diestro genial, que pinch¨® malamente, descabellaba peor -al p¨²blico le tra¨ªa sin cuidado: ten¨ªa el paladar saturado de aromas-, y se march¨® a tablas, demudado, trastabillando por entre una nube de enso?aciones. Deb¨ªa de estar en otro mundo. Dobl¨® el toro y Paula no pudo sino sentarse encima y acariciarle los lomos. Qu¨¦ pasar¨ªa entonces por la mente del torero, a¨²n flotando en lejana galaxia. Dio la vuelta al ruedo entre clamores, continu¨® la corrida, y el p¨²blico no cesaba de tocarle palmas por buler¨ªas.
Voltereta
Todo empez¨® con una voltereta. El primer toro, apenas salir, arroll¨® a Rafael de Paula. Malos principios dicen que quieren los gitanos. Engullida tan de sopet¨®n la palmacristi, ya ten¨ªa el cuerpo a tono para meser la ver¨®nica y todo lo dem¨¢s que hubiera de venir. A lo mejor fue esa voltereta lo que obr¨® el prodigio; a lo mejor fue el sol del encantador oto?o madrile?o que doraba los tejadillos del coso, componiendo una escenograf¨ªa que inspir¨® al esteta. Qui¨¦n sabe qu¨¦ pudo ser.Los toreros que le acompa?aban no le sirvieron ni de coro. Manzanares fue incapaz de ligarle pases a un fraudulento Buend¨ªa, anovillado y de romo pit¨®n -corr¨ªa en los remates, igual que siempre- y al inv¨¢lido sobrero lo mulete¨® con ostentosa desgana, o la fing¨ªa, e hizo bien, pues a ver c¨®mo, donde y por qu¨¦, tras la maravilla.
Ortega Cano no se acopl¨® nada. Despu¨¦s de unas ver¨®nicas de Paula con firma y r¨²brica, acudi¨®, figurera la postura y cernidillo el paso, a enmendarle la plana con unas gaoneras h¨ªbridas. A qui¨¦n se le ocurre. Estos toreros de hoy parece que piensan poco, ?verdad? Estaba naciendo la creaci¨®n del toreo m¨¢s bello nunca visto, y Ortega Cano ni se enteraba. Quiz¨¢ le equivocaron los miedos que Paula hab¨ªa pasado con su primer toro y crey¨® que el espada gitano era enemigo peque?o. Ahora lo ver¨¢ de otra manera, seguramente, y Manzanares tambi¨¦n, si es que consiguieron entender aquello que sucedi¨®. Algo muy grande, muy grande.
Babelia
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