Guardianes informales, desali?ados y temerarios
Todos de pie: voy a hablar de Sandro Baresi y de Manolo Sanchis. Un respeto.Cuando el gran capit¨¢n del Mil¨¢n gesticula, se hace el orden. Cuando el gran capataz italiano grita, se racionalizan los espacios. Previamente piensa, y s¨®lo por esa osad¨ªa queda reivindicada la inteligencia de todos los defensores que se plegaron con triste disciplina a la idea represora del catenaccio.
Cuando el joven jugadorazo del Madrid encara con pelota dominada, sus piernas se arquean y, en ocasiones, los pies llegan a se?alar las 10:10. Haciendo del vicio virtud, convierte la dificultad en aliada de su equilibrio y la pelota en objeto propio porque queda protegida entre dos poderosos par¨¦ntesis imposibles de abordar.
Avanza distendido con el bal¨®n guardado, la vista en otra cosa y humillando a los que embiste, y s¨®lo por ese goce queda contrariada la absurda literatura en torno a la furia espa?ola.
Sandro Baresi y Manolo Sanchis juegan en el centro de la defensa, donde el f¨²tbol obliga a la responsabilidad, pero son guardianes informales (esperan relajados), desali?ados (llevan la camiseta fuera) y temerarios (desertan para atacar).
Maestro y disc¨ªpulo
II capitano es un maestro que al borde de los 29 a?os se permite hacer pedagog¨ªa mientras divierte. El,Mil¨¢n tiene la pelota, y es Sandro, desde el fondo, quien muestra el cuaderno de ruta a sus compa?eros administrando la velocidad de la salida. El Mil¨¢n pierde la pelota y Sandro aprovecha su intuici¨®n para el corte, su exacto sentido del tiempo y la distancia y su don de mando para seguir ense?ando.
Veintitr¨¦s a?os es edad de disc¨ªpulo, aunque a Manolo Sanchis le sobre tanto pasado como futuro, tanto recuerdos como ilusiones. La suya es, por libreto t¨¢ctico, una expresi¨®n m¨¢s individual, menos convocante. Juega con la solvencia de quien naci¨® sabiendo y con la tranquilidad que da la categor¨ªa. Manolo es chico para todo, que lo mismo sirve para los remiendos que para la alta costura. Cuando roba el bal¨®n utiliza cada cent¨ªmetro cuadrado de su cuerpo (choca, desplaza, protege) y todos los recursos conocidos del talento (anticipa, amaga, sorprende). Cuando juega el bal¨®n cruza el campo a trote placentero, y al encontrar posici¨®n de gol no se limita a tirar sino que elige rinc¨®n, que es cosa muy distinta.
El maduro maestro y el joven disc¨ªpulo dan clase esta noche a las nueve en la gloriosa aula del Santiago Bernab¨¦u.
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