Demasiados aniversarios
De cuando en cuando mi tel¨¦fono suena temprano por la ma?ana. Confieso que "temprano por la ma?ana" puede querer decir en mi caso un poco m¨¢s tarde de lo ordinario, pero ¨¦sta es una debilidad m¨ªa, no una infracci¨®n a los usos (y a los husos) horarios por parte del comunicante. Tanto menos lo es cuando la comunicaci¨®n procede de Espa?a, con seis horas de diferencia con respecto a la costa este de Estados Unidos. Si el comunicante me llama a mediod¨ªa, para m¨ª son "s¨®lo" (o son "ya") las seis de la madrugada. Nadie tiene la culpa.Este tipo de llamadas para m¨ª tempraneras es infrecuente, pero cuando tienen lugar suelen alarmarme, porque me temo que se trate de algo urgente y poco grato, como una enfermedad grave o la muerte de alg¨²n pariente o amigo. Hasta ahora no ha ocurrido as¨ª; no, es que no haya habido nunca tristes noticias, pero han viajado por otro conducto. El tel¨¦fono madruguil ha tenido por objeto asuntos menos penosos.
Las llamadas (para m¨ª) ma?aneras de ¨ªndole no preocupante no empiezan siempre, pero s¨ª a menudo, con alguna pregunta formulada (no tengo motivos de queja) con suma amabilidad por alg¨²n representante destacado de un diario o de una revista de prestigio: "?Podr¨ªa usted escribir unas l¨ªneas -un art¨ªculo, un ensayo sobre X, Y o Z?". Unos momentos de vacilaci¨®n: "?Por qu¨¦, si es (o eres) tan amable?". "Bueno, porque X, Y o Z se jubilan, van a cumplir los 75, o los 80, acaban de fallecer, o se cumplir¨¢ muy pronto el centenario de su nacimiento, o el vig¨¦simo, el quinquag¨¦simo o el septuag¨¦simo quinto aniversario de su muerte, o el tantos y cuantos de la publicaci¨®n de tal o cual de sus obras, etc¨¦tera".
Las intenciones no pueden ser m¨¢s respetables y hasta loables: rendir homenaje o (bien que, por desgracia, menos frecuentemente) mujeraje a alguna persona que se distingui¨®, o sigue distinguiendo, en la vida intelectual nacional o extranjera, y sobre la cual el peticionario supone que yo puedo decir algo de cierto inter¨¦s.
Dicho sea de paso, la ¨²ltima suposici¨®n no est¨¢ siempre bien fundada, o si acaso lo est¨¢ tiene sus limitaciones. Se puede conocer bien la obra de fulano ozutano, y hasta haber escrito en el[ pasado algo interesante sobre ella, pero resulta (y en el ¨²ltimo caso m¨¢s a menudo de lo que cabr¨ªa pensar) que justamente por haberse escrito ya algo interesante sobre ella es muy probable que lo que se diga luego acabe por ser una reiteraci¨®n, bajo la vergonzante forma de refrito, de lo que ya se dijo. Si tal tiene que ocurrir, es preferible abstenerse de escribir m¨¢s sobre el asunto -la obra o el autor de la misma-, a menos que se decida maquiav¨¦licamente llevar las repeticiones, reiteraciones y refritos al extremo, esperando, y no siempre sin alg¨²n fundamento, que a fuerza de repetir durante a?os las mismas cosas sobre los mismos asuntos o las mismas personas el p¨²blico empiece a enterarse de la existencia del comentarista y ¨¦ste termine haci¨¦ndose famoso. Con lo cual puede ocurrir que oportunamente otros comentaristas sean requeridos a participar con una torrentera de art¨ªculos, ensayos y libros para la celebraci¨®n de alg¨²n aniversario del primero, con lo cual, etc¨¦tera, y etc¨¦tera, y etc¨¦tera.
Pero pong¨¢monos en el mejor de los casos: primero, que el sujeto cuyo aniversario se propone celebrar sea muy digno de consideraci¨®n -nada de puras y simples jubilaciones de c¨¢tedra; segundo, que el presunto futuro autor de los art¨ªculos o ensayos homenajeantes o mujerizantes tenga algo interesante que decir sobre ¨¦l o su obra; tercero, que no est¨¦ a la saz¨®n trabajando sobre alg¨²n tema que le interese m¨¢s o sobre el cual tenga, o conf¨ªe que oportunamente va a tener, algo nuevo que decir.
Aun entonces, cabe preguntar: ?no se est¨¢n celebrando demasiados aniversarios?
Mi respuesta es previsible: pues, s¨ª.
S¨®crates bebi¨® la cicuta el a?o 399 antes de Jesucristo (prescindo de complicaciones calendariales). Que yo sepa, nadie escribi¨® nada con ocasi¨®n del centenario de su muerte el a?o 299 antes de Jesucristo, ni nadie escribi¨® nada el a?o 370 o el 369 antes de Jesucristo para celebrar el centenario de su nacirnIento. Y lo que le pas¨® (o no le pa.s¨®) a la saz¨®n a S¨®crates les pals¨® (o no les pas¨®) a otros muchos durante numerosos siglos. En lo que toca a S¨®crates, cabe alegar que no necesitaba nadie que escribiera sobre ¨¦l con motivo de un aniversario, porque Plat¨®n se encarg¨® de inmortalizarlo. Pero Plat¨®n no lo hizo por eso, o no s¨®lo por eso. En todo caso, nada m¨¢s lejos de las actuales org¨ªas aniversariales.
El h¨¢bito de escribir abundantamente sobre un autor cornenz¨® s¨®lo hace unos pocos siglos, pero desde entonces se ha convertido en una obsesi¨®n. Hay, por supuesto, razones: rr¨¢s gente participa en actividades culturales, hay un pasado rn¨¢s extenso que recordar y, sobre todo, hay m¨¢s editoriales, m¨¢s publicaciones peri¨®dicas, m¨¢s tesis doctorales, etc¨¦tera. Pero no todo lo que se explica se justifica. Me da la impresi¨®n de que en esto, como en algunas otras cosas, hemos hinchado las medidas. Adem¨¢s, cuanto m¨¢s se escribe sobre alguien, m¨¢s probabilidades hay de que se siga escribiendo, porque entonces habr¨¢ que escribir tambi¨¦n sobre lo que ya se escribi¨® (la proposici¨®n inversa es igualmente veros¨ªmil: cuanto menos se escriba sobre alguien, tanto menos se escribir¨¢ en el futuro). Se han constituido inclusive lo que se ha llamado industrias: la industria fulano, la industria zutano, la industria perengano, instituciones que no hab¨ªa en la ¨¦poca preindustrial, porque, curioso aunque comprensible, las mentefacturas han marchado a la par con las manufacturas y han ido aumentando y difundi¨¦ndose con la aceleraci¨®n del sector servicios. Si esto sigue as¨ª y si adem¨¢s siguen proliferando los homenajes a los vivientes con ocasi¨®n de cualesquiera aniversarios, les resultar¨¢ casi imposible a muchos escritores escribir nada salvo art¨ªculos, ensayos, libros y estudios sobre los felices aniversariados. Si a esto se agregan los aniversarios de acontecimientos calificados de hist¨®ricos se comprender¨¢ que el requerido a empu?ar la pluma para recordarlos, escrutarlos, celebrarlos o reventarlos pueda caer en un estado de depresi¨®n profund¨ªsimo.
Aclarar¨¦ -para referirme s¨®lo a los aniversarios de personas o de obras- que no me opongo a que se escriba sobre quienes sean, escritores o escritoras, fil¨®sofos o fil¨®sofas, hombres o mujeres de ciencia, y as¨ª sucesivamente. Si hay algo que decir sobre ellos, o ellas, ?por qu¨¦ no hacer gemir las prensas?, como dec¨ªan nuestros tatarabuelos. Todo lo que se quiera, aun si fuera deseable que hubiese menos exclusivismos y que en este campo, como en el de las inversiones de capital, los productos se diversificaran un poco.
?C¨®mo evitar que el aniversarismo se salga completamente de madre? Por fortuna, ¨¦sta es una de las enfermedades que se curan con el tiempo. Llegar¨¢ un momento en que los aniversariados se ir¨¢n, por as¨ª decirlo, espaciando. No se celebra cada 100 a?os el pluricentenario, o algo similar, de Homero (si hubo un solo poeta llamado tal), de Virgilio, o siquiera de santo Tom¨¢s de Aquino o de Dante. Lo que se publique sobre ellos (y es seguro que se publicar¨¢ mucho m¨¢s de lo que permitir¨ªa la consigna antes de escribir, pi¨¦nselo) ir¨¢ saliendo a su momento, no hay que precipitarse.
Con lo que he dicho me he estado bloqueando la salida para una posible, aunque harto improbable, celebraci¨®n de alg¨²n aniversario propio. Pero cuando se quiere ser franco, lo primero que hay que hacer es no preocuparse en lo m¨¢s m¨ªnimo acerca de si la opini¨®n expresada va o no contra los intereses privados del opinante.
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