Despedida de a?o con Karajan
La transmisi¨®n por la segunda cadena de Televisi¨®n Espa?ola del concierto de fin del a?o, dirigida la Filarm¨®nica de Berl¨ªn por Herbert von Karajan, merece un largo aplauso. Cada a?o escuchamos al gran director con emoci¨®n y cierto temor: el d¨ªa que desaparezca morir¨¢ simb¨®lica y casi pr¨¢cticamente toda una manera de pensar la m¨²sica.
Sobre Karajan se han dicho y escrito las m¨¢s incre¨ªbles majader¨ªas. Se trata de un mito de nuestro tiempo, y la sociedad, o una parte de ella, que muchas veces enloquece ante mitos realmente de pacotilla, parece reaccionar con cierta aversi¨®n ante esta aut¨¦ntica figura m¨ªtica, olvidando quiz¨¢ que lo que importa en ella es su extraordinario valor musical.
Quienes oyeron a la Filarm¨®nica berlinesa el d¨ªa ¨²ltimo de a?o dudar¨ªan que se tratara de la misma orquesta escuchada en Madrid hace s¨®lo semanas con otra batuta. ?Lo era en verdad? Me parece que no. El fluido, el entendimiento, hasta los gui?os convencionales entre Karajan y su orquesta establecen un enlace que no se da con otros maestros. Pudimos comprobarlo en una soberbia, fascinante, versi¨®n de la Sinfon¨ªa cl¨¢sica de Prokofiev y, despu¨¦s, en el primer Concierto para piano de Chaikovski, con Eugeni Kissin (1972) como solista.
Pianista sovi¨¦tico
Diecis¨¦is a?os tiene este incre¨ªble pianista sovi¨¦tico que ya hab¨ªamos escuchado en Madrid el pasado mes de marzo con los Virtuosos de Mosc¨², de VIadimir Spivakov (v¨¦ase EL PA?S de 12 de marzo de 1988). Rostro ani?ado, figura m¨¢s bien menuda, manos no muy grandes, pero de largos y afinados dedos, Kissin tiene cierto aire a lo Pogorelich, compensado musicalmente por una clara tendencia hacia el rigor que no le impide la fantas¨ªa. Estamos ante uno de los grandes del piano actual, ante un aut¨¦ntico prodigio, al que Karajan rode¨® de sus mejores cuidados interpretativos.En resumen, fue una excelente versi¨®n que entusiasm¨® hasta el l¨ªmite al p¨²blico de la Filarm¨®nica berlinesa. Tambi¨¦n una toma de c¨¢maras magn¨ªfica: tan natural y ce?ida a lo estrictamente musical que recib¨ªamos la sensaci¨®n de estar, una vez m¨¢s, en el c¨¦lebre Karajan-Circus, del arquitecto Hans Scharoun. Total: entramos en el a?o nuevo tocados por el pecado de la envidia: al maestro, a la orquesta, al pianista, al auditorio y a la realizaci¨®n televisiva. Pero esto es otra historia, como repet¨ªa Kipling en su libro selv¨¢tico.
Babelia
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