"Nada, nada, no queremos saber nada"

PEDRO GOROSPE, El barrio diseminado Atzarte es un laberinto de cuestas de cemento sembrado de viviendas unifamiliares y alg¨²n que otro bloque de casas que reposan sobre la ladera del monte de Areta. En esta zona de Llodio (localidad industrial de 20.000 habitantes), alejada unos 500 metros de carretera respecto del n¨²cleo principal del barrio, est¨¢ la calle de Iturri Alde. En el n¨²mero 26, 3? izquierda, en una casa separada del hueco de la escalera por una puerta de seguridad, la ¨²nica de todo el bloque, viv¨ªa hasta el pasado fin de semana, cuando le vieron por ¨²ltima vez unos parientes, Joseba Urquijo, Kinito. Desde entonces no se le ha visto.

El acceso al portal se logra a trav¨¦s de un tramo de escaleras exteriores desde el que se ve la fachada del edificio. Todas las ventanas del 3? izquierda est¨¢n cerradas. A las 11 de la ma?ana, mientras cae una suave lluvia, s¨®lo una vecina que vive enfrente observa atenta mientras cuelga unas alfombras. Consuelo Borde de Urkijo, madre de Kinito, entreabri¨® la puerta dejando tras de s¨ª las sombras que produce la luz artificial.

?Habr¨ªa alguna posibilidad de hablar con Joseba? "Nada, nada, nada de nada", respondi¨®. ?Habr¨ªa alguna posibilidad de localizarle? "Nada de nada, aparte de eso, nada de nada, no queremos nada, ?eh?...". ?No saben nada de ¨¦l, no han recibido ninguna noticia, alguna carta? En ese momento, Vicente Urkijo se acerc¨® un instante a la puerta. Consuelo, vestida de negro y con delantal de cuadros gris, alta y con ganas de acabar una conversaci¨®n que le estaba cargando los ojos, volvi¨® a decir: "Nada, nada, no queremos saber nada". ?Ni siquiera de ¨¦l?, fue la ¨²ltima pregunta antes de que cerrara la puerta. "Nada, nada, ni siquiera..., o sea que nada".

Las notas

En Llodio, un pueblo en el que el cuartel de la Guardia Civil, el Ayuntamiento, gobernado por Herri Batasuna, y la sede de este partido est¨¢n en un c¨ªrculo de 100 metros, el silencio es tambi¨¦n absoluto. Ni siquiera en el instituto Canciller Ayala, donde Joseba Urkijo estudi¨® el bachiller, hab¨ªa informaci¨®n. Su expediente acad¨¦mico se lo llevaron las aguas una noche del verano de 1988 cuando el Nervi¨®n volvi¨® a salirse de su cauce.

Alg¨²n profesor que le recordaba asegur¨® que era inteligente y muy t¨ªmido. Un joven poco hablador y reservado, con poca iniciativa y quiz¨¢ algo vulnerable. Sus amigos, durante los ¨²ltimos a?os, se reduc¨ªan a un grupo de gente pr¨®xima a la coalici¨®n. Nada de nada. Nadie quiere dar su opini¨®n.

El cura que le puso por primera vez los h¨¢bitos de monaguillo en la iglesia de Santa Ana, en Areta (Llodio), l?aki Mendieta, prefiere no hablar de ¨¦l. Y dice: "Parece que Kinito soy yo, co?o".