Tesinas
Es muy distinto decir penenes que ayudantes o profesores asociados, como decreta la nueva ley. No imagino yo un oto?o caliente con titulares que hablen de la ira de los profesores asociados o de la rebeli¨®n salvaje de los ayundantes. La voz penene era m¨¢s agresiva, arrastraba ecos contestatarios y aquella infamante categor¨ªa de no numerarios sonaba a injusticia, discriminaci¨®n, racismo, lucha de clases. La desaparici¨®n de los penenes implica un empobrecimiento del lenguaje. Perderemos uno de los m¨¢s populares t¨¦rminos de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, a costa del cual se urdieron tantas esperanzas revolucionarias. La vieja lucha de los penenes por alcanzar la condici¨®n numeraria estuvo estrechamente unida a todas las utop¨ªas radicales de cambio habidas en este pa¨ªs desde finales de los sesenta. No me pregunten c¨®mo diablos se las arreglaban los queridos penenes para hacer coincidir sus deseos funcionariales con el marxismo-leninismo, el mao¨ªsmo, la autogesti¨®n, el guevarismo o el ecologismo; pero as¨ª fue y as¨ª quedar¨¢ registrado en los fasc¨ªculos de historia.Tambi¨¦n perderemos literatura. No es que los penenes escribieran (precisamente en aquella agrafia numantina resid¨ªa su fuerza social), pero hab¨ªan llegado a ser objeto de mucha escritura, formaban parte del costumbrismo literario, eran referencia inevitable de esos escritores que quer¨ªan cambiar el mundo con un art¨ªculo. Por ¨²ltimo, adi¨®s a las tesinas fant¨¢sticas. El mundo universitario espa?ol se divid¨ªa en dos grandes clases: los que una vez redactaron una pl¨²mbea tesis sobre un ser muerto, ritual funerario que garantizaba la c¨¢tedra vitalicia y vacunaba al doctor contra el vicio de la escritura, y los que pensaban escribir una tesina sobre un personaje vivo, pero despu¨¦s nunca ten¨ªan tiempo porque hab¨ªa asamblea, manifestaci¨®n o huelga. Los penenes s¨®lo escrib¨ªan panfletos, pancartas y cosas as¨ª; pero la constante amenaza de sus tesinas de rabiosa actualidad pon¨ªa muy nerviosos a los numerarios necr¨®latras y halagaba la vanidad de los escritores vivos.
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