Contemplar la muerte
La contemplaci¨®n del suicidio es distinta seg¨²n las caracter¨ªsticas de cada persona. Suele producir sensaciones de estupor, impotencia y miedo. De todas formas, se tiende a separar el suicidio de la vida cotidiana, se?ala el autor de este art¨ªculo.
El 18 de enero pudimos ver las im¨¢genes de Mario Nivea arroj¨¢ndose desde un sexto piso. Ese mismo d¨ªa y el siguiente no pude o¨ªr otro comentario en los caf¨¦s, las ¨¢goras espa?olas. No se hablaba de otro hecho, y se hab¨ªan eclipsado otras noticias que eran socialmente m¨¢s importantes: la rebeli¨®n de un grupo de militares en Argentina o la firma del pacto por la pacificaci¨®n de Euskadi.Contemplar la muerte es algo dif¨ªcil, y los suicidios son ante todo una muerte. Y esto, que parece tan obvio, no lo es. Algunas personas tienden a correr velos sobre el tema del suicidio. Al suicida se le califica de loco, cobarde, valiente, l¨²cido e incluso como persona que se quita el don divino de la vida. Todo son explicaciones que tienden a separar el suicidio de nuestras vidas cotidianas; por eso la aparici¨®n de las im¨¢genes en prensa y televisi¨®n fue un choque, algo completamente inusual e inesperado. Las sensaciones que sentimos son diversas, y de tener que elegir algunas, ser¨ªan: el estupor (expresi¨®n aplicada al suicidio por Eduardo Tijeras), la impotencia y el miedo. Estupor es lo que sentimos todos los que pudimos ver las escenas y fotograf¨ªas. Es la sorpresa, el grito que sali¨® de las personas que estaban presentes. La impotencia es lo que sintieron el amigo de Mario, la psic¨®loga y la asistente social al ver que no pod¨ªan evitar esa muerte. La impotencia de los bomberos, que conocen la inutilidad de tender una lona a alguien que no desea saltar sobre ella. Y, por ¨²ltimo, el miedo. Miedo a reconocemos en algo de lo que est¨¢bamos viendo. Miedo a que podamos vernos en esa situaci¨®n nosotros o alguien de nuestro entorno.
Creencias
?sas son las primeras reacciones, casi instant¨¢neas. Luego vienen en nuestro auxilio las creencias (de las que hablaba Ortega) y nos protegen. Nos protegen en muchas ocasiones a costa del prestigio y la integridad del suicidado. Es entonces cuando las opiniones surgen y se oyen comentarios del cariz: "ese tipo estaba loco" o "estaba desesperado". Lo que decimos es: "ese tipo estaba loco, pero yo no lo estoy, as¨ª que no me voy a matar".
Cada cual se protege con lo que puede o encuentra m¨¢s a mano, pero ser¨ªa mejor que nos acostumbr¨¢semos a no defendernos despreciando a los dem¨¢s. A veces la falta de tacto es tan grande que ante alg¨²n allegado a un suicida pronunciamos frases del tipo: "?c¨®mo pudo hacer algo as¨ª?". Hab¨ªa una c¨¦lebre definici¨®n de suicida: "Suicida es aqueHa persona en la que asesino y asesinado coinciden". Pero no eran ¨¦stas las ¨²nicas condenas sociales que ca¨ªan sobre el suicida. Afortunadamente, las costumbres se van suavizando, y las condenas oficiales a los suicidas casi han desaparecido. Pero tendemos a pensar en el suicidio en t¨¦rminos de desprecio o de locura. Da la impresi¨®n, y pido disculpas por la dureza de la expresi¨®n, de que los vivos rematan a los suicidas. Todo esto aumenta el dolor de los m¨¢s cercanos a un suicida. Los m¨¢s allegados suelen pasar del estupor al dolor, y bastantes veces a la culpabilidad. Culpabilidad aumentada por un entorno que suele actuar sin la menor delicadeza.
Quedan muchos flecos sobre el tema. En Espa?a se suicidan unas 1.000 personas al a?o (aproximadamente y seg¨²n cifras oficiales). La mayor¨ªa de ellas son personas mayores de edad que viven en provincias deshabitadas y se ahorcan (suspensi¨®n, dicen las estad¨ªsticas) durante los meses del verano, diciembre y enero. ?sta es la imagen de las cifras, que difieren grandemente con la imagen p¨²blica del suicida, que viene a ser la de un joven urbano. Cuando las personas, cient¨ªficos incluidos, hablan de suicidio nunca dicen cu¨¢l es la imagen de referencia que tienen. Es importante saber que no todos los suicidas son id¨¦nticos ni comparables. La muerte es en muchos sentidos un acto radicalmente individualista. Por otra parte, todas las conclusiones que queramos sacar de los datos anteriores han de ser tomadas con mucha precauci¨®n. No es f¨¢cil encontrar leyes que nos permitan predecir los suicidios. Podemos describir los hechos con bastante eficacia y profusi¨®n de datos, incluso podemos se?alar una poblaci¨®n proclive a los suicidios, pero la predicci¨®n y la prevenci¨®n parecen dif¨ªciles.
Hay una pregunta fundamental: ?por qu¨¦ se suicidan las personas? No he querido centrarme en el tema porque las respuestas son muchas y muy decepcionantes. Ni la religi¨®n, ni la filosof¨ªa, ni otras ciencias han sabido dar respuestas.
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