Las quejas contra la Comunidad Europea
Cuando, a convocatoria conjunta del Instituto Catal¨¢n de Cooperaci¨®n Iberoamericana -filial en Catalu?a del ICI- y del CIDOB, se plante¨¦, hace unos meses, llevar adelante un Foro de Integraci¨®n Latinoamericana en Barcelona, los convocados pensamos que all¨ª deb¨ªa cartalizarse el proceso integrador que -con m¨¢s voluntad que acierto- ha emprendido la mayor¨ªa de los pa¨ªses iberoamericanos a la luz, por cierto, de la experiencia -relativamente exitosa- de Europa en la materia.Ahora, concluido el foro con ¨¦xito suficiente como para haberse convocado ya su segunda edici¨®n para 1989, hemos visto, empero, que los procesos emprendidos a uno y otro lado del Atl¨¢ntico son lo suficientemente diferentes y est¨¢n enmarcados en problem¨¢ticas tan sumamente dispares que el planteamiento inicial de partida resultaba ut¨®pico.
Todos sabemos -venimos de hecho sabiendo- que el proceso de integraci¨®n latinoamericano de los ¨²ltimos lustros es un proceso complejo que se ha visto sometido a toda clase de problemas pol¨ªticos y econ¨®micos.
Basta ver al respecto las dificultades en que se debaten los esquemas de la Asociaci¨®n Latinoamericana de Integraci¨®n (ALADI) o el Grupo Andino para percatarse de ello, al tiempo que resulta a¨²n imprudente echar las campanas al vuelo por los ¨¦xitos iniciales que han enmarcado la puesta en marcha de la integraci¨®n entre Argentina, Brasil y Uruguay.
La experiencia nos demuestra que los primeros a?os de funcionamiento de nuevas integraciones latinoamericanas son siempre exitosos y permiten avances r¨¢pidos y espectaculares, aunque siempre -es otra constantelas dificultades de avance hacia la integraci¨®n se van haciendo cada vez mayores hasta obligar a firmar protocolos y m¨¢s protocolos de suspensi¨®n o rectificaci¨®n de las intenciones iniciales hacia cauces m¨¢s modestos.
Est¨¢ muy claro adem¨¢s que los latinoamericanos no se muestran nada partidarios de aprovechar las experiencias europeas para mejorar la operatividad de sus esquemas de integraci¨®n.
Ello no es extra?o, desde luego, si pensamos en la enorme diferencia que existe entre la econom¨ªa latinoamericana y la europea en cuanto a niveles de renta y bienestar, en cuanto a implicaci¨®n de los pueblos en la cosa p¨²blica, en cuanto al car¨¢cter esencial o marginal de los intercambios mutuos y en cuanto a la gravedad de los problemas econ¨®micos que acucian a los pa¨ªses europeos y latinoamericanos.
La aplicaci¨®n de modelos integradores similares a realidades tan diferentes no puede consistir por ello en la simple transposici¨®n de modelos institucionales m¨¢s o menos ortodoxos de acuerdo con la normativa internacional consagrada por el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT).
Viejos argumentos
Una vez todo esto qued¨® patente, los participantes latinoamericanos en el Foro de Barcelona prefirieron aprovechar el evento para se?alar los problemas y perjuicios que a su entender la pr¨¢ctica de la integraci¨®n europea en sus t¨¦rminos actuales est¨¢ planteando al normal desarrollo de muchas de las econom¨ªas latinoamericanas.
Los argumentos barajados no on nuevos, desde luego, pues es sabido que desde el Sistema Econ¨®mico Latinoamericano (SELA) hace a?os que se vienen analizando los perjuicios que la Pol¨ªtica Agraria Com¨²n viene produci¨¦ndole a la econom¨ªa exportadora de granos y carnes de
Latinoam¨¦rica o a la econom¨ªa industrial exportadora de productos considerados sensibles y protegidos por los pa¨ªses de la Comunidad Europea preocupados -c¨®mo no- por sus problemas de desempleo y de competencia externa m¨¢s que por los problemas de los pa¨ªses latino amer?canos.
Pero la cuesti¨®n no es que los argumentos sean nuevos o no lo sean, sino la poca convicci¨®n con que los europeos est¨¢n defendiendo algunas de las pol¨ªticas consideradas hasta ahora como axiom¨¢ticas para llevar la integraci¨®n europea adelante, y que hoy por hoy est¨¢n en plena crisis a la luz de los problemas presupuestarios que la Comunidad afronta.
?Qu¨¦ decir, por ejemplo, de los argumentos que Europa puede expresar respecto a la racionalidad de su Pol¨ªtica Agr¨ªcola Com¨²n cuando hay muestras de que los consumidores y los contribuyentes europeos est¨¢n aburridos de ella y est¨¢n casi convenciendo a los Gobiernos europeos de que piensen lo mismo en contra del gremialismo de los agricultores?
Otras quejas latinoamericanas resultan m¨¢s discutibles a la luz de las orientaciones de acci¨®n europea: la preferencia que la Comunidad muestra por los problemas de sus asociados africanos, del Caribe y del Pac¨ªfico, en clara discriminaci¨®n -denunciada por Espa?a- a los intereses de los pa¨ªses latinoamericanos; la escasa operatividad con que los pa¨ªses europeos est¨¢n ayudando a Latinoam¨¦rica a salir del atolladero de la deuda externa, etc¨¦tera. Lo que s¨ª parece claro es que, sea cual sea el nivel de responsabilidad que se est¨¦ dispuesto a asumir desde la orilla europea, Latinoam¨¦rica est¨¢ esperando gestos de Europa en su conjunto y de todos y cada uno de los pa¨ªses europeos.
La cuesti¨®n est¨¢ as¨ª planteada, y Espa?a cobra en esta singladura la importancia que le supone el papel de valedor de Iberoam¨¦rica que se ha arrogadoT frente a la Comunidad Europea.
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