El d¨ªa despu¨¦s
Menos Hollywood y m¨¢s empresarios constituir¨¢n el estilo de los nuevos inquilinos de la Casa Blanca
El republicano George Bush, de 64 a?os, el n¨²mero dos de Ronald Reagan durante ocho a?os, se convertir¨¢ en el 412 presidente de Estados Unidos al obtener el martes 426 votos electorales, frente a los 112 conseguidos por su rival, el dem¨®crata Michael Dukak¨ªs, con una participaci¨®n electoral de apenas el 50% del censo, la m¨¢s baja en los ¨²ltimos 40 a?os. La victoria de Bush tuvo como contrapartida el triunfo de los dem¨®cratas en el Congreso, con avances en las mayor¨ªas que ya ten¨ªan en el Senado y en la C¨¢mara de Representantes. El triunfo de Bush -un¨¢nimemente adelantado por todos los sondeos- ha sido acogido con satisfacci¨®n generalizada en todo el mundo
.LUIS MATIAS L?PEZ ENVIADO ESPECIAL
Todo acab¨®. En el Distrito Federal, apenas se aprecia la resaca de la jornada electoral del martes. Las cadenas de televisi¨®n rematan su agotadora faena con los ¨²ltimos datos. En Tejas, la euforia por el triunfo de George Bush duerme la mona, y en Massachusetts, Michael Dukakis descansa despu¨¦s de m¨¢s de 48 horas en vela y se prepara a volver a su oficina de gobernador esta misma semana. Es el d¨ªa despu¨¦s, pero no son muy visibles los restos del holocausto dem¨®crata, tal vez porque la bomba anunci¨® su explosi¨®n mucho antes, en forma de sondeo de opini¨®n.
Ronald Reagan puede convertirse en sir Ronald la pr¨®xima semana, cuando su amiga Margaret Thatcher viaje nuevamente a Washington, probablemente con el nombramiento real de caballero para el presidente en el bolso. Y Barbara Bush anda ya pensando en los invitados que se sentar¨¢n a su mesa en la Casa Blanca. Menos Hollywood y m¨¢s petr¨®leo, esa ser¨¢ probablemente la norma. La cantante country Loretta Lynn ser¨¢ una de las habituales, al igual que el manager del equipo de beisbol de los Dodgers, Tommy Lasorda, mientras que Frank Sinatra, uno de los amigotes del actual inquilino, har¨¢ mut¨ªs.
James Baker, ex jefe de gabinete de Reagan y ex secretario del Tesoro, ¨ªntimo de George Bush y alma de su campa?a, ser¨¢ socio de honor del club, al igual que el petrolero Robert Mosbacher. Probablemente tengan tambi¨¦n carn¨¦ algunas mujeres, como Janet Millius y Ede Holliday. No obstante, Barbara Bus4 ha querido poner las cosas en su sitio con una advertencia: "Ver¨¢n ustedes mucha gente nueva en la Casa Blanca". Nadie lo duda. Bastar¨ªa con que echara mano de parte de la lista, de 15.000 nombres, de receptores de tarjetas navide?as del matrimonio Bush.
Pi?a familiar
El clan Bush sigui¨® la tarde noche electoral formando una pi?a en un hotel de Houston (Tejas). Son legi¨®n, 22 nada menos. Una tropa en la que hay una esposa, una madre, hijos, nietos, hermanos y nueras, todos orgullosos de su querido George y un poco inquietos porque los ¨²ltimos sondeos reflejaban una ligera recuperaci¨®n de Dukakis. Tras votar, el vicepresidente y su esposa hicieron profesi¨®n de pol¨ªglotas. "?C¨®mo se sienten?", les pregunt¨® un periodista franc¨¦s en este idioma. "Tres h¨¦reux" ("rnuy feliz"), contest¨® George. "Muy bien", remach¨® Barbara en espa?ol. Y, a partir de entonces, a esperar. Cuando el resultado estuvo claro, despu¨¦s de que su rival reconociese p¨²blicamente la derrota, el a¨²n vicepresidente pronunci¨® su discurso, ese discurso que, se dice, est¨¢ escrito,junto al de perdedor, mucho antes de que se abran las urnas.
A Michael Dukakis, precisamente, le toc¨® pronunciar ¨¦ste ¨²ltimo. Aunque se diga que los estadounidenses malgastan l¨¢grimas con los perdedores, s¨ª que las hubo, y abundantes, cuando un Dukakis sereno y que ocultaba su tristeza, salt¨® al escenario, con su mujer, Kitty, su madre y sus hijos, en Boston, en su Estado natal de Massachusetts, al ritmo del que ha sido el himno de su campa?a: Coming to America, de Neil Diamond.
Pese a su semblante relajado, la entrada fue espectacular, con rayos l¨¢ser y confettis, digna de Hollywood o, al menos, digna de Atlanta, donde el gobernador logr¨®, en la convenci¨®n, la designaci¨®n como candidato dem¨®crata. "Dije que iba a haber buenos d¨ªas y tuvimos muchos. Dije que iba a haberlos no tan buenos y tambi¨¦n tuvimos unos pocos", asegur¨® a una audiencia entusiasta, en la que abundaban los j¨®venes. Muchos gritos de "Duke, Duke" y "92, 92", pero la nueva cita queda muy lejos y, qui¨¦rase o no, el martes era uno de esos pocos d¨ªas malos.
Dukakis sigui¨® los resultados con su familia en su modesta casa de la calle Perry, en el suburbio bostoniano de Brookline, sin pegar ojo pese a que llevaba 48 horas sin dormir. Si Kitty hab¨ªa preparado alguna lista de invitados a la Casa Blanca tendr¨¢ que tirarla. 0 guardarla cuatro a?os, aunque no es probable que haya una segunda oportunidad. Esta misma semana, el derrotado. candidato ha prometido que volver¨¢ al trabajo, en su oficina de gobernador de Massachusetts.
En la jornada electoral, Dan Quayle, en capilla como vicepresidente electo, fue al dentista, cumpliendo un rito que siempre, dice, le ha dado suerte. Su rival, el dem¨®crata Lloyd Bentsen, se mostraba confiado en la victoria hasta que ¨¦sta se revel¨® impos¨ªble, y se consolaba con la renovaci¨®n de su esca?o en el Senado.
A juzgar por las grandes fiestas de las convenciones, la pasi¨®n es ingrediente b¨¢sico de la sopa electoral, pero lo cierto es que los candidatos s¨®lo han reunido escasas audiencia y que la eleccci¨®n, casi con toda seguridad, se ha decidido por la cobertura informativa de las grandes cadenas de televisi¨®n.
Uno de cada dos norteamericanos no se tom¨® la molestia de inscribirse como votante y muchos de los que lo hicieron ten¨ªan razones m¨¢s de rutina o tradici¨®n que de inter¨¦s genuino. Por eso, tal vez, al d¨ªa siguiente parece que no ha pasado nada. La elecci¨®n de George Bush es la fe de vida de esta continuidad.
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