Nancy ya entiende la revoluci¨®n
Nancy Reagan ha asegurado que comprende mejor la revoluci¨®n sovi¨¦tica despu¨¦s de su visita a Leningrado, pero respondi¨® secamente con un escueto no cuando ayer fue preguntada si tras su primer viaje a la URSS tiene m¨¢s simpat¨ªa por el comunismo. Nancy se ha cogido de la mano en varias ocasiones con su rival, Raisa Gorbachova, pero este gesto -dirigido a las c¨¢maras de televisi¨®n- no ha producido un deshielo en la ya consolidada tensa relaci¨®n entre las dos primeras damas. El ¨²ltimo encuentro p¨²blico entre las dos, una visita a una exposici¨®n de iconos, concluy¨® con una escalada de impertinencias mutuas.
Cuando la Prensa quiso saber lo que Nancy piensa del comunismo tras su breve estancia en la URSS, la se?ora Reagan respondi¨®: "?sa es una pregunta para mi marido". ?Cree que todav¨ªa son un imperio del mal? "Sus filosof¨ªas y posiciones son completamente distintas a las nuestras". ?Pero c¨®mo explicar¨ªa las diferencias entre las dos sociedades a alguien de ?frica o de Groenlandia? "La URSS es una sociedad m¨¢s controlada que la nuestra".Raisa, que volvi¨® a darle a Nancy -hu¨¦rfana de conocimientos hist¨®ricos o culturales a pesar del curso intensivo recibido en Washington- una nueva lecci¨®n, "con su aguda voz de profesora", en la visita a las catedrales del Kremlin, aleg¨® una "importante" reuni¨®n con una organizaci¨®n femenina en Mosc¨² el martes para no acompa?ar a la primera dama norteamericana a la visita a Leningrado. Hubiera sido demasiado ocho horas de coexistencia entre estas dos personalidades opuestas. Fue la compacta Lydia Gromiko, esposa del presidente de la URSS, el veterano diplom¨¢tico Andrei, una mujer pre-perestroika, la encargada de acompa?ar, a u?a de caballo, a Nancy por la antigua capital zarista. Asediada para que comparara a la se?ora Gromiko con Raisa, Nancy dud¨®: "Bueno, todo el mundo es diferente", pero en seguida fue sincera y dijo: "Es muy agradable, muy simp¨¢tica y muy calurosa conmigo".
Pero la realidad es que las dos mujeres, que f¨ªsica, cultural y quiz¨¢ intelectualmente tambi¨¦n son como un marciano y un terrestre, pr¨¢cticamente no hablaron. "Lydia no sabe ingl¨¦s", justific¨® Nancy. La anciana se?ora Gromiko resopl¨® durante su visita a Leningrado por la velocidad del recorrido, quej¨¢ndose: "Van tan r¨¢pido, se levantan, se van. Muy r¨¢pido, muy r¨¢pido. Claro que estoy cansada, tengo 77 a?os, c¨®mo no iba a estarlo".
Nancy emple¨® una hora y 25 minutos en recorrer el Museo del Hermitage -"un crimen, hace falta al menos un mes para verlo", dijo indignado un funcionario sovi¨¦tico-, y cuando vio unas mantas usadas por los caballos de los zares afirm¨®: "Esto para el rancho". Despu¨¦s dijo que le gustar¨ªa volver a Leningrado con tiempo.
Nancy, que se quej¨® de que no ha conseguido a¨²n ajustarse a la diferencia horaria, asisti¨® impasible y con cara de preocupaci¨®n a las explicaciones sobre el sitio de Leningrado por los nazis, 900 d¨ªas de asedio. Deposit¨® unas flores ante el monumento a "los heroicos defensores" de la antigua San Petersburgo. "Muy impresionante", dijo, pero no pregunt¨® absolutamente nada y contest¨® malhumorada con un "ya lo sab¨ªa" cuando le preguntaron si la explicaci¨®n de los sufrimientos de los sovi¨¦ticos en la II Guerra Mundial le hab¨ªa dado una mejor comprensi¨®n del pa¨ªs. Preguntada sobre qu¨¦ opini¨®n tiene del car¨¢cter ruso, Nancy contest¨®: "Creo que no estoy preparada para decirlo. La impresi¨®n m¨¢s importante es el calor humano de la gente".
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