El Vaticano reconstruye el muro
En la llamada ep¨ªstola a los Efesios, atribuida a san Pablo, ya que ciertamente es de su escuela, se hace una observaci¨®n muy importante, que todav¨ªa lo sigue siendo hoy para la historia universal. Y es que el jud¨ªo viv¨ªa y sigue viviendo en una especie de cascar¨®n, cuya naturaleza nadie se atreve a definir: ?¨¦tnica?, ?religiosa?, ?cultural?, ?racial? Pero el hecho era que a fines del siglo 1 el autor de la ep¨ªstola a los Efesios pod¨ªa gritar feliz diciendo que Cristo "es nuestra paz: el que ha hecho de ambas cosas una sola, derribando el muro medianero de la empalizada" (Ef, 2,14). Para entender este fen¨®meno sociohist¨®rico podemos recurrir a un documento jud¨ªo poco anterior, en el que se dice lo siguiente:"Nuestro sabio legislador, teniendo en cuenta todos los detalles, equipado por Dios con el conocimiento de todas las cosas, nos cerc¨® con vallas infranqueables y con muros de hierro para que no nos mezcl¨¢ramos en nada con ning¨²n pueblo, permaneciendo incontaminados de cuerpo y de alma, desligados de vanas opiniones y adorando al ¨²nico y verdadero Dios por encima de toda la creaci¨®n" (carta de Aristea).
A la palabra fragm¨®s (muromedianero) de Efesios corresponde en Aristea el verbo de la misma ra¨ªz nos cerc¨® (peri¨¦fraxen, de perifratto). Durante mucho tiempo, en el cristianismo primitivo hubo una batalla campal con motivo de este problema de la que yo llamar¨ªa aduana de lafe. ?Habr¨ªa que exigirles a los nuevos pros¨¦litos el carn¨¦ del viejo juda¨ªsmo o se podr¨ªan suprimir las murallas que artificialmente divid¨ªan gentiles y paganos para hacer de dos pueblos uno? Pablo luch¨® encarnizadamente para la supresi¨®n de aquella maldita aduana.
Pero a lo largo de 2.000 a?os de cristianismo la aduana se ha vuelto a reconstruir m¨¢s de una vez. La Iglesia se fue encerrando en s¨ª misma, se fue rodeando de murallas, fue poniendo pegas a los que acud¨ªan como turistas y observadores y lleg¨® a afirmar perentoriamente que fuera de ella no hab¨ªa salvaci¨®n posible.
Afortundamente, en la segunda mitad de este siglo surgi¨® un viejo sublime, el papa Juan XXIII, que se asom¨® a la ventana del monumental palacio vaticano, abri¨® los brazos y, con una sonrisa ancha y sincera, dijo aquella frase consoladora: "Spalancate le porte!' ("Se?ores guardianes, abrid las puertas del gueto!"). Y sobrevino el Concilio Vaticano II. Y aquella vieja Iglesia, que todav¨ªa ol¨ªa a anatemas del Syllabus, acogi¨® en su seno, para un di¨¢logo fecundo y sincero, a protestantes, a jud¨ªos e incluso a ateos. Y pidi¨® perd¨®n por haber sido tantas veces la culpable del alejamiento de sus antiguos feligreses. Y exculp¨® a los mismos ateos, diciendo que "muchas veces han sido los cristianos los culpables del ate¨ªsmo por haber velado, en vez de desvelar, el genuino rostro de Dios".
El retorno del pasado
Y como pasa siempre en todo movimiento de talante revolucionario, hubo una temporada de alborozo y de ilusi¨®n. Parec¨ªa que el pasado se hab¨ªa esfumado y que ya no volver¨ªa m¨¢s. Pero, desgraciadamente, nos encontramos con que se van reconstruyendo las viejas murallas, quiz¨¢ de manera m¨¢s sofisticada, pero no menos eficaz. Y esto lo digo porque todos los movimientos que a partir del Concilio se instalaron en las fronteras de la Iglesia para dialogar (?maravillosa palabra aquella del di¨¢logo!) con los de fuera est¨¢n ahora recibiendo consignas de replegarse, e incluso de esfumarse. A la Iglesia le ha entrado miedo, quiz¨¢ porque se le ha disminuido la fe. Algo as¨ª como cuando Pedro, por mandato de Jes¨²s, iba andando por encima del lago de Tiberiades y empez¨® a hundirse porque le faltaba la fe en la promesa del Maestro.
Hoy me refiero a la revista Misi¨®n Abierta, que, desde su condici¨®n preconciliar bajo la vetusta denominaci¨®n Ilustraci¨®n del Clero, pas¨® a ostentar este t¨ªtulo esclarecedor. Se trata de una revista de los padres claretianos. Hace 13 a?os fue encomendada a una directiva colegiada: Benjam¨ªn Forcano, Te¨®filo Cabestrero y Rufino Velasco. El marco eclesial de Misi¨®n Abierta ha sido totalmente conciliar y fronterizo: seguimiento de Jes¨²s, fidelidad a la tradici¨®n, preocupacion renovadora seg¨²n el Vaticano II, apertura a los problemas de hoy, di¨¢logo con otros creyentes, con los vacilantes y con los increyentes. Otra nota espec¨ªfica de la revista ha sido su tratamiento monogr¨¢fico de cada n¨²mero. Hasta el presente, han sido publicados 53 n¨²meros ordinarios, 3 extras y 7 dobles (los correspondientes a los congresos de la Asociaci¨®n de Te¨®logos Juan XXIII).
No es ¨¦ste el lugar de exponer todo el proceso de deslegitimaci¨®n que de la revista se hace desde Roma, y no precisamente por iniciativa de los superiores mayores de la congregaci¨®n claretiana, sino m¨¢s bien del cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe. ?ste le achaca (en general, sin aducir pruebas concretas): 1) la visi¨®n negativa que ofrece con frecuencia sobre la Iglesia; 2) la actitud antiinstitucional, que deriva de una propuesta de Iglesia popular, y 3) el tono de su cr¨ªtica a la jerarqu¨ªa, contrario al esp¨ªritu y exigencias de la comuni¨®n eclesial.
Esta actitud de la cumbre romana nos ha cogido a todos de sorpresa. Suscriptores de la revista eran varios obispos, que la le¨ªan con fruici¨®n y nunca encontraron en ella restos de herej¨ªas. Han sido muchos los amigos, movimientos, grupos y colaboradores que han expresado expl¨ªc¨ªta y reiteradamente su prop¨®sito de ayudar la continuidad de la l¨ªnea de Misi¨®n Abierta. Muchos miembros de la congregaci¨®n claretiana, tanto de Espa?a como de Am¨¦rica Latina, han demostrado su extra?eza por lo ocurrido, no encontrando raz¨®n suficiente para ello. Y hasta uno de ellos, obispo en Brasil, monseflor Pedro Casald¨¢liga (que adem¨¢s de obispo es catal¨¢n, creyente y poeta), ha llegado a decir: "Yo acompa?o desde el principio a Misi¨®n Abierta. Y debo decir con firmeza que la revista ha hecho mucho bien; que todos sus n¨²meros han sido para m¨ª, personalmente, un est¨ªmulo eciesial y hasta una luz. Que ocupa un espacio necesario en la Iglesia de Espa?a y de Latinoam¨¦rica. Ser¨ªa muy lamentable que la congregaci¨®n (claretiana), por timldez excesiva o por falta del pluralismo necesario, cerrase ese espacio misionero, evangelizador, claretiano".
Y yo me pregunto: ?por qu¨¦ muchos obispos y no pocos superiores religiosos que no est¨¢n conformes con este reamurallamiento de la Iglesia no van, con el m¨¢ximo respeto, pero con audacia (con parres¨ªa), al cardenal Ratzinger (que no puede ser el ¨²nico depositario de todos los carismas de la Iglesia universal), a dialogar con ¨¦l e incluso a exigirle con el mayor sentido de obediencia que reconsidere el da?o que se le hace a las 99 ovejas que se fueron de nuestro redil llevadas de la desilusi¨®n por la decadencia de la primavera conciliar? ?Por qu¨¦ los prohombres de la Iglesia no se acuerdan de los elementos del catecismo y memorizan aquello de que el pecado por omisi¨®n es tanto o m¨¢s grave que el que se lleva a cabo por comisi¨®n?
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