El milagro del primer tercio
La belleza del primer tercio brill¨® con todo su esplendor en el tercer toro lidiado ayer en Las Ventas. Se produjo el milagro tan inhabitual de que a un toro se le inflamara la casta al ver el reto de un caballo, aunque fuera percher¨®n. La sangre le bulli¨® al animal que casi desde el platillo sali¨® a todo gas hacia el jamelgo.Sobre ¨¦ste cabalgaba un se?or picador, lo que constituye la segunda parte del milagro. En los actuales tiempos, cuando los de a¨²pa dejan tanto que desear tarde tras tarde, Antonio Pinilla salv¨® el honor de la profesi¨®n, que anda por los suelos. Aguant¨® la embestida, ech¨® el palo por delante y coloc¨® la puya en todo lo alto. El cotarro, puesto en pi¨¦ emociona do por tanta belleza proruumpi¨® a batir palmas con frenes¨ª.
Aguirre / Nime?o, Palomar, Morenito
Toros de Dolores Aguirre, excelentemente presentados, de juego desigual, sin fuerzas. Nime?o II: Silencio. Silencio. Jos¨¦ Luis Palomar. ovaci¨®n y saludos. Silencio. Morenito de Maracay: Silencio. Silencio.Plaza de Las Ventas, 19 de marzo
Un frenes¨ª que redobl¨¦ cuando la exacta operaci¨®n se repiti¨® una segunda y tercera vez, con un Pinilla que supo mover el caballo y excitar la codicia del toro llam¨¢ndole de lejos y, de nuevo, aguantando y clavando en su sitio. Los aficionados no cab¨ªan en s¨ª de gozo
Hasta tal punto ensancharon que la media entrada pareci¨® transformarse en un lleno hasta la bandera. Toro y picador lo merec¨ªan. Pinilla, que abandon¨® el ruedo saludando con el castore?o, obtuvo un triunfo clamoroso.
L¨¢stima que las escasas fuer zas de Cubatonto -vaya nombrecito- le impidieran demostrar su bravura en el ¨²ltimo tercio, aunque las carreras un tanto alocadas del tercio de banderillas, que protagonizaron los espadas, ayudaron a agotarlas Tampoco Morenito le chanel¨® bien y ahog¨® la poca embestida que le quedaba al burel.
Esa cortedad de fuerzas, que en el que abri¨® plaza eran tan evidente que el p¨²blico lo protest¨® con inquina sin conseguir su devoluci¨®n, hizo que los toros, tullidos, serios y cuajados, parecieran mansos al final. No lo eran, pero, como en el tercero, las excesivas carreritas ol¨ªmpicas de los numeritos banderilleros y la p¨¦sima lidia que se les aplic¨® les dej¨® con catadura de malajes.
Palomar fue el m¨¢s entonado y tras intentar lucirse aplic¨® unos trasteos defensivos, de rancio sabor antiguo, sin un ¨¢pice de medrana. Adem¨¢s su serio estilo castellano le llev¨® a banderillear con el m¨¢ximo de riesgo y verdad, asom¨¢ndose, y dejando los fuegos de artificio para Morenito, en sus quiebros ayer poco afortunados, y a Nime?o, fr¨ªo como la tarde y distante.
Esa frialdad hizo que las labores del franc¨¦s quedaran en trapaceos insulsos tan sobrados de voluntad como faltos de sandunga.
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