Apagar fuego con gasolina
LA DECISI?N del Gobierno de reducir el precio de las gasolinas con objeto de combatir la inflaci¨®n es como pretender curar una enfermedad grave con aspirinas: la temperatura del enfermo es probable que se reduzca transitoriamente, pero la enfermedad seguir¨¢ su curso si no se atacan las ra¨ªces del mal.Un an¨¢lisis sumario de lo que est¨¢ ocurriendo con los precios permite comprobar sin lugar a dudas que el n¨²cleo duro de la inflaci¨®n, es decir, los precios de los bienes y servicios no alimenticios, se mantiene en el entorno del 5,5% desde hace m¨¢s de un a?o. Los buenos resultados obtenidos en 1987 se debieron exclusivamente al comportamiento de los precios de la alimentaci¨®n, que se situaron en el entorno del 2%. En cuanto estos precios han acelerado su ritmo de crecimiento (que es lo que sucedi¨® en marzo), el conjunto del ¨ªndice ha crecido bastante m¨¢s all¨¢ de lo deseable. Las causas de la inflaci¨®n hay, pues, que buscarlas en lo que est¨¢ sucediendo en el ¨¢mbito de los precios industriales y de los servicios.
Seg¨²n los an¨¢lisis del propio Gobierno, comprobables por cualquier ciudadano que se acerque a unos grandes almacenes o a un concesionario de veh¨ªculos, el consumo privado est¨¢ creciendo a un ritmo bastante mayor del previsto, por lo que no tiene nada de particular que las empresas aprovechen este tir¨®n de la demanda para cargar la mano sobre los precios. Es cierto que la reducci¨®n de los aranceles frena esta tendencia, pero no lo suficiente como para alinear los precios espa?oles con los del resto de los pa¨ªses de la CE; hay zonas enteras, como por ejemplo los servicios, protegidas de la competencia, y es precisamente en ellas donde se producen los mayores crecimientos.
Por su parte, el aumento del consumo privado alimenta la importaci¨®n de mercanc¨ªas y agrava el d¨¦ficit de la balanza comercial, ya de por s¨ª abultado, como consecuencia de las importaciones de bienes de equipo. En estas circunstancias lo que procede, desde el punto de vista econ¨®mico, es frenar la demanda de consumo y preservar en cuanto sea posible el crecimiento de la inversi¨®n.
La reducci¨®n del precio de la gasolina aparece como algo cuya eficacia es sumamente discutible: la ventaja inmediata se centra en la repercusi¨®n sobre el ¨ªndice de precios del consumo y en la creaci¨®n de un poder adquisitivo adicional. Es posible que la reducci¨®n del precio de los carburantes tenga alg¨²n efecto moderador sobre los precios del transporte de mercanc¨ªas y viajeros, pero ello depender¨¢ de la mayor o menor colaboraci¨®n de los colectivos afectados y de la propia estructura de la bajada, que para tener un efecto significativo en este dominio tendr¨ªa que producirse esencialmente en el gas¨®leo de automoci¨®n.
Los efectos negativos ser¨ªan importantes a medio plazo: la reducci¨®n del precio de la gasolina tendr¨¢ sin duda un efecto estimulante sobre la utilizaci¨®n del transporte privado en las ciudades, con los efectos de sobra conocidos sobre la contaminaci¨®n y los atascos. En la medida en que la utilizaci¨®n de veh¨ªculos privados permanezca estable, el efecto se har¨¢ sentir sobre el consumo privado: se acelerar¨¢ la tasa de crecimiento de esta magnitud, con las consecuencias ya mencionadas sobre el d¨¦ficit comercial y los precios. Lo que se gane hoy podr¨ªa f¨¢cilmente perderse ma?ana.
De hacer algo en el terreno de los derivados del petr¨®leo, lo l¨®gico ser¨ªa reducir el precio del fuel; de hacerlo as¨ª, el Gobierno facilitar¨ªa la competitividad de las empresas y, por consiguiente, aliviar¨ªa el d¨¦ficit anterior y alentar¨ªa la creaci¨®n de empleo. Para ello ser¨ªa importante que la reducci¨®n del precio del fuel se trasladara a las tarifas de la electricidad, de forma que se desandara una parte del excesivo camino recorrido en los ¨²ltimos meses. Si hay algo prioritario en estos momentos es el mantenimiento de la creaci¨®n de empleo, y esto s¨®lo puede garantizarse con medidas que refuercen la competitividad de las empresas.
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