Una buena afici¨®n

Hay un joven que tiene un bello desnudo, y que recita; una muchacha que canta; un hombre que toca el violonchelo y una mujer que baila con una danza rota y autom¨¢tica. Un fondo de escaleras, un plano distinto para cada uno, y unos solos de presentaci¨®n. Luego se van combinando hasta llegar a un concertante; con unas t¨²nicas que pueden recordar la tradici¨®n de la ¨®pera, cantan todos. Es la mejor parte de la breve obra . La m¨²sica de ?scar Roig tiene presente siempre a Philip Glass y lo repetitivo; la danza con coreograf¨ªa de Mar¨ªa Rovira, a la Clarke; la dramaturgia, a Robert Wilson. El texto, a nada; no tiene importancia y se devana entre palabras con resonancia -soledad, t¨², yo, huida, nosotros, nueva piel, nueva uni¨®n- y la parte del joven actor desnudo est¨¢ bien dicha. Si uno regresa a casa a tiempo de ver en la televisi¨®n Metr¨®polis, y se encuentra en la pantalla con fragmentos de ¨®peras de Philip Glass, ve la diferencia entre la realidad y la aspiraci¨®n y la influencia. Pero no hay que pedir a quienes empiezan y derrochan su afici¨®n, su buena fe, y un sin duda largo trabajo de preparaci¨®n, algo que hace quien est¨¢ a la cabeza mundial de este g¨¦nero. Producen un modesto buen efecto y una sensaci¨®n de que su esfuerzo les va a llevar m¨¢s lejos. En la sala Olimpia, donde se repasan ahora estas tendencias de "teatro fronterizo", esta aspiraci¨®n al teatro total fue muy bien acogida y aplaudida con calor.