Juego sin ley
YA EST? Espa?a situada en el tercer lugar del mundo entre las naciones que m¨¢s dinero invierten en juego. Cerca de dos billones de pesetas -que se sepa cambian de mano al cabo del a?o; pero la parte segura del negocio va a una tercera y larga mano, la de los padrinos, entre ellos el Estado, que es, adem¨¢s de uno de los grandes empresarios del juego, beneficiario econ¨®mico de todos ellos, excepto de los clandestinos. El juego, por sus retenciones de beneficios, impuestos, gastos de administraci¨®n e intermediarios, es la inversi¨®n econ¨®mica en que m¨¢s seguridades hay de perder. El hecho de que algunas de estas p¨¦rdidas del ciudadano vayan a parar a organizaciones ben¨¦ficas o asistenciales no oculta la magnitud del desastre.M¨¢s ac¨¢ de las estad¨ªsticas, una asociaci¨®n de rehabilitaci¨®n y autodefensa de jugadores, fundada en C¨®rdoba, relata casos individuales de dramas producidos por la adicci¨®n al juego -ludopat¨ªa- en los que se revelan suicidios, desuni¨®n de familias, delitos que conducen a la c¨¢rcel, marginaciones sociales, ruina total. Inquieta ver al Estado, tan preocupado por las enfermedades sociales que le cuestan dinero en Seguridad Social o atenci¨®n m¨¦dica, promover y gestionar el sistema del juego, que le produce ingresos tan elevados.
Las autonom¨ªas tratan a su vez de arrebatar este padrinazgo al Estado central y multiplican las ocasiones. Izquierda Unida y Esquerra Catalana han denunciado la existencia de irregularidades en la actual Comisi¨®n Nacional del Juego y la carencia de una ley estatal que lo regule, a?os despu¨¦s de haber sido anunciada, e incluso la posibilidad de que algunas empresas dedicadas al juego est¨¢n financiando partidos pol¨ªticos. El ministro del Interior recibi¨® la denuncia en comisi¨®n parlamentaria y la escuch¨® con lo que se describe como "gesto de evidente preocupaci¨®n". Pero los gestos de evidente preocupaci¨®n se han popularizado ya tanto como escolta visual a las grandes cat¨¢strofes nacionales que s¨®lo causan la impresi¨®n de una m¨¢scara de impotencia. No se trata de pedir una prohibici¨®n, sino una contenci¨®n y un control mucho mayor, una moral que no exalte esta supuesta manera de obtener dinero con evidente perjuicio de la idea del trabajo como fuente de ingresos, y una seguridad de que todo se hace coriffirme a la ley, para lo cual falta la generalidad de esa ley.
Un ejemplo visible para todos es el de las m¨¢quinas tragaperras, cuya extensi¨®n por todo el pa¨ªs y en lugares inesperados hace pensar que no hay medio de investigaci¨®n alguna sobre su. funcionamiento, al alcance de los menores, pese a todas las prohibiciones que tampoco la autoridad puede seguir y que quedan al arbitrio de un empleado o de un camarero. Si alguien duda de su capacidad de adicci¨®n, no tiene m¨¢s que observar a los jugadores compulsivos agarrados a la palanca durante horas, con los ojos desorbitados por el seguimiento de las frutitas y de los signos, que no parecen obedecer a las simples leyes de probabilidades. La difusi¨®n generalizada de las m¨¢quinas tragaperras en este pa¨ªs es simplemente una verg¨¹enza y un esc¨¢ndalo. Es preciso situarlas en locales concretos, autorizados e inspeccionados convenientemente, que no den acceso a los menores y que no tengan otro objeto que el juego. Las m¨¢quinas tragaperras est¨¢n convirtiendo Espa?a en un inmenso casino en el que quienes m¨¢s pierden son las clases m¨¢s populares. La indiferencia del Gobierno ante: este hecho es lamentable y no tiene ninguna justificaci¨®n que sepamos. Pero alguna raz¨®n oculta debe existir para que se perm¨¢ta una situaci¨®n del todo at¨ªpica en Europa y que causa un da?o moral, especialmente entre la juventud, de indudables consecuencias.
Sin ley de juego estamoss atravesando un per¨ªodo de juego sin ley. Algo que permite pensar que poderes grandes -y siempre hay poderes grandes cuando se habla de movimientos de dos billones de pesetas- est¨¢n impidiendo el control, la vigilancia y la moderaci¨®n, y que no puede ser s¨®lo cosa de la codicia fiscal del Estado.
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