La presidencia griega de la Comunidad Europea
"EOK kai NATO to idio syndicato" (la CE y la OTAN son el mismo sindicato). Esta frase fue machaconamente repetida por el Partido Socialista Panhel¨¦nico (PASOK) en la campa?a electoral que concluy¨® con la elecci¨®n en 1981 de su l¨ªder, Andreas Papandreu, como primer ministro. El compromiso electoral era claro: Grecia abandonar¨ªa la CE, en la que hab¨ªa ingresado dos a?os antes y de la que era miembro pleno desde el mes de enero del mismo a?o de 1981; las bases norteamericanas ser¨ªan suprimidas, y se sobreentend¨ªa vagamente que Atenas dejar¨ªa de ser miembro de la OTAN, en cuya estructura militar se hab¨ªa reintegrado en 1980, tras seis a?os de ausencia.De mediterr¨¢neos es cambiar: siete a?os m¨¢s tarde, Andreas Papandreu preside la CE por segunda vez.
En 1974, Konstantin Karamanlis se hab¨ªa hecho cargo del gobierno de un pa¨ªs que empezaba a levantar dolorosamente la cabeza tras siete a?os de salvaje dictadura de los coroneles. El trauma era tanto m¨¢s delicado cuanto que, adem¨¢s, un plebiscito de 1973 hab¨ªa transformado el reino griego en rep¨²blica. El equilibrio democr¨¢tico era muy inestable, y se entiende bien que el nuevo primer ministro conservador estuviera dispuesto a vender su alma al diablo con tal de anclar firmemente a Grecia en la garant¨ªa de estabilidad que representaba la CE. Debe ser alabado por ello. Y la CE no merece tantos parabienes porque, absorta en la construcci¨®n de sus intereses econ¨®micos, impuso a Atenas condiciones draconianas. En 1979, Karamanlis las acept¨® todas y firm¨® donde le dijeron que lo hiciera, cruzando los dedos detr¨¢s de la espalda y pensando que, una vez dentro de la Comunidad, otros vendr¨ªan a negarse a cada imposici¨®n y a renegociar los t¨¦rminos de la adhesi¨®n. Y en efecto, Grecia ha sido un miembro comunitario inc¨®modo y cuenta con la hostilidad instintiva de sus socios (como consecuencia de ello, la negociaci¨®n espa?ola fue doblemente dificil. porque se sospechaba que quer¨ªamos hacer de nuestra adhesi¨®n a la CE un calco de la de los helenos).
Capear el temporal
El a?o de su primera presidencia, 1983, fue importante para Grecia. Las protestas y negativas de Atenas produjeron un renuente cambio de actitud comunitaria, y en abril se acordaron concesiones que modificaban los t¨¦rminos del acceso griego a la CE y tomaban en cuenta su situaci¨®n de infradesarrollo relativo. En septiembre, adem¨¢s, Papandreu firm¨® un nuevo acuerdo militar con EE UU. En tales circunstancias, Grecia no estaba para revolucionar con su presidencia ninguna filosof¨ªa de Europa. Papandreu, inc¨®modo en su nueva piel europea, se limit¨® a capear agresivamente el temporal. Durante a?os, Grecia fue la naci¨®n del no gratuito.
Es muy probable que esta actitud, agudizada por la presi¨®n del ala izquierda casi fundamentalista del PASOK, contribuyera a que la entonces incipiente y a¨²n informal cooperaci¨®n pol¨ªtica (la pol¨ªtica exterior de la CE) empezara a cobrar cierta vitalidad, t¨ªmidamente rebelde e inconformista. Papandreu fue el primer l¨ªder occidental que visit¨® Polonia tras el establecimiento de la ley marcial, se opuso a las sanciones a Libia, se neg¨® a la condena comunitaria de Siria, propuso una zona nuclear libre en los Balcanes, a¨²n hoy carece de relaciones diplom¨¢ticas formales con Israel (lo que ahora dificulta su papel de presidente de una CE que patrocina la celebraci¨®n de una conferencia internacional de Oriente Pr¨®ximo, para la que es preciso convencer a los israel¨ªes de que suavicen posiciones intransigentes). S¨®lo poco a poco, los a?os y las realidades continentales han ido lim¨¢ndole las aristas. Durante su segunda presidencia, Papandreu podr¨¢ demostrar que se ha convertido, como asegura, a la fe europea. ?Ser¨¢ inspiradora e inspirada la presidencia comunitaria griega que ahora empieza? Depende de lo que se entienda por inspirar. Ciertamente, Atenas no dispone de los resortes burocr¨¢ticos de Bonn ni de las credenciales de entusiasmo europe¨ªsta de Madrid. Pero en la CE queda poco espacio para iniciativas fulgurantes y mucho campo para el trabajo ingrato de las comisiones. Las reformas propugnadas por el Libro Blanco para el horizonte del mercado ¨²nico de 1992 est¨¢n en marcha. Dicho lo cual, es cierto que la presidencia debe poner los acentos y que esa labor et¨¦rea de v¨ªajar, presidir, convencer, es delicada e importante. Los resultados no se ver¨¢n hasta dentro de seis meses. Los socios europeos no miran a Papandreu con mucha confianza. ?Ha dejado de ser insolidario? Su ministro de Exteriores acaba de comprometerse, en el discurso inaugural de la presidencia en Bruselas, a endosar todas las iniciativas europeas, y entre todas ellas, el viejo sue?o de un espacio social, de la Europa de los ciudadanos. Es de esperar que tenga raz¨®n el primer ministro holand¨¦s cuando dice que los temas lanzados por Bonn en Hannover deben madurar en Atenas (Rodas, en este caso) y ser cosechados en Madrid. Vivir para ver.
Con cuatro presidencias mediterr¨¢neas consecutivas, durante dos a?os, la Europa del Sur ser¨¢ el motor de la del Norte. Al asumir la primera, Atenas contrae una responsabilidad a la que asegura querer hacer frente. Se merece un margen de confianza.
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