El arte del toreo en su versi¨®n m¨¢s pura
La feria de Sevilla, que termin¨® el pasado lunes, se caracteriz¨® por la pobreza general del ganado, con importantes excepciones; la regularidad de Espartaco, que ratific¨® su primac¨ªa en la Maestranza, y el imprevisto advenimiento del arte de torear en su versi¨®n m¨¢s pura.Dentro del lamentable panorama ganadero, con mayor¨ªa de toros escasos de trap¨ªo e inv¨¢lidos, hubo toros de evidente boyant¨ªa, destacaron los Palha, y fue un ¨¦xito la corrida de Mar¨ªa Luisa Dom¨ªnguez P¨¦rez de Vargas (m¨¢s conocida por Guardiola), a pesar de la desafortunada actuaci¨®n de los diestros.
Los Guardiola, espl¨¦ndidos de trap¨ªo, muy encastados y varios de ellos tambi¨¦n bravos, habr¨ªan lucido m¨¢s si los espadas no hubiesen confundido la lidia con el tenis. Los espadas entend¨ªan por lidia llevarse el toro al centro del ruedo y dejarlo all¨ª como si fuera una mosca. El toro en el centro del ruedo, el picador lejos, mir¨¢ndose, s¨®lo faltaba en medio, un red y que se pusieran a pegar raquetazos. La cruda realidad sol¨ªa ser que, pronto o tardo, el toro se arrancaba finalmente contra la acorazada de picar, y el acorazado individuo que de castore?o se toca, le arreaba un puyazo carnicero en las costillas o por el espinazo atr¨¢s camino de la rabadilla. En lugar de puya le ponen faca de siete muelles, y nadie hubiera notado la diferencia.
Un toro muy bravo se arrancar¨¢ al caballo desde el centro del ruedo y hasta desde la otra orilla del r¨ªo se arrancar¨¢, si es tan bravo. Desde Triana, por ejemplo. Pero tambi¨¦n puede serlo aunque no se arranque desde Triana ni desde el centro del ruedo. Un buen lidiador de reses bravas mide la fuerza, los pies, la codicia, el temperamento del toro -que todo influye-, y en su funci¨®n va d¨¢ndole la distancia debida y los terrenos adecuados.
Muy importante es la fijeza y todos los Guardiola la ten¨ªan. Los Guardiola, cuando no estaban embistiendo, permanec¨ªan cuadrados, fijos en el lidiador que tuvieran enfrente, o su suced¨¢neo. Los Guardiola s¨®lo necesitaron un torero para poder dar la medida de su casta y de su bravura, que tambi¨¦n tendr¨ªan un l¨ªmite. Ya se ha dicho, pero no est¨¢ de m¨¢s insistir, sobre todo cuando se acercan corridas-concurso; pr¨®ximamente -el 2 de mayo- la que organiza la Comunidad de Madrid, con interesante cartel e hist¨®ricas divisas; y a ver qu¨¦ hacen.
Con los Palha aquellos, con estos Guardiola, alg¨²n Miura de propina, habr¨ªa querido ver la afici¨®n sevillana a los espadas triunfadores. Una pretensi¨®n ut¨®pica, tal cual est¨¢ la fiesta. Espartaco estuvo sacando partido de sus toros y liquidando competidores sin necesidad de esforzarse, hasta su apote¨®sica ¨²ltima actuaci¨®n, que coron¨® con un estoconazo a ley. Era entonces el triunfador indiscutible de la feria. Pero surgi¨® la sorpresa del arte. Muy pagada est¨¢ Sevilla de su sensibilidad para paladear el arte y la mayor¨ªa de las veces se queda con las ganas. Su alternativa es so?arlo. Ahora bien, quiz¨¢ sus sue?os no llegaron a tanto como acaeci¨® una ma?ana de sol radiante. Esa ma?ana del sol radiante se produjo el advenimiento del arte en su estado puro.
Hubo antes presagios, signos extranaturales. Las faenas de Julio Robles, a un tiempo hondas y art¨ªsticas, hicieron olvidar pasados triunfos y anunciaban el suceso extranatural de Curro Romero, que un d¨ªa despu¨¦s tore¨® por ver¨®nicas de maravilla y luego aromatiz¨® de esencias una faena valiente. Lo nunca visto. Lo nunca visto pero era asimismo presagio de lo que habr¨ªa de venir, tambi¨¦n un d¨ªa despu¨¦s. Por la ma?ana. Un d¨ªa despu¨¦s, por la ma?ana, irrumpi¨® en la arena Julio Aparicio e hizo el toreo que se sue?a, el toreo que no se puede describir, conformado al tiempo de norma y de estilo, de hondura y de arte puro. Fue la sensaci¨®n en la Maestranza.
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