Carta a la madre de un toxic¨®mano
Muy se?ora m¨ªa: comprendo y comparto sinceramente el sentimiento de impotencia que le impulsa a formar grupos de protesta y manifestarse por las calles pidiendo soluciones para un asunto que empeora cada d¨ªa. Por eso mismo le propongo detenerse un momento a reflexionar, ya que no conocemos una cosa simplemente por padecerla en nuestra carne, sino cuando llegamos a entender de d¨®nde nace.A usted la propaganda oficial le ha dicho que hay, por una parte, la droga, y por otra parte, las medicinas de la farmacia, y por otra, los productos vendidos en tiendas de alimentaci¨®n y estancos. Unos llevan a la muerte, otros a la vida y los terceros son cosa distinta.
Me atrevo a sugerirle que ideas de este tipo s¨®lo empiezan a parecer reales cuando decidimos creer en ellas. La hero¨ªna, que simboliza hoy el Mal, nos sirve de perfecto ejemplo. Es un opi¨¢ceo, y el opio fue usado como bendici¨®n de Dios por todos los m¨¦dicos desde hace 4.000 a?os hasta hace unos pocos.
Sus derivados son, desde luego, drogas de delicado manejo. F¨ªjese, con todo, que mientras fueron legales no produjeron un solo caso de sobredosis accidental, mientras ahora matan involuntariamente a cientos de j¨®venes cada a?o; y f¨ªjese tambi¨¦n en que mientras fueron cosas decentes, puras y baratas sus consumidores constantes eran, gente mayor. Lanzada por la casa Bayer al mismo tiempo que la aspirina, su otro gran descubrimiento, la hero¨ªna se recomendaba hasta para calmar los nervios y la tos de ni?os peque?os.
Querr¨ªa hacerle ver, se?ora, que si esa sustancia resulta hoy diab¨®lica es porque algunos venden muy lucrativamente infiernos a los dem¨¢s, pero tambi¨¦n porque en alguna medida la declaramos diab¨®lica nosotros mismos, que no sabemos vivir sin un Satan¨¢s u otro y lo encontramos hasta en terrenos tan neutros como la qu¨ªmica. La tragedia ocurre cuando algunos de nuestros hijos -en la edad m¨¢s dif¨ªcil, cuando su car¨¢cter a¨²n no se ha formado- deciden creer la fantas¨ªa de sus padres.
?Por qu¨¦ se la creen? Observe que no s¨®lo tiene la fascinaci¨®n de lo prohibido, sino una triste aunque innegable ventaja. Obtener el estatuto de endemoniados (colgados) les libera de ese aprender a sacrificarse y acumular para otros que marca el comienzo de la madurez, les libera de asumir responsabilidad por los actos propios. Sin darnos cuenta, al aceptar que existiera una sustancia capaz de anular diab¨®licamente la buena voluntad, ofrecimos a nuestros hijos una coartada y un papel. Coartada para la falta de virtud y papel para la falta de paradero.
Hay algo que usted sabe y parece estar olvidando constantemente. A su hijo le cuesta 20.000 pesetas el gramo de unos polvos que -seg¨²n declaraciones oficiales- tienen el 5% de lo que pretenden, cuando mucho el 10%. ?Podr¨ªa padecer un marido o un hijo alcoh¨®lico si -por razones de precio y pureza- ¨¦l s¨®lo lograra beber al d¨ªa de an¨ªs o co?¨¢ lo que cabe en un dedal de costura? Cuando le dijera que necesitaba el dinero de la compra o el del alquiler para conseguir su dedal de licor de cada d¨ªa, ?qu¨¦ le responder¨ªa? Y cuando le viera morir por beberse un cent¨ªlitro de eso, ?le echar¨ªa usted la culpa al an¨ªs o al co?¨¢ en general?
Dentro de su penosa situaci¨®n, se?ora, le sirve de consuelo pensar que la hero¨ªna es alg¨²n tipo de cuerpo m¨¢gico que basta mirar para quedar enganchado irresistiblemente. Su hijo, un pobre incauto, quiso probar nada m¨¢s y desde ese preciso instante se convirti¨® en v¨ªctima justificada para robar o hasta matar, y desde luego para declararse par¨¢sito perpetuo.
Pero la hero¨ªna, que sienta casi siempre muy mal las primeras veces, no empieza a adiccionar antes de pasar dos semanas usando un cuarto de gramo diario (si lo duda usted, pregunte a un m¨¦dico competente). E incluso entonces la reacci¨®n de abstinencia no resulta m¨¢s inc¨®moda que una suave gripe durante un par de d¨ªas. Para adiccionarse realmente se necesitan al menos dos meses de uso cotidiano. Por otra parte, lo m¨¢s probable es que su hijo no conozca siquiera la hero¨ªna, sino una forma tosca de morfina, rebajada tan brutalmente que para poder depender a nivel f¨ªsico de ella necesitar¨ªa casi cuatro gramos diarios, y usted sabe que no toma m¨¢s de un cuarto, cuando llega a tanto; y yo le a?ado que si tomase le enorme cantidad requerida para convertirse en un verdadero adicto morir¨ªa de inmediato por efecto del suced¨¢neo. Extraiga usted misma las consecuencias. El esfuerzo de las autoridades por crear algo diab¨®lico ha desembocado en la aparici¨®n de un ej¨¦rcito dirigido por asesinos, aunque reclutado entre farsantes e ilusos, que a cambio del estigma y el peligro de envenenamiento con matarratas o maizena compran irresponsabilidad. El sistema vigente impone lo uno y vende lo otro. Mientras las fuerzas del orden se desmoralizan, y mientras el estado de cosas enriquece a un grupo creciente de personas que vive muy bien de defender, tratar o reprimir un mal inventado por la prohibici¨®n, usted, yo y los dem¨¢s cabezas de familia somos el p¨²blico que paga.
?Qu¨¦ hacer? Como los Estados prefieren seguir mintiendo, s¨®lo nos queda defender la verdad en este asunto, tan recubierta de ignorancia e interesados mitos. La verdad, se?ora, es que no hay drogas buenas y malas, sino usos sensatos e insensatos de las mismas (como pasa con las armas de fuego, la energ¨ªa nuclear y tantas otras cosas), que el uso sensato es infinitamente m¨¢s probable cuando no hay mercado negro y que la ilegalizaci¨®n estimula toda suerte de abusos. La verdad es que no depende tanto de la (supuesta) hero¨ªna como de las condiciones impuestas a su consumo el que sea un vicio pagado con una abyecta vida y una abyecta muerte. La verdad es que hab¨ªa mil veces menos adictos-delincuentes cuando los m¨¦dicos pod¨ªan recetar opi¨¢ceos. La verdad es que curar la heroinoman¨ªa con metadona es como curar al alcoh¨®lico de whisky con ginebra y mucha hipocres¨ªa. La verdad es que el remedio puesto en pr¨¢ctica est¨¢ agravando sin parar la enfermedad con ofertas de nuevos planes que son caricaturas del m¨¢s fracasado y viejo, pues la receta de aumentar los castigos -incluso aplicando el de muerte- s¨®lo logra encarecer a¨²n m¨¢s el producto, aumentando el negocio y consiguiendo que sea vendido por menores de edad, ¨²nicos irresponsables a nivel penaol.
Coartada
F¨ªjese en que tampoco sirve proponer subvenciones y empleos a las personas por el mero hecho de declararse heroin¨®manos. Esas medidas estimular¨ªan inmediatamente a muchos pobres, parados e infelices a poner los medios para declararse tales, multiplicando la cantidad de personas acogidas a la coartada y el papel de irresponsables v¨ªctimas. A usted y a m¨ª nos queda el consuelo de pensar que el asunto es planetario. Pero el mal de muchos no dejar¨¢ de ser un consuelo para tontos. Nuestros protectores corrompen la sociedad en nombre de la salud p¨²blica, permitiendo que se venda basura a precios astron¨®micos, creando cofrad¨ªas draculinas que dan de comer a mangantes y criminales y fundando una casta a quien la polic¨ªa protege bajo la categor¨ªa de confidentes, aunque en privado les llame gusanos, por aquello de hacer posible una pesca. Es esa canalla quien controla hoy el mercado de todas las drogas ilegales.
Ya ver¨¢ usted c¨®mo en las pr¨®ximas elecciones todos los partidos le piden el voto con grandes promesas, despu¨¦s de apoyar hace poco en las Cortes aquello que hace cr¨®nico el actual estado de cosas. Quiz¨¢ le he dicho cosas que preferir¨ªa no saber, que apartar¨¢ como fuere de su mente. Pero me pregunto si quienes le dicen lo que querr¨ªa o¨ªr no ser¨¢n quienes defienden la aut¨¦ntica causa de sus desdichas.
Antonio Escohotado es profesor de ?tica y Sociolog¨ªa de la universidad de Educaci¨®n a Distancia.
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