Reencuentro con el Parlamento
UN FELIPE Gonz¨¢lez humilde y generoso -y por consiguiente, in¨¦dito- abri¨® ayer en el Congreso de los Diputados un debate pol¨ªtico que devolvi¨® a la C¨¢mara el esp¨ªritu para el que fue recreada en los albores de la transici¨®n pol¨ªtica. El debate suscitado a iniciativa del presidente del Gobierno para discutir las consecuencias de la huelga general del pasado d¨ªa 14 ha servido para constatar al menos dos cosas. La primera, que el Ejecutivo ha encajado el golpe que, de acuerdo con el an¨¢lisis hecho por Felipe Gonz¨¢lez menos de 24 horas despu¨¦s, supuso para su pol¨ªtica el movimiento encabezado por los sindicatos. La segunda, consecuencia de la anterior, que, contra la reiterada opini¨®n de muchos responsables socialistas de dentro y de fuera del Gabinete, la pol¨ªtica econ¨®mica actual s¨ª tiene graduaciones, matices y alternativas en algunos de los puntos en discusi¨®n.Felipe Gonz¨¢lez se esforz¨® por ofrecer a los interlocutores sociales -y en especial a las centrales sindicales- una base aceptable sobre la que empezar a desmontar los obst¨¢culos que han hecho imposible hasta ahora el di¨¢logo social. Y no puede decirse que el esfuerzo fuera peque?o; el presidente del Gobierno -que en su parlamento hizo gala de un estilo argumental bien distinto del utilizado con frecuencia en el pasado- fue abriendo puertas a cada uno de los callejones sin salida con los que se hab¨ªa topado hasta el momento la fenecida concertaci¨®n social y que- los sindicatos planteaban como condiciones para comenzar a hablar. As¨ª, ofreci¨® la retirada del Plan de Empleo Juvenil, espoleta de la confrontaci¨®n que condujo a la jornada del 14 de diciembre; se comprometi¨® a estudiar la p¨¦rdida de dos puntos de poder adquisitivo de los trabajadores cuyo salario viene establecido en los Presupuestos Generales del Estado, admiti¨® una discusi¨®n sobre la cobertura del desempleo a los parados en peor situaci¨®n, prometi¨® equiparar las pensiones m¨¢s bajas al salario m¨ªnimo en el curso de la legislatura y se mostr¨® dispuesto a negociar la capacidad de los funcionarios para la negociaci¨®n colectiva. Todo ello sin modificar la l¨ªnea central de la pol¨ªtica macroecon¨®mica que llevan aplicando los socialistas desde su llegada al poder en 1983.
En el pre¨¢mbulo de su alocuci¨®n a los diputados, el jefe del Ejecutivo volvi¨® a reconocer sin paliativos el "¨¦xito pol¨ªtico" de la huelga y, en consecuencia, el fracaso del Gobierno en impedirla. Admiti¨® igualmente -como despu¨¦s lo har¨ªan los representantes de todos los grupos presentes- que en la transformaci¨®n de un conflicto sindical en un amplio movimiento de protesta popular intervinieron factores exteriores a la fracasada negociaci¨®n laboral. Sin embargo, alegando la falta de explicitaci¨®n de esas motivaciones, Felipe Gonz¨¢lez las excluy¨® expresamente de su an¨¢lisis y esquiv¨® un debate parlamentario de mayor calado a¨²n sobre el mensa e de fondo del 14-D. A saber, que una gran mayor¨ªa de ciudadanos -y, desde luego, una parte importante de los electores. del PSOE est¨¢ reclamando una modificaci¨®n en el ejercicio del poder. El ¨¦xito de la huelga general es la traducci¨®n del fracaso en la tarea de vertebraci¨®n social que el programa socialista anunciaba en 1982. S¨®lo tangencialmente -y suscitadas siempre por los representantes de la oposici¨®n- se aludi¨® a las demandas estrictamente pol¨ªticas que subyac¨ªan en la protesta de la semana pasada: la utilizaci¨®n descontrolada de la raz¨®n de Estado, la pr¨¢ctica inanidad del Parlamento, la conducta poco ejemplar de determinado s cargos p¨²blicos y la falta de sensibilidad del Gobierno ante los enormes desequilibrios no resueltos por los ¨¦xitos econ¨®micos de su pol¨ªtica, por citar s¨®lo algunos.
Fue una l¨¢stima haber dejado pasar la ocasi¨®n de analizar los errores pol¨ªticos del pasado porque es cierto que s¨ª qued¨® sobre la mesa, tras el desarrollo del debate, la impl¨ªcita promesa de Gonz¨¢lez de cambiar las maneras de gobernar. A falta de esa parte sustancial de la discusi¨®n, el presidente pareci¨® en ocasiones m¨¢s bien un buen ministro de Econom¨ªa que el l¨ªder pol¨ªtico del Ejecutivo.
En cualquier caso, si se confirman algunas de las tendencias apuntadas, el debate de ayer en el palacio de la carrera de San Jer¨®nimo habr¨¢ constituido un hecho pol¨ªtico de no desde?able importancia. Y no s¨®lo -y ya es mucho- porque signifique el comienzo de un cambio en los usos del poder y porque pueda abrir la puerta de una negociaci¨®n social estable y permanente, sino porque habr¨¢ que saludar con ¨¦l el reencuentro del Gobierno socialista con el Parlamento, la m¨¢s alta c¨¢mara de representaci¨®n pol¨ªtica de cuyo seno nunca deben estar ausentes -y menos mediante la interpretaci¨®n abusiva de normas reglamentarias que pueden cambiarse- los grandes debates nacionales.
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