El 'jazz' como literatura
Josef Skvorecky publica en espa?ol 'El saxof¨®n bajo'
"Lo que bien amas, permanece; el resto es desperdicio", ley¨® el checo Josef Skvorecky en un canto de Ezra Pound, y se sent¨® a escribir El saxof¨®n bajo, una de sus obras m¨¢s famosas, ahora traducida por Alianza Tres. La escribi¨® en "tres d¨ªas de ¨¦xtasis" y no cambi¨® ni una l¨ªnea. En el relato, un chico rompe ciertas convenciones para poder tocar durante la ocupaci¨®n alemana un saxof¨®n bajo, raro instrumento convertido en s¨ªmbolo del jazz, y ¨¦ste, sonido libre, en s¨ªmbolo de amor a la vida.
En realidad el canto de Ezra Pound vino a zanjar la crisis creada a Skvorecky por los nuevos aires que liberalizaron Checoslovaquia durante los a?os sesenta, y que terminaron de golpe, una ma?ana de hace veinte a?os menos tres meses. Ocurri¨® que a muchos checos se empacharon con los autores modernos que hasta entonces les hab¨ªan prohibido -Kafka, Beckett, Robbe-Grillet, Ionesco, L¨¦vi-Strauss...-, y consideraron, explica el novelista, que todo aquello que no fuese como lo reci¨¦n autorizado estaba d¨¦pass¨¦.La literatura de Skvorecky no era como lo reci¨¦n autorizado. Durante muchos a?os su prosa descriptiva hab¨ªa sido prohibida hasta el extremo de arrinconarle a la creaci¨®n an¨®nima de novelas de detectives. Aunque su novela Los cobardes hab¨ªa constitu¨ªdo un ¨¦xito en la sociedad clandestina, "no escrib¨ªa como Kafka", dice.
Ese esnobismo literario dur¨® poco. La llegada de los tanques sovi¨¦ticos provocaron la salida de muchos artistas checos, y los que quedaron han vuelto en su mayor parte a una corriente b¨¢sicamente realista; excepci¨®n ser¨ªa Vera Linhartov¨¢, que escribe en Par¨ªs, ya en franc¨¦s. Y dentro del realismo, lo principal ser¨ªa el realismo m¨¢gico el cuidado de la prosa como si se tratara de versos. "Es en cualquier caso un realismo d¨¦bil", opina, "porque aunque pueden hablar de corrupci¨®n, no pueden mencionar la fuente de esa corrupci¨®n, s¨®lo hablan de casos".
Cien mil checos se marcharon de su pa¨ªs en 1968, tras la entrada de los sovi¨¦ticos, y 5.000, seg¨²n el escritor, se escapan cada a?o; son ellos los que leen las primeras versiones de autores que siguen escribiendo en checo, como Skvborecky, Milan Kundera u otros cerca de cien escritores que han aparecido en Publicaciones 68, la editorial fundada por la mujer de Skvorecky en su exilio de Canad¨¢.
Han publicado tambi¨¦n un diccionario de autores checoslovacos parcial o totalmente prohibidos en su pa¨ªs. Tiene 500 entradas. El equivalente en Estados Unidos, escribi¨® Skvorecky en una autobiograf¨ªa, ser¨ªa que 8.000 escritores "fueran McCarthizados". Exiliado desde hace dos d¨¦cadas en Toronto, en cuya universidad da clases de literatura norteamericana, Skvorecky defiende con pasi¨®n de inmigrante el sistema que le ha acogido.
Skvorecky se agarr¨® pues a su amor por el jazz para salir de la etiqueta a la que le quer¨ªa reducir el esnobismo aperturista de Praga. Toda su vida hab¨ªa sido un mal saxofonista, pero como escribi¨® Faulkner en The unvanquished, "los que pueden, hacen; los que no pueden, y sufren largo tiempo porque no pueden, escriben sobre ello". En esta novela de 120 p¨¢ginas el chico protagonista llega a saltarse algunas convenciones, como la de no confraternizar con el alem¨¢n ocupante, s¨®lo por poder acceder al misterio de un saxof¨®n bajo, s¨ªmbolo de una m¨²sica de vanguardia y tambi¨¦n de la rebeld¨ªa contra una invasi¨®n.
El segundo relato del libro, Em?ke, cuenta una historia de atracci¨®n y repulsi¨®n entre tres excursionistas de un grupo, justo despu¨¦s de la toma del poder por los comunistas. La joven central tiene aspecto de bailarina y habla, m¨¢s que de Dios, de ceremonias. Los dos hombres son materialistas, uno grueso y el otro inteligente. El autor reconoce que en ambos relatos preside una emoci¨®n espiritual algo misteriosa. ?l dice que es "la tristeza por la comprobaci¨®n de que la belleza ha de morir".
Entretejidos en los relatos se cuentan algunas historias memorables, como la de aqu¨¦l joven tan apasionado con el ajedrez que para conquistarle una chica se puso una falda con problemas estampados. Ya reclinados sobre la paja, el destino quiso que el chico reparase en uno de los problemas de la falda, particularmente dificil. Fin de la historia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.