El Museo del Prado
Se cree que est¨¢ por Atocha. Un poco m¨¢s ac¨¢ o un poco m¨¢s all¨¢. De todas formas, para saberlo con exactitud, basta con pregunt¨¢rselo a cualquier extranjero que se encuentre por la zona. 0 incluso al primer escolar que no pase de segundo de BUP.El resto de los madrile?os (uno mismo siempre es la excepci¨®n) no creo que lo sepamos con precisi¨®n, ni siquiera hemos hecho nada de m¨¦rito para saberlo. En cambio, que nos pregunten, que nos pregunten c¨®mo se llega al Louvre, o a la National Gallery londinense. Los madrile?os que viajan por Europa nunca vuelven sin conocer ¨¦stos y otros muchos museos, y la prueba documental se la traen dentro de un carrete fotogr¨¢fico. Pero al Prado, a ¨¦ste de aqu¨ª al lado, se puede ir cualquier d¨ªa y as¨ª resulta que no se va nunca. Un poco como nuestros hijos, que conocen medio mundo, pero no les suena de nada ni ?vila ni sus murallas. Es lo del cuchillo de palo en la casa del herrero.
Pero pongamos las cosas en su sitio: ser¨ªa injusto acusar a los madrile?os de que no han ido nunca al Museo del Prado. Todo lo contrario: todos los madrile?os hemos ido alguna vez a ese museo. Nos llevaban en el colegio, una ma?ana festiva en la que, a cuenta de Vel¨¢zquez y de Rubens, nos levant¨¢bamos las clases de matem¨¢ticas y f¨ªsica, y eso nunca lo agradeceremos bastan te. En el bachillerato de entonces y en la EGB de hoy la visita al Prado es una cita tan imprescindible como la hora de gimnasia, El Escorial, Toledo, Segovia y el Valle de los Ca¨ªdos. Un barniz cultural extra para llenar lagunas vergonzantes. 0 sea que, como queda demostrado, todos los madrile?os hemos ido al Prado. Y esa visita, la asignatura aprobada imprime car¨¢cter, o al menos una decisi¨®n hist¨®rica: "Est¨¢ muy bien. El primer d¨ªa que pueda volver¨¦ con calma para verlo todo mejor". Lo que ocurre es que luego, ese primer d¨ªa que podamos, no amanece nunca. Y as¨ª se pasan los a?os, se pasa la vida, y el Prado permanece ah¨ª, cerca de Atocha, creo que s¨ª, sin que regresemos para conocerlo, a pesar de que a un museo, como a una mujer, no basta con verlo, sino que hay, sobre todo, que procurar el acercamiento hasta intimar.
Visitantes
Y si nunca volvemos al Prado, qu¨¦ decir de los otros muchos museos que existen en Madrid con las puertas abiertas a la espera de una visita permanentemente anunciada. Los que existen abiertos al p¨²blico y los que no abren al p¨²blico porque falta dotar presupuestariamente una plaza de conserje con llaves para que se pueda entrar a la cosa. E incluso de los que ni siquiera se exhiben, como el Museo del Cine, que duerme su aburrimiento en un cuarto cerrado en la sede de la Filmoteca.El Prado, con todo, se llena de visitantes todos los d¨ªas y a todas las horas, y son miles los que aguardan su turno para entrar a pasear sus salas con ese respeto reverencial que s¨®lo se manifiesta ante un Tiziano, ante un altar y ante un empleado de banco cuando se va a solicitar un cr¨¦dito. Sea como fuere, el Prado se llena de forasteros y colegiales, y en verano de siete amigos m¨ªos que aseguran que all¨ª se liga muy bien con las turistas acangrejadas que miran a Las Meninas como las vacas miran pasar el tren. El resto de los madrile?os prefieren ocupar su ocio en otros menesteres, unas en las colas ante el Cristo de Medinaceli, otros en los grader¨ªos del estadio Bernab¨¦u, y los m¨¢s en los bares de moda en donde se juntan con los colegas. Unos pocos, estudiantes de arte, salvan con su presencia la dignidad local, aunque hay que reconocer que son los porteros y vigilantes del museo, con su acento racial y sus fir mes convicciones, quienes mejor aportan el toque madrile?ista.
Por descontado que en Madrid sabemos lo que tenemos, el inmenso patrimonio art¨ªstico con que contamos y la solidez y valor del contenido del Museo del Prado. Lo sabemos y nos complace saberlo, y por ello esperamos un poco avergonzados el d¨ªa en que podamos volver all¨ª para deleitarnos con el mejor arte pict¨®rico, mientras afirmamos, con esa seguridad que el madrile?o da a sus fantas¨ªas y mentirijillas, que al Prado se va mucho, yo al menos voy mucho, sin ir m¨¢s lejos.
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