El sue?o en danza
Seis participantes en una marat¨®n de baile en Martos aspiran a la marca mundial
, A las 5.25 del lunes pasado, los seis participantes en una marat¨®n de baile en Martos, en la provincia de Ja¨¦n, superaron la marca europea de resistencia, establecida en 172 horas. Ayer, domingo, continuaban desliz¨¢ndose en la pista so?ando con aventajar las 375 horas que un canadiense logr¨¦ en el oto?o de 1985. Durante este tiempo, uno de ellos, Manolo, se ha enamorado, y Daniel, de 17 a?os, ha conseguido la fama ef¨ªmera que procuran los peri¨®dicos. F¨¦lix Padilla, de 42 a?os, empleado de una plataforma petrol¨ªfera en el mar del Norte, indaga sobre su propia resistencia; los otros esperan conseguir los premios prometidos: un viaje, dinero y un coche de segunda mano.
Los seis son varones y residen en la provincia de Ja¨¦n. La hora m¨¢s dif¨ªcil es cuando la discoteca se desaloja, mediada la madrugada. Los bailarines se mueven como condenados por la pista, haciendo esfuerzos para vencer el sue?o y a?orando los gritos de ¨¢nimo o la danza compartida con las chicas del pueblo. Cuando alguno, abrumado por el cansancio, se paraliza un segundo, sus compa?eros lo animan, le obligan a mover los brazos y las piernas. "La competencia entre nosotros a¨²n no ha aparecido, quiz¨¢ llegue en los ¨²ltimos momentos", opina F¨¦lix Padilla, quien hasta el pasado lunes ostentaba en solitario la marca europea.Granada, Almer¨ªa y Ja¨¦n son las provincias pioneras en concursos de baile. La mec¨¢nica es elemental: se comienza a bailar y se contin¨²a hasta que el m¨¦dico lo estima conveniente. Los concursantes tienen derecho a un descanso de cinco minutos cada hora, a otro de 30 minutos cada seis horas y a dos horas de sue?o cada d¨ªa. Un jurado vigila que siempre tengan un pie en el aire y no distraigan el movimiento. Peri¨®dicamente se comprueban la tensi¨®n y el ritmo cardiaco, se previene la aparici¨®n de ampollas en los pies y se les somete a masajes.
Yogur y jugo de fruta
La dieta es a base de az¨²cares, sales minerales, prote¨ªnas y algo de grasa. Los bailarines toman a discreci¨®n yogur y jugo de fruta, aunque a medida que avanza el concurso la necesidad de beber se esfuma. Dos m¨¦dicos, Javier Urbano y Antonio Montilla, vigilan a los bailarines de Martos. ?sta es la segunda marat¨®n en la que trabaja Javier Urbano. "Me enter¨¦ que Manuel Ca?o, el due?o de la discoteca, quer¨ªa celebrar el concurso, as¨ª que le expuse mi experiencia y fui contratado", dice.
Manuel Ca?o pasa el tiempo hojeando, en el espacio dispuesto para los breves descansos de los bailarines, entre calcetines de repuesto, zapatillas y toallas, una flamante edici¨®n del libro Guinness de los r¨¦cords. Manuel abri¨® la discoteca Goyca hace cinco a?os. La primera marat¨®n de baile de resistencia la vio hace siete a?os en Almer¨ªa. M¨¢s tarde, el concurso se populariz¨® en la provincia de Ja¨¦n, y as¨ª localidades como Valdepe?as o Frailes organizaron cert¨¢menes similares. "Los estuve viendo y pens¨¦ que pod¨ªamos hacer uno en Martos. Lo m¨¢s dif¨ªcil es la captaci¨®n de patrocinadores que ofrezcan premios", dice.
Al p¨²blico se le permite entrar en la pista y danzar junto a los concursantes. Los pinchadiscos no paran de hablar, saludan a los visitantes, presentan a los bailarines como en los combates de boxeo y anuncian los n¨²meros musicales. La madrugada en que fue superada la marca europea, el pinchadiscos eligi¨® el himno nacional. De los tres que contrat¨® la discoteca uno fue despedido por no animar como debiera. En las horas previas al amanecer son ellos los responsables de mantener despiertos a los concursantes con sus comentarios.
En Martos, todos saben del concurso, pero s¨®lo los j¨®venes visitan la discoteca. Algunos creen que se est¨¢ perdiendo la oportunidad de que el pueblo sea reconocido por otra cosa que por los violentos sucesos contra los gitanos ocurridos en junio de 1986.
Territorios favoritos
En los primeros d¨ªas, el movimiento por la pista era libre cada uno se mov¨ªa a su antojo de un lado para otro, pero a medida que la estancia sobre ella se ha dilatado, los bailarines han establecido inconscientemente sus territorios favoritos. Manolo Gonz¨¢lez, de 22 a?os, por ejemplo, se mueve junto al fondo, en la zona m¨¢s sombr¨ªa, y all¨ª baila y conversa con Pili, una chica que conoci¨® el tercer d¨ªa de concurso y de la que se ha enamorado. Manolo se lamenta: "Todav¨ªa no hemos estado un rato solos, siempre estamos rodeados de gente".
Manolo tiene un mirar perplejo. Naci¨® circunstancialmente en Francia y estudia para especialista en energ¨ªa solar en un centro de Granada. Durante los descansos horarios, Pili le ayuda a descalzarse, le ofrece los calcetines nuevos y le alienta. Luego regresan a su rinc¨®n en la pista y reanudan el baile. Pili se inquieta porque casi todos saben su secreto y hasta le han llegado a pedir un aut¨®grafo en la calle. Pili toca el saxof¨®n en la banda municipal y ha fundado un concurso de m¨²sica moderna con un nombre remotamente fatalista: V¨ªctimas de Bakunin.
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