Los disfraces de la ternura
Una vez era una ni?a que ten¨ªa los ojos verdes y el alma herida. Lo que m¨¢s le gustaba en este mundo era la ternura, pero como le daba mucha verg¨¹enza que la gente se lo notara, cogi¨® y escondi¨® la mirada tras unas gafas negras e hizo correr la voz de que su coraz¨®n era una f¨¢brica de peinetas. As¨ª camuflada, andaba por ah¨ª con las manos libres para vestir a las l¨¢grimas con traje de algarab¨ªa, y viceversa. As¨ª es la Martirio, esa oscura clavelina.Presentaba en directo su reciente disco, Cristalitos machacaos, ante un p¨²blico notablemente barroco y pasional que no ces¨® de piropearla durante todo el concierto. Fue una velada memorable porque la artista estuvo sembr¨¢. Sale al escenario como s¨®lo lo saben hacer las grandes, con empaque y poder¨ªo. Y al verla con la Cibeles por peineta parece como si te hicieran cosquillas en el alma. Al final te deja con la risa en los labios y un nudo muy grande en la garganta. Se arranca con La Perla, quiz¨¢ para dar un gui?o acerca de s¨ª misma: "su coraz¨®n es una caja fuerte que se abre con una horquilla". A partir de ah¨ª el espect¨¢culo avanza en un crescendo inteligentemente planteado para dejar al p¨²blico rendido a sus pies, lo que logra con creces.
Martirio
Martirio (voz), Alfonso Carratal¨¢ (guitarra el¨¦ctrica), Javier Qu¨ªlez (bajo), ?scar de la Arena y Jorge Villaescusa (teclados), Paco Garc¨ªa (bater¨ªa), Vicente Amigo (guitarra flamenca). Vestuario y peinetas: Colectivo Fridor. Mano derecha del artista: Chelo Fern¨¢ndez Lera. Discoteca J¨¢cara. Madrid, 21 de febrero.
Para que nadie albergue dudas acerca de sus intenciones, Martirio dosifica una serie de gui?os elocuentes, como esa hermos¨ªsima versi¨®n de Ojos verdes con el ¨²nico acompa?amiento del excelente guitarrista Vicente Amigo. O como la evocaci¨®n de Miguel de Molina y su Te lo juro yo. O como la hermos¨ªsima recreaci¨®n de Mar¨ªa de la O, una de las coplas m¨¢s desgarradas que se hayan escrito jam¨¢s.
Una artista
Martirio es una heterodoxa, una transgresora, una moderna si se quiere, pero sobre todo es una artista inmensa. En su santuario hay tantas flores junto al altar de Juanita Reina como junto al de Lou Reed, detalle que provoca recelos en algunos sectores de ambas capillas. Vanas suspicacias. Ella es como es porque no puede ser de otra forma, ni falta que hace. Simplemente se ha dejado llevar por lo que lleva dentro.El resultado definitivo de esa simbiosis constituye uno de los fen¨®menos m¨¢s dignos y m¨¢s fascinantes de toda la m¨²sica popular espa?ola actual. Porque adem¨¢s todo su espect¨¢culo posee un ritmo y una belleza pl¨¢stica muy poco frecuentes. Lleva consigo una potente y compacta banda en la que algunos solos del guitarrista Alfonso Carratal¨¢ consiguen alaridos de satisfacci¨®n entre el p¨²blico.
A la ni?a de los ojos verdes le encanta disfrazarse. Ella es as¨ª. Pr¨¢cticamente en cada canci¨®n cambia de vestimenta y asombra al respetable con modelos casi imposibles. Es el reino de la imaginaci¨®n. Gentes hubo que se pasaron las dos horas boquiabiertos, como no crey¨¦ndose lo que ve¨ªan sus ojos. Martirio sabe que en el escenario hay que utilizar la magia, y la utiliza. Martirio tiene una voz ¨²nica, una voz de hondura emocionante que llega a matices inmateriales. Cuando cant¨® acompa?ada a la guitarra flamenca Dosis de madre, un escalofr¨ªo inund¨® la sala, y algunos hubieron de contener las l¨¢grimas.
La ni?a de los ojos verdes se encontraba feliz. El p¨²blico estaba feliz. ?Qu¨¦ m¨¢s se puede pedir?
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