Cante grande, toque grande
José Menese volvió por sus fueros y fue de nuevo la voz terrible. Es cierto que el flamenco no es para sordos, como decía Caracol, pero el grito en lo jondo, en la actitud vital de algunos cantaores ante lo jondo, es ineludible. No hablo de pegavoces, hablo de cantaores. Cuando Menese, en sus grandes noches de cante -y ésta lo fue-, deja su voz en libertad, arriesgando hasta el límite, puede hacer el cante más grandioso y sobrecogedor que podamos so?ar. Su cante por marianas fue sólo una pacífica preparación. Después la petenera creció y creció a unos términosde grandeza y tensión intolerables, que antes de su fin provocaron la mayor ovación en una noche de largas ovaciones. Bulerías por soleá sirvieron de espléndido tránsito hacia un memorable cante por siguiriyas. Quiso terminar con tonás, pero el público le reclamó de nuevo, aliviándose legítimamente por tangos.Pero la noche no empezó ni acabó ahí. Resulta que Chano Lobato justificó los primeros bravos del público con un recorrido magnífico por distintas formas de soleares, que hizo transido de pena y emoción. Después, malague?as, Chacón y el Mellizo -esta vía Mairena-, para terminar con dos extensas series por alegrías y bulerías, es decir, una borrachera del compás en que el cantaor es maestro indiscutible e inimitable.
V Festival de la Pe?a Chaquetón
Cante: Chano Lobato, Chaquetón,José Menese, Fosforito. Toque: Enrique de Melchor, Juan Carmona Habichuela. Cine Consulado. Madrid, 5 de marzo.
Chaquetón racionaliza siempre el cante, sin caer en arrebatos expresivos que puedan ser perturbadores. En plena juventud es ya un clásico. La malague?a del Mellizo tienesiempre en él grandeza y solemnidad, y por soleares es extensísimo, rematándolas en esta Ocasión en romance. Nos sorprendió con un cante por caracoles no habitual en él, hecho con rigor y gracia, igual que sus magníficos tangos gaditanos, con matices y giros muy personales.
Y Fosforito, siempre maestro, con mucho corazón y su reconocida sabiduría, en una actuación excelente cuyo punto culminante fue un taranto personalísimo y estremecedor.
Dos tocaores de excepción: el de Melchor y el mayor de los Habichuela. Dos guitarras magistrales, aunque tan distintas. Lo que en Juan Carmona es puro ascetismo, una rigurosa economía de medios expresivos, en Enrique es brillantez, riqueza espiendorosa de sonidos. Son dos formas de entender el toque flamenco, las dos admirables cuando las hacen gentes como ellos.
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