?Hacia d¨®nde va Pina Bausch?
Sobre la monta?a se ha o¨ªdo un grito, de Pina Bausch, fue recibido por el p¨²blico con un entusiasmo que podr¨ªa calificarse de resistible: c¨®mo no aplaudir a quien desde hace casi 15 a?os representa una de las fuerzas creadoras m¨¢s potentes de la escena europea, a quien ha hecho explotar las fronteras entre la danza y el teatro, llevando a la danza un verismo que est¨¢ influyendo incluso en core¨®grafos que nunca la han visto y al teatro una pl¨¦yade de im¨¢genes y una capacidad de abstracci¨®n de movimiento nuevas. Bausch, como todos los grandes innovadores ha precipitado en sus montajes -que ella llama piezas- toda una serie de cosas que estaban en el ambiente (del Living Theater, de B¨¦jart, del viejo expresionismo alem¨¢n, de muchos otros sitios m¨¢s) y ha creado una forma nueva de hacer espect¨¢culos, el Tanztheater, convirtiendo una gran parte de lo que se hac¨ªa hasta entonces en danza y teatro en reliquias pasadas de moda, desfasadas, fuera de toda onda.Pero Gebirge -contrariamente a otras de sus piezas, como La consagraci¨®n de la primavera fundacional, el maratoniano 1980 o la redonda Caf¨¦ M¨¹ller no fascina, ni conmueve, ni espanta, ni tampoco maravilla por su novedad. Y deja mucho tiempo -son casi tres horas, pero sobre todo son los mismos temas- (la violencia, la espera, la tragedia del sexo, la p¨¦rdida de la inocencia), con id¨¦nticos enfoques, parecidos medios (mucho traj¨ªn, poca coreograf¨ªa, algo de imagen, tierra, humo y lenguaje dad¨¢)- para ir enfriando el juicio.
'Gebirge' (Sobre la monta?a se ha o¨ªdo un grito)
Tanztheater Wuppertal. Escenificaci¨®n y coreograf¨ªa, Pina Bausch; escenograf¨ªa, Peter Pabst; vestuario, Marion Cito. Colaboraci¨®n de la banda de m¨²sica de la plaza de toros Monumental. Mercat de les Flors, Barcelona, 10 de mayo.
Gebirge tiene momentos espectaculares conseguidos a base de saltar a un paroxismo inesperado -que se monta de pronto, sin apenas preparaci¨®n- en que la imagen y el ritmo se funden y se prolongan durante m¨¢s tiempo del que era posible imaginar, como en la escena clave de la pieza, en la que sobre un fondo de brumas, una mujer es vapuleada y tirada de los pelos mientras grita y grita sin cesar. Pero entre paroxismo y paroxismo hay pausas largas, propuestas y an¨¦cdotas poco conectadas, que van de lo sublime a lo pueril en un collage que no acaba de coller. Coreogr¨¢ficamente lo mejor de Gebirge est¨¢ ya en La consagraci¨®n, aunque hay hallazgos nuevos (en el uso de brazos y manos especialmente) que ya han encontrado quien los copie. Pero la falta de inter¨¦s de Bausch por cualquier desarrollo formal de la idea coreogr¨¢fica -ella confiesa que no le interesa el movimiento de las personas sino "lo que las mueve"- queda aqu¨ª m¨¢s que clara. Y al pretender llegar a "lo que las mueve" con un lenguaje, a pesar de todo, gen¨¦rico y abstracto, m¨¢s cercano a la danza que al drama, se queda en vaguedades o generalizaciones que pueden derrumbarse a nada que se exija un m¨ªnimo de racionalidad
Lectura dirigida
De la sugerencia m¨²ltiple y abierta de la provocaci¨®n que fuerza el cuestionamiento, del palo certero y magistral para abrir la sensibilidad del espectador-mir¨®n, Bausch pasa ahora a la afirmaci¨®n, a colocarnos su peculiar visi¨®n de la realidad o a crear en escena una realidad cerrada, de v¨ªa ¨²nica, de lectura dirigida, donde todas las mujeres son apaleadas, todos los intentos de salvarse resultan irrisorios y, en general, todos los contactos humanos ser¨ªan materia para un juez de instrucci¨®n.Con todo, ver al Wuppertal sigue siendo una experiencia de momento insustituible.
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