Pablo G. del Amo: "Hago mi trabajo como complice del director"
Aunque tard¨ªamente, se empieza a reconocer la importancia que ha tenido un montador excepcional como Pablo G. del Amo en unos buenos 150 filmes de los directores espa?oles m¨¢s destacados. La Mostra de Valencia de Cinema Mediterrani le dedica un ciclo de homenaje en el que figuran t¨ªtulos como El espirito de la colmena (1973), de V¨ªctor Erice; La caza (1965), de Carlos Saura; Tasio (1984), de Montxo Armend¨¢riz, y El viaje a ninguna parte (1986), de Fernando Fern¨¢n-G¨®mez. Del Amo comenta que hace su trabajo "como un c¨®mplice del director que sirva de revulsivo".
Nacido en Madrid, Pablo G. del Amo tiene 60 a?os y debe una parte de su gran formaci¨®n intelectual cinematogr¨¢fica a un encuentro fruct¨ªfero pero desgraciado por su causa con el cineasta Ricardo Mu?oz Suay en la c¨¢rcel, donde estuvo condenado por "propaganda ilegal". Por aquel entonces era miembro del Partido Comunista de Espa?a. Con unos conocimientos singulares en un montador, Del Amo ha contribuido a alumbrar muchos de los mejores frutos del cine espa?ol, entre ellos las dos "joyas" -como le agrada calificarlas- de V¨ªctor Erice El esp¨ªritu de la colmena y El Sur.Pregunta. ?Hasta qu¨¦ punto fue importante su estancia en la c¨¢rcel y el aprendizaje cinematogr¨¢fico que tuvo all¨ª?
Respuesta. No creo que la cultura, la informaci¨®n, el conocimiento o el aprendizaje sea innecesario por demasiado. Lo que pasa es que para m¨ª la informaci¨®n a nivel te¨®rico del fen¨®meno de la narrativa cinematogr¨¢fica, y en particular del montaje, me lleg¨® de manos de Ricardo Mu?oz Suay por haber coincidido en la c¨¢rcel con ¨¦l. Yo hubiese preferido no haber tenido esa formaci¨®n te¨®rica por lo que de lamentable tuvo el recibirla en la c¨¢rcel. Pienso que un montador no necesariamente tiene que tener esa formaci¨®n te¨®rica. Si la tiene, mucho mejor, por supuesto. Porque, en definitiva, el montaje como pr¨¢ctica, no como formulaci¨®n te¨®rica, es una profesi¨®n, un oficio, algo con lo que se manipula a partir de un material filmado. Es cierto que yo tengo esa formaci¨®n -y lo digo sin petulancia, quiero que quede muy claro-, por esas circunstancias de que hablo.
P. Es usted un caso infrecuente entre los montadores.
R. Colaboro en publicaciones, en una historia del cine; he escrito de Griffith, de Eisenstein; he participado en seminarios, muchos coloquios, cursos sobre el montaje cinematogr¨¢fico organizados en distintas ciudades del Estado; en mi ¨¦poca de fuera de Espa?a colaboraba en las revistas de los cineclubes... Tengo esa carga te¨®rica y la asumo, y a lo que me aplico es a hacer mi trabajo como c¨®mplice del director. Un c¨®mplice que sirva de revulsivo en ocasiones a las actitudes que pueda tener el director de complacencia, de fobias hacia el propio material. Creo que eso es bueno, pero sin ignorar que el director es el autor de la pel¨ªcula, que es el director concreto de una historia concreta y que uno acierta en la medida en que cr¨ªticamente colabora con el director.
P. Usted ha montado la mayor parte de las pel¨ªculas de Carlos Saura y las tres de V¨ªctor Erice. Es una evidencia de lo importante que es la figura del montador.
R. S¨ª, eso es todo un bagaje que ah¨ª queda. En cualquier profesi¨®n, la pr¨¢ctica produce una experiencia y tambi¨¦n conocimientos. Siempre hay que estar abierto a todo lo que aparece ante ti y te enriquece. El estar con un gran n¨²mero de autores tan interesantes es evidente que da un conocimiento mayor, porque son muy diferentes en cuanto a la puesta en escena, la est¨¦tica que quieren y las historias que cuentan.
P. ?Prefiere usted El esp¨ªritu de la colmena o El Sur?
R. En dos etapas muy diferentes, en pel¨ªculas muy diferentes, con autores muy diferentes, me quedo con El esp¨ªritu de la colmena, de Erice, y La caza, de Carlos Saura. Pero no estoy hablando de autores, sino de pel¨ªculas.
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